El clima cambia. No hay duda. Antes, diciembre y enero eran ventosos y soleados (aquí en el trópico). Ahora también, pero puede llover en cualquier momento. Nuestro verano será invierno y viceversa. En ese juego, entre la lluvia y el sol, me dejo tentar por un poema de Eugenio Montale (Italia, 1896-1981), para recibir el 2011, porque sí...
Los limones
Escuchame, los poetas reconocidos
caminan exclusivamente entre plantas
con nombres poco usuales: boj, ligustre y acanto.
Pero yo amo los caminos que me llevan a verdes
acequias donde los niños
pescan de charcos medio secos
unas cuantas anguilas famélicas:
parajes que cruzan los cerros,
bajan entre los copetes de las cañas
y se detienen en los huertos, entre los limoneros.
Mucho mejor si el alboroto de las aves
se desvanece, tragado por el azul:
podemos oír un poco más el susurro
de ramas amigas en el aire casi inmóvil,
y las sensaciones de este aroma
que no puede desprenderse de la tierra
y que hace llover una inquieta dulzura en el corazón.
Aquí, milagrosamente, la guerra
de agitadas pasiones pide una tregua;
aquí también, a nosotros los pobres, nos toca nuestra parte de riqueza
que es el olor de los limones.
Mirá, en este silencio donde las cosas
se rinden y parecen a punto de revelar
su última secreto,
de vez en cuando esperamos
descubrir un error de la naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón que nada une,
el hilo que al ser desenredado finalmente nos deje
en medio de una verdad.
El ojo escudriña los alrededores,
la mente indaga, concuerda, divide
en el perfume que se difumina
cuando el día más languidece.
Son los silencios donde se ve
en cada sombra humana que se fuga
alguna perturbada divinidad.
Pero la ilusión falla, y el tiempo nos devuelve
a ciudades ruidosas donde el azul
apenas se ve como en retazos, arriba, entre los techos.
Entonces, la lluvia agota la tierra;
el hastío del invierno aplasta las casas,
la luz se vuelve avara, amarga el alma.
Hasta que un día, a través de un portón medio cerrado,
en el patio, ahí, entre los árboles,
se nos muestra el amarillo de los limones;
y el hielo en el corazón se derrite,
y en el pecho hacen retumbar sus canciones
las trompetas de oro de la luz del sol.
Traducción: Gustavo Solórzano-Alfaro (2010), a partir del original en italiano y de la traducción al inglés, en Eugenio Montale, Collected Poems: 1920-1954 (edición bilingüe revisada), traducida y anotada por Jonathan Galassi, Nueva York: Farrar, Straus and Giroux, 2000, p. 8-11 (640 pp.). Aquí en italiano. Aquí una versión en inglés.
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Comentarios
Saludos Asterión.
Saludos a los tres y gracias por pasar
Saludos
Saludos