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Mostrando entradas de mayo, 2008

El bolero de Abaddón

Porque no hay poesía festiva, alguien había dicho, pues quizás solo del tiempo y de lo irreparable puede hablar. Y también alguna vez se dijo (pero ¿quién, cuándo?) que todo un día será pasado y olvidado y borrado: hasta los formidables muros y el gran foso que rodea la inexpugnable fortaleza. Ernesto Sábato Abaddón, el Exterminador -I- Al ángel le queda su figura de niño. A nosotros nos queda el resto. Nos quedan las flores y los campos. Nos queda la esquina de una calle ciega. Nos queda la espalda llena de espigas. Nos queda la tristeza de los días, el pequeño deseo, su jardín agotado, y una esfinge hecha de años, sucia por tantas preguntas. Nos queda alumbrar la tierra. Ese pasto mojado con saliva ajena, esa estirpe rota de abejas dormidas. El mártir sonríe con su baile de cartílagos rotos: ¡Oh Padre, haz que la lluvia empape estos labios tan pequeños! Nos queda la tarde para contemplar la muerte, una simple duna de águilas viejas: una eterna broma, el deleite del lobo, un delicado

Elegía para alguien que duerme

Hoy duermo en una casa abandonada. Las flores secas adornan mi lecho. La historia de mi pueblo es la historia de quien amo. Mis amigos bailan con músicas antiguas, y han cerrado la puerta por donde a diario transita la fugaz blasfemia de tus labios. Desnudo, gravitante, tu vientre es una daga en mi espalda, un desierto que crece donde la piedra se fija y el musgo se detiene. Hay almas respetuosas de la historia. Hay repeticiones de esa historia y el tiempo asoma sobre la casa vacía. No escribo la historia de mi vida. No hago el recuento de los miedos ni escucho tu voz en esta silla. En la casa abandonada hay un hombre que roba a diario una mentira, su cara se desfigura y no responde. ¿Dónde habita la furia? ¿Dónde las vasijas llenas de joyas? ¿Dónde la promesa y la tierra? El fuego final lo consume todo en aquella casa abandonada por mis padres, mientras un crucifijo brota de mi sien y las paredes se expanden como el musgo. No quiero despertar moribundo, no quiero despertar del todo. Q