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Mostrando entradas de enero, 2010

Sobre desiertos, indecisiones y tragedias

Al enterarme de forma oficial sobre los resultados de los premios nacionales de literatura del 2009, lo primero que se me vino a la mente fue la frase de Hamlet sobre aquello que ya resultaba putrefacto en algún lugar de Dinamarca o de Jutlandia (este último podría ser el nombre de Costa Rica en una parodia veneciana del renacimiento). Finalmente, no escribí en este blog nada al respecto. El dilema hamletiano es provocado por la duda. Esto acarreará grandes desgracias. Si Hamlet hubiese actuado como Orestes (según Pirandello), las cosas serían muy otras. La indecisión y la declaratoria de desiertos para los premios de cuento y novela (aparte de los premios en las otras categorías) solo podrá traer consecuancias similares: una tragedia literaria. Es funesto, desde todo punto de vista, lo que han hecho los jurados Dlia McDonald, Laurencia Sáenz y Francisco Hernández. Pero bueno, por fortuna, el narrador José Ricardo Chaves (entre otros) se ha tomado el tiempo de escribir al respecto,

El año comienza, y la historia también: Amos Oz

Empieza el año 2010 y mis primeras lecturas son El país de las últimas cosas , de Paul Auster ; la hasta ahora bellísma obra Las ciudades invisibles , de Italo Calvino y La historia comienz a, de Amos Oz. Y así, todo incio puede ser promisorio, augurio de catástrofes o sencillamente un día más en la vida. Dentro de mis manías bibliófilas está hacer el recuento de los mejores primeros párrafos y también de los últimos. Al vuelo, puedo recordar ahora que me parecen geniales, excepcionales, el primer párrafo (estrofa en este caso) de La ilíada , el de Don Quijote , el de El túnel y el de Cien años de soledad . Del mismo modo, considero que los mejores párrafos finales serían nuevamente el que nos ofrece Cervantes en Don Quijote , también repiten Sábato y García Márquez, con los párrafos finales de Sobre héroes y tumbas y otras vez Cien años de soledad , respectivamente. Además, una obra costarricense, Mi madrina , de Carlos Luis Fallas. Y aquí debo agregar, como un perfecto círculo, e