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Tres poemas de Alejandra Solórzano



Exhumaciones

Sobre la mesa de noche aguarda un vaso de agua.

Una conversación se aferra a los minutos que flotan. Las ondas de nuestras voces recorren algunos rostros del bar, la pieza del debut de nuestra adolescencia y el espejo que nos devuelve el laberinto de lo imposible. Tus ojos se pierden entre el humo. Dilatación de un recuerdo perfecto en tu pupila. Siete palabras hace unos años. Algún reclamo, poetas flotando en la Nada.

Insomnio.

Lo sabíamos de antemano con la certeza de quien espera distraídamente la muerte. El sonido que con voluntad propia cede su vida al silencio. Horas y horas que flotan.

(Según estudios de antropología forense, la acidez del agua apresura el proceso de putrefacción de un cadáver, o de cualquier resto. [De la utopía que fuimos])

Bebo agua para poder dormir.

(pp. 50-52)



No te apiades…

No te apiades
No de mí

Tantos nombres
para un mismo destino
Alejandra.

(p. 66)



Apología a Francisco Auyón

I
[Un pájaro que no necesita nombre]

La mesa de pino, la mesa grande del Centro
de tu esternón corsario de tu coleccionista de
inocentes, es la semilla de agua. ¡A qué decir
agua Niña si tenemos lágrimas!
Voy a obsequiarte un pájaro que no necesita
nombre, que viene solo y que no necesita ser
llamado como la Muerte.



II
[La mesa de pino]

Un pequeño pájaro de carbón, un pájaro de
tinta que
vive de la mirada
Generoso (que canta dentro de un saco).
Vos sos el pájaro y la Virgen de la Soledad
que mira desde lo alto de un piso 16 Mi
mesa de pino, la más grande y vacía.
Vos sos la Virgen de la Soledad
el signo, este pueblo enjaulado que busca la
salida por tus ojos.
No llore princesa, no llore mona.
Voy a dibujarte, sin desprender la pluma del
papel sin
apartar mi alma de la pluma
sin desprender de la pluma la noche y de la
noche el vacío
sin desprender del vacío los nombres que
habitan las columnas de la Catedral sin
soltar de la Catedral las campanas
y de las campanas sus palomas y el Tiempo.
Sin desprender de sus cabezas ocultas, el
sueño
sin liberar
de tus ojos
el pájaro que vive en ellos.




III
[La Soledad]

A tu ventana heredaré la noche y el buen
proceder del viento
Para que no hiera al pájaro que canta
dentro del saco
de la soledad que nace de tu cabello.
Para vos su estremecido reposo
el coro de sus plumas agitadas
Un solo pájaro
sello de color y espacio.
Ofrendaré a tu rostro
el vuelo matutino y su trazo nocturno
la estación de sus plumas de pino, su rezo
plural.
Su secreto de pájaro
su Secreto.



IV
[Memento mori]

Sí.
Voy a obsequiarte un pájaro que no necesita
nombre que viene solo y que no necesita ser
llamado como la muerte.
La Muerte de la única
y de las miles
que sos.

(pp. 71-75)



  De Todo esto sucederá siempre
(Colección Fin del Mundo), Heredia: Espiral, 2017, 84 pp.






Alejandra Solórzano, de padres guatemaltecos, nace en San José de Costa Rica en 1980. Escritora, actriz, gestora cultural y profesora. Ha desarrollado una amplia carrera en teatro y gestión cultural tanto en Guatemala como en Costa Rica. Enseña filosofía en la Universidad Nacional. Ha publicado los poemarios De vez en cuando hablo con ella (Guatemala: Folio 114, 2006), Detener la historia (Espiral, 2102) y Todo esto sucederá siempre (Espiral, 2017). Desde el 2007 vive en Costa Rica.


Más poesía de Costa Rica y del mundo en esta casa

Comentarios

Ronald Bonilla ha dicho que…
Buen trabajo poético, sin duda, inspirado, diciente, atrevido, esta selección me ha hecho interesarme en el nuevo libro de Alejandra, abrazos.

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