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Tres caballos muertos

Acuarela de Juan Carlos Mestre para su proyecto Cavalo morto,
que incluye el poema y doce dibujos



En el 2009, en la antigua Rayuela, tuve la oportunidad de conocer y escuchar al artista español Juan Carlos Mestre, invitado al Festival Internacional de Poesía. Esa noche leyó junto al escritor costarricense Alfonso Chase. Mestre recitó, entre otros, un poema titulado "Cavalo morto". Creo que nunca había escuchado poesía de esa manera. Al día siguiente fui a su recital en el Farolito. Ahí volvió a leer su poema, acompañado esta vez de un acordeón. La experiencia fue única.

Al día siguiente escribí una imitación del poema. La guardé durante un tiempo, un poco avergonzado. Me había convertido en un groupie. Sin embargo, luego me armé de valor y se la envié. Así, del mismo modo en que Mestre hace un homenaje al "Cavalo morto" original, el del brasileño Lêdo Ivo, yo me animé a escribir el mío como homenaje a Mestre. Ahora quiero compartir estos tres caballos muertos.




Cavalo morto
Lêdo Ivo
       
                                                                  
                                     A Xavier Placer


En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a pasear con los soldados. Y después a amar.

Surge entonces un despropósito: ellas, tras el amor, bordan en las nubes, con un alfabeto azul y blanco, los nombres de sus pretendientes: José, Antonio, Manuel, Juan.

Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores en el matorral. Vuelven intrépidas, excitadas por el brebaje de la luna. Y para ellas no hay exigencias, cobardías, acontecimientos. Hay los soldados del batallón.

En agosto, enero y aún en septiembre, las muchachas aman en Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus amantes y dejan en la arena del camino alguna cosa, espuma o gasa. Los soldados no saben hacer sonetos, pero ¡cómo aman!

Por la noche Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si usted para un día y oye voces y risas y jadeos amorosos, no se asuste con miedo fantasmal. Son las muchachas amando a los soldados en Cavalo Morto.


Traducción de José Carlos De Nóbrega



Cavalo Morto
Juan Carlos Mestre


Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
Un poema de Lêdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
Lêdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola calle forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
Un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
Un poema de Lêdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aun así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras para el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
Lêdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lêdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo.
En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lêdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lêdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lêdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.



Cavalo Morto
Gustavo Solórzano-Alfaro

  
En homenaje a Juan Carlos Mestre,
y a su manera


Cavalo Morto son dos palabras juntas en un poema de Juan Carlos Mestre.
Un poema de Juan Carlos Mestre es una sinfonía en medio de la tempestad. La tempestad es una silla de espuma en las montañas. Los poemas que se escriben así tienen larga vida, o corta, depende desde dónde se miren. Y su mirada es una niebla tan parecida al recuerdo, que solo el recuerdo los comprende. Comprender palabras no es tarea fácil, sobre todo cuando están escritas en idiomas muertos, como caballos muertos.

Cavalo Morto son dos palabras juntas en un poema de Juan Carlos Mestre.
Juan Carlos Mestre es un español del Bierzo que invitan a los festivales, donde lee, a veces con acordeón de fondo, un poema intitulado “Cavalo Morto”, en cuyos primeros versos se puede leer: “Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida.” Y así, durante estrofas o párrafos que no se distinguen, se expande el poema como el fuego.

Cavalo Morto son dos palabras juntas en un poema de Juan Carlos Mestre.
Claro que dicho de tal modo no tiene ni gracia ni música, pero es cierto, aunque a la poesía no le importen las cosas ciertas, pues la única verdad es la poesía. Las palabras que se suman a la lucha constante de los hombres, como escudos deficitarios de la muerte. La muerte, se parece a esa palabra en el poema, que me llama y se esconde, como un juguete ciego, descontrolado y sediento.

Cavalo Morto son dos palabras juntas en un poema de Juan Carlos Mestre.
Juan Carlos Mestre es un poeta con dos brazos, que viste y calza y usa anteojos y medias rojas. Sus medias rojas son dos espejos parecidos al mar, y el mar en su mirada es una estrella loca y perdida en las mañanas. Las mañanas se encienden en el pecho, como luciérnagas que buscan monedas perdidas. Las monedas que tintinean en mi bolsa no alcanzan para comprar libros.

Cavalo Morto son dos palabras juntas en un poema de Juan Carlos Mestre.
Yo, que detesto las cosas cursis, soy cursi para la poesía. Yo, que no lloro nunca, he llorado con ese poema, aunque no haya nada cursi en él. Por eso, me habría gustado escribirlo, y que alguien llorara como he llorado yo al escucharlo. Al escuchar esas palabras, todas las niñas levantan su falda y corren por la plaza sin complejos. Esas palabras son capaces de emprender el vuelo hasta la noche. Y la noche lo sabe y lo consiente.

Cavalo Morto son dos palabras juntas en un poema de Juan Carlos Mestre.
Cuando se juntan dos palabras sucede el milagro. Cuando el milagro se encrespa como un abejón violento, las manos no alcanzan para sujetarlo. Cuando nada queda en los labios, se llama al poeta para que invente más palabras. Háganme caso, los poemas son palabras que se juntan como el sauce y los gorriones, náufragos del silencio y las nevadas, y Cavalo Morto son dos palabras que se juntan y se pierden.

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