Finales de setiembre
El camión del correo va por la costa
con una sola carta.
Al final del extenso muelle
una aburrida gaviota levanta de vez en cuando una pata
y luego olvida bajarla.
En el aire se cierne una amenaza
de tragedias por venir.
Ayer en la noche, creíste escuchar la tele
en la casa vecina.
Estabas seguro de que estaban reportando
sobre algún horror nuevo.
Así que saliste para averiguarlo.
Descalzo, con apenas una pantaloneta.
Era tan solo el mar que sonaba cansado
después de tantas vidas
de pretender apresurarse hacia algún lugar
sin lograr jamás llegar a él.
Esta mañana parece domingo.
El cielo hizo su parte
y no proyectó ninguna sombra en la acera
o en la hilera de cabañas vacías.
Entre ellas, una pequeña iglesia
con una docena de tumbas grises arropadas
como si también tuviesen escalofríos.
En la biblioteca
Para Octavio
Hay un libro llamado
El diccionario de los ángeles.
Nadie lo ha tocado en cincuenta años,
lo sé porque al abrirlo
la cubierta se rompió, las páginas
se desmoronaron. Entonces descubrí
que los ángeles una vez fueron tan plenos
como especies de moscas.
El cielo al amanecer
solía estar repleto de ellos.
Uno tenía que batir ambos brazos
para poder alejarlos.
Ahora el sol brilla
a través de los altos ventanales.
La biblioteca es un lugar tranquilo.
Ángeles y dioses se reúnen
en oscuros libros sin abrir.
El gran secreto yace
en algún estante que la señorita Gómez
revisa cada día en sus rondas.
Ella es muy alta, así que mantiene
su cabeza atenta como si escuchase.
Los libros susurran.
Yo no escucho nada pero ella sí.
Ojos sujetos con alfileres
Cómo trabaja la muerte,
nadie sabe cuán largo es su día. La pequeña
esposa siempre sola
plancha la ropa de la muerte.
Las hermosas hijas
se sientan a cenar a la mesa de la muerte.
Los vecinos juegan
naipes en el patio
o sencillamente se sientan en las gradas
a beber cerveza. La muerte,
mientras tanto, en una extraña
parte de la ciudad busca
a alguien con un mal resfriado,
pero de algún modo la dirección está equivocada.
Incluso la muerte no puede encontrarla
entre todas las puertas cerradas…
Y la lluvia empieza a caer.
Una noche larga y ventosa se aproxima.
La muerte no tiene ni un periódico
para cubrirse, tan siquiera
una moneda para llamar al elegido,
que se desviste lentamente, somnoliento,
y se acurruca desnudo
en el lado de la cama de la muerte.
Traducción: Gustavo Solórzano Alfaro, 2010
Sobre Charles Simic y versiones originales
Otros poetas, otras traducciones
Comentarios
También me encata el tema de la muerte, interesante como logra el poeta acercar la muerte a la cotidianeidad.
Saludos.
Gracias por tu atenta lectura y tu comentario
Silvia: me alegro de que te gustara.
Mon: su estilo transita por la senda de lo coloquial de los poetas europeos, anglosajones especialmente, siempre muy precisos, acertados, con imágenes sencillas pero profundas.
Saludos a los tres y gracias por pasar
Tres buenos poemas que nos traes de este gran poeta europeo. Os dejo este otro de Charles Simic:
Descripción de algo perdido
Nunca tuvo nombre,
y tampoco recuerdo cómo lo encontré.
Lo llevaba en mi bolsillo
como un botón perdido,
aunque no era un botón.
Películas de vampiros,
cafeterías abiertas toda la noche,
bares oscuros
y salas de billar
en calles aceitadas por la lluvia.
Llevaba una existencia tranquila y anodina,
igual que una sombra en un sueño,
un ángel en un alfiler,
y entonces lo perdí.
Los años transcurrieron con su hilera de estaciones sin nombre,
hasta que alguien me dijo, «Es ésta», y, estúpido de mí,
me bajé en un andén desierto
sin ninguna ciudad a la vista.
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank.
Saludos y gracias por la visita
Saludos...
En cuanto a Eunice, una genialidad, una gran poeta, que tuvo que vivir exiliada entre México y Guatemala. Gracias por darle un espacio.
Saludos
Saludos