Sesiones en
Duluoz. Poesía, n.° 3 / Osvaldo Sauma
Para la tercera edición de Sesiones en Duluoz.Poesía, invitamos al escritor Osvaldo Sauma, quien compartió con nosotros los
poemas “Tríptico de la buhardilla” y “Viejo niño padre mío” (los transcribimos
para que pueden seguir la lectura).
Nota: Debido
al sonido ambiente, recomendamos usar parlantes externos o audífonos.
Los libros La canción del oficio. Poesía reunida (2013-1983) y poemas inéditos
(San José: Editorial Germinal, 2013, 400 pp.) y Poesía reunida (Colección Los Conjurados, Bogotá: Común Presencia
Editores, 2013, 104 pp.) los puede adquirir en Libros Duluoz.
Agradecemos a Osvaldo por participar y a
Andrea Mickus y G.A. Chaves, de Libros Duluoz, por el espacio y la complicidad.
Tríptico
de la buhardilla*
A
Francisco Amighetti,
in
memóriam
I
derramo
los primeros tragos del aguardiente
para que los ángeles
beban conmigo en soledad
con amigos así
es fácil perder la cordura
nada mejor que beber
amparado a su pulcritud
extraña costumbre esta
a la que a diario me acostumbro
para exorcizar los fantasmas de la
tierra
para despertar la embriaguez seráfica
y alzar vuelo en medio de la nada
II
salud
hermano
salud
de más está decir
que cada uno lee en el otro
el cúmulo de sus miserias
de más está decir
que envejecemos
y que de nada nos sirven
las estatuas de sal
que dejamos perdidas en el camino
(el viento a nuestras espaldas
sopla una tramontana inútil)
salud
hermano
salud
por esta soledad que compartimos
frente a frente / espejo contra espejo
III
hoy no llamaré a nadie
hoy quiero emborracharme
a solas con mis ángeles
aquí adentro
no hace falta el mundo
tenemos amigos
que desde las sombras
celebran con nosotros
en silencio
hermanos que releemos
a la manera
en que se lame un animal herido
aquí
ni siquiera
hace falta la música
nos bastan
la palabra y el aguardiente
el humo sagrado
y otras comunes pertenencias
aquí no hace falta nada
aquí hacen nido los pájaros nocturnos
y Homero y Ulises vuelven a quemar las
naves
De La
canción del oficio, pp. 191-192
Viejo
niño padre mío*
I
te tiré tan asustado
tan niño
Padre
cuando la muerte
anunció en tus ojos
su llegada irrevocable
hubiera querido decirte
gracias
despedirme de vos con un abrazo
recordarte que Dios
te había desde siempre perdonado
Dios perdona a todos
los que apuestan la vida por la vida
los que improvisan
con el coraje del corazón
la ruta de la existencia y sus azares
yo sólo hubiera querido decirte
que te amo
que amé tu altivez entre los altivos
tu humildad entre los humildes
y ese terco orgullo
forjado
en la noble arena de los desierto
II
hubiera querido llevarte
Padre
frente a la tumba de tu Padre
hubiera querido
que perdonaras en vida
el abandono que en vida te hizo
el que yace ahora
abandonado en Puerto Padre
hubiera querido que te fueras
sin ese peso en el costado
que en la otra orilla
fuera más ligera tu carga
que dejaras las heridas de este lado
ya podés irte en paz
viejo niño padre mío
ya los nietos hablan de vos
como di no te hubieras ido
como si fueras una presencia
que sabemos perpetua en nuestras vidas
no temás
no bien traspasés el túnel de la luz
los Huríes te devolverán tu corazón de
niño
jugarás de nuevo entre el sol de los
muertos
y le daré a mi Padre
el abrazo que en su muerte no pude darle
a mi Padre que yace ahora
abandonado en Puerto Padre
De La
canción del oficio, pp. 186-187
Comentarios
Creo que los autos de fondo crean espacio artístico de ciudad. Siento que es más un pro que un contra, aunque me imagino que para otra poesía diferente no quedaría bien ese ambiente.
Saludos