Instituto Cultural de México y Editorial Universidad Estatal a Distancia (EUNED)
presentan
Variaciones para una ficción
de Germán Hernández
Moderador: Byron Espinoza
Presentación a cargo de los escritores Santiago Porras y Warren Ulloa Argüello
presentan
Variaciones para una ficción
de Germán Hernández
Moderador: Byron Espinoza
Presentación a cargo de los escritores Santiago Porras y Warren Ulloa Argüello
Interpretación de guitarra: Diego Chacón
Día: miércoles 25 de mayo de 2011
Lugar: Instituto Cultural de México (San José, Los Yoses, 250 m sur de Agencia Subarú)
Hora: 7:00 p.m.
Habrá firma de libros y ágape
Día: miércoles 25 de mayo de 2011
Lugar: Instituto Cultural de México (San José, Los Yoses, 250 m sur de Agencia Subarú)
Hora: 7:00 p.m.
Habrá firma de libros y ágape
***
Y como preámbulo, uno de los cuentos que integran el volumen:
Principio de realidad
Esa mujer que ven ahí cubriéndose el rostro con las manos es mi mujer. En todos estos años no ha hecho otra cosa que llorar.
No es la primera vez que regreso del trabajo y la encuentro así, no es la primera vez que empujo la puerta y encuentro este bien dispuesto escenario: la mesa lista, las camas tendidas, los pisos limpios, el aroma de la comida esparciéndose por la casa mientras ella demora su entrada a escena. Debo nombrarla, repetir su nombre con dulzura y decirle que estoy aquí, que ya llegué, hasta presentirla, fingiendo adivinar dónde buscarla, acercándome a la puerta del baño, tocando suavemente para decir soy yo, y escuchar cómo le quita el seguro a la puerta y la veo ahí acurrucada, llorando. La tomo de la mano, la saco de su escondite, la llevo al comedor y le acaricio el cabello; limpio sus lágrimas, la consuelo y le digo que tengo hambre, que me sirva.
Pero hoy, cuando entré ya estaba aquí.
Durante la juventud no sabía qué decirle, siempre temía equivocarme, sin embargo el tiempo generosamente me fue dando argumentos para las noches en que acabábamos de copular y se volvía para llorar sobre la almohada. No le estaba pidiendo nada más de lo que era su obligación, nunca la golpeé más de lo necesario, al fin y al cabo todas las mujeres lloran.
También, cuando salíamos juntos a comer a alguna fiesta, no tardaba en reconocer pronto aquellos gestos, cómo se descomponía poco a poco su felicidad reciente. Yo no tenía ningún problema en decirle un par de cosas, en insultarla, en dar portazos hacia la calle, siempre daba resultado.
Pero hoy al entrar, la vi ahí, cubriéndose el rostro con las manos, sentada en el comedor. El escenario ya no es el mismo. Al acercarme me he sentido desconcertado como en los primeros años. Esta vez llora con los mismos gemidos y lamentos de siempre, con las mismas lágrimas, pero esta vez, está llorando de verdad.
Siempre quise verla llorar de verdad, y ahora que han pasado más minutos de lo acostumbrado y se ha ido el hambre, la contemplo, nunca la había visto llorar de verdad, nunca creí... y ya no sé qué decirle.
Referencia
Germán Hernández, Variaciones para una ficción, Colección Vieja y Nueva Narrativa Costarricense n.º 143, San José: EUNED, 2010, 132 pp.
No es la primera vez que regreso del trabajo y la encuentro así, no es la primera vez que empujo la puerta y encuentro este bien dispuesto escenario: la mesa lista, las camas tendidas, los pisos limpios, el aroma de la comida esparciéndose por la casa mientras ella demora su entrada a escena. Debo nombrarla, repetir su nombre con dulzura y decirle que estoy aquí, que ya llegué, hasta presentirla, fingiendo adivinar dónde buscarla, acercándome a la puerta del baño, tocando suavemente para decir soy yo, y escuchar cómo le quita el seguro a la puerta y la veo ahí acurrucada, llorando. La tomo de la mano, la saco de su escondite, la llevo al comedor y le acaricio el cabello; limpio sus lágrimas, la consuelo y le digo que tengo hambre, que me sirva.
Pero hoy, cuando entré ya estaba aquí.
Durante la juventud no sabía qué decirle, siempre temía equivocarme, sin embargo el tiempo generosamente me fue dando argumentos para las noches en que acabábamos de copular y se volvía para llorar sobre la almohada. No le estaba pidiendo nada más de lo que era su obligación, nunca la golpeé más de lo necesario, al fin y al cabo todas las mujeres lloran.
También, cuando salíamos juntos a comer a alguna fiesta, no tardaba en reconocer pronto aquellos gestos, cómo se descomponía poco a poco su felicidad reciente. Yo no tenía ningún problema en decirle un par de cosas, en insultarla, en dar portazos hacia la calle, siempre daba resultado.
Pero hoy al entrar, la vi ahí, cubriéndose el rostro con las manos, sentada en el comedor. El escenario ya no es el mismo. Al acercarme me he sentido desconcertado como en los primeros años. Esta vez llora con los mismos gemidos y lamentos de siempre, con las mismas lágrimas, pero esta vez, está llorando de verdad.
Siempre quise verla llorar de verdad, y ahora que han pasado más minutos de lo acostumbrado y se ha ido el hambre, la contemplo, nunca la había visto llorar de verdad, nunca creí... y ya no sé qué decirle.
(Pp. 13-14)
Referencia
Germán Hernández, Variaciones para una ficción, Colección Vieja y Nueva Narrativa Costarricense n.º 143, San José: EUNED, 2010, 132 pp.
Comentarios
Saludos y gracias por pasar