Exhumaciones
Sobre
la mesa de noche aguarda un vaso de agua.
Una
conversación se aferra a los minutos que flotan. Las ondas de nuestras voces
recorren algunos rostros del bar, la pieza del debut de nuestra adolescencia y
el espejo que nos devuelve el laberinto de lo imposible. Tus ojos se pierden
entre el humo. Dilatación de un recuerdo perfecto en tu pupila. Siete palabras
hace unos años. Algún reclamo, poetas flotando en la Nada.
Insomnio.
Lo
sabíamos de antemano con la certeza de quien espera distraídamente la muerte.
El sonido que con voluntad propia cede su vida al silencio. Horas y horas que
flotan.
(Según
estudios de antropología forense, la acidez del agua apresura el proceso de putrefacción
de un cadáver, o de cualquier resto. [De la utopía que fuimos])
Bebo
agua para poder dormir.
(pp. 50-52)
No te apiades…
No te apiades
No de mí
Tantos nombres
para un mismo destino
Alejandra.
(p. 66)
Apología a
Francisco Auyón
I
[Un
pájaro que no necesita nombre]
La
mesa de pino, la mesa grande del Centro
de
tu esternón corsario de tu coleccionista de
inocentes,
es la semilla de agua. ¡A qué decir
agua
Niña si tenemos lágrimas!
Voy
a obsequiarte un pájaro que no necesita
nombre,
que viene solo y que no necesita ser
llamado
como la Muerte.
II
[La
mesa de pino]
Un
pequeño pájaro de carbón, un pájaro de
tinta que
vive
de la mirada
Generoso
(que canta dentro de un saco).
Vos
sos el pájaro y la Virgen de la Soledad
que mira desde lo alto de un piso 16 Mi
mesa
de pino, la más grande y vacía.
Vos
sos la Virgen de la Soledad
el
signo, este pueblo enjaulado que busca la
salida por tus ojos.
No
llore princesa, no llore mona.
Voy
a dibujarte, sin desprender la pluma del
papel sin
apartar
mi alma de la pluma
sin
desprender de la pluma la noche y de la
noche el vacío
sin
desprender del vacío los nombres que
habitan las columnas de la Catedral sin
soltar
de la Catedral las campanas
y
de las campanas sus palomas y el Tiempo.
Sin
desprender de sus cabezas ocultas, el
sueño
sin
liberar
de
tus ojos
el
pájaro que vive en ellos.
III
[La
Soledad]
A
tu ventana heredaré la noche y el buen
proceder del viento
Para
que no hiera al pájaro que canta
dentro del saco
de
la soledad que nace de tu cabello.
Para
vos su estremecido reposo
el
coro de sus plumas agitadas
Un
solo pájaro
sello
de color y espacio.
Ofrendaré
a tu rostro
el
vuelo matutino y su trazo nocturno
la
estación de sus plumas de pino, su rezo
plural.
Su
secreto de pájaro
su
Secreto.
IV
[Memento
mori]
Sí.
Voy
a obsequiarte un pájaro que no necesita
nombre
que viene solo y que no necesita ser
llamado
como la muerte.
La
Muerte de la única
y
de las miles
que
sos.
(pp. 71-75)
De Todo
esto sucederá siempre
(Colección Fin del Mundo), Heredia: Espiral, 2017, 84
pp.
Alejandra
Solórzano,
de padres guatemaltecos, nace en San José de Costa Rica en 1980. Escritora,
actriz, gestora cultural y profesora. Ha desarrollado una amplia carrera en
teatro y gestión cultural tanto en Guatemala como en Costa Rica. Enseña filosofía
en la Universidad Nacional. Ha publicado los poemarios De vez en cuando hablo con ella (Guatemala: Folio 114, 2006), Detener la historia (Espiral,
2102) y Todo esto sucederá siempre
(Espiral, 2017). Desde el 2007 vive en Costa Rica.
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