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De las consecuencias de no leer y otros suceso dignos de mención



Francisco de Goya, Saturno devorando a su hijo (serie Pinturas negras),
óleo sobre revoco trasladado a lienzo, 146 x 83 cm, 1819-1823, Museo del Prado, Madrid.


Hace un tiempo me preguntaba por qué no había en nuestro país un debate literario, y recordaba entonces la polémica del nacionalismo (Fernández Guardia-Gagini) como ejemplo cuasi único de este tipo de debates. Fuera de eso, el medio literario costarricense parece haberse caracterizado por la apatía y la falta de espacios críticos de discusión y de construcción. Así, mecidos entre la abulia por un lado, el realismo costumbrista por otro, el lirismo exacerbado o la negación de las tradiciones por otro hemos venido aceptando un estado de medianía.

En días recientes, sin embargo, se agitaron las aguas como en varios años no sucedía (lástima que esa agitación sea puro pataleo sin sentido, y ya dice el refrán que “en río revuelto ganancia de pescadores: disculpen este giro retórico costumbrista). El catalizador de esa agitación ha sido un artículo de Marco Aguilar, en el cual, sin argumentos, con serios problemas de información, acusando falta de lecturas, y desde un punto de vista inquisidor, paternalista, moralista y religioso arremete contra lo que llama “realismo sucio” (porque se lo contaron, no porque haya estudiado el fenómeno, tal y como afirma en el texto en cuestión).

Por no dejar las cosas en el aire, apuntemos los problemas del artículo de marras: 1) se habla a partir de algo que se ha escuchado pero que no se ha estudiado; 2) se demuestra un desconocimiento del “realismo sucio” que ataca (y afirmar eso en pleno siglo XXI no es un detalle menor); 3) se critica la obra de varios poetas a los que se encasilla en un mismo grupo pero sin que se haya leído dicha obra y sin pretender hacerlo; 4) se confunde la información respecto a autores y respecto a premios y 5) el planteamiento es moral y no literario.

Así las cosas, los ánimos se caldearon y afloraron viejas rencillas, odios encarnizados y posiciones absurdas, casi todas con los mismos problemas: prejuicios y nada de lectura. Algunas voces trataron de ser ecuánimes, otras fueron firmes y trataron de argumentar, pero en estos desórdenes se ha impuesto el matonismo, y ese matonismo siempre grita más fuerte e impide que se escuche la voz de eso que quizá alguno recuerde: la razón, el espíritu ilustrado.

El asunto es que a la mayoría pareció no importarle que el texto de Aguilar esté mal escrito desde todo punto de vista y más bien lo desnude en sus carencias. Porque uno puede entender un exabrupto producto del enojo, pero lo que no se puede entender es que ese mismo exabrupto se convierta en argumento y se dé por válido. Lo que creo notar aquí es que alguien sacó a Marco de su retiro y lo lanzó a la guerra, situación que ha servido para que otros lo tomen como bandera y ejemplo de sus propias luchas y resentimientos, porque si algo ha sobrado en esta discusión son resentimientos.

Sumado a esto, los temas empezaron a desviarse y cada quien trató de abogar por cuestiones diversas. Intentemos entonces deconstruir cuáles han sido las vertientes de la discusión, en la que podemos identificar al menos cuatro ejes:

1. Jorge Debravo, el “Gran Poeta de la Patria”

El artículo se plantea como una defensa de Jorge Debravo, ante lo que Aguilar considera una ofensa de parte de Luis Chaves, quien en Historias polaroid (2001) publica un texto que para muchos resulta una afrenta a la memoria del poeta que murió en 1967 en un accidente de moto.

El primer problema aquí es que se está confundiendo a una persona con su obra (error típico de quienes no leen). Ese error provoca juicios sin sentido sobre la estética de uno o sobre la pertinencia de las ideas de otro. ¡Qué cansado resulta tener que explicarle a la gente que a uno sí le gusta la poesía de Jorge! Y es que uno lo dice como para defenderse, con el ánimo de que presten atención y no se cierren a las ideas. Pero da igual, porque hay quienes solo quieren oír lo que les conviene. Yo mismo publiqué el año pasado un artículo por petición de la revista Lectores, de Turrialba, y en ese texto decía que la única gran ofensa que recibe Debravo es que lo pongamos en un pedestal pero que no leamos su obra. Él sería el primero en descreer de esas posiciones. Pero resulta que aquí estamos, 40 años después, “defendiendo a la persona” y olvidándonos de su obra.

Por eso pregunto: ¿cuántas reseñas o críticas han aparecido en estos meses desde que la Editorial Costa Rica publicó Obra poética? Solamente dos. Lo demás, si lo hay, son panegíricos sobre la persona, pero seguimos sin releer sus poemas, para ubicarlos en su adecuado contexto y hacerlos brillar donde tengan capacidad de hacerlo. Y es que resulta más cómodo plegarse al estribillo del “Gran Poeta de la Patria” que intentar releerlo o al menos leerlo por primera vez.

Por ello insisto en cuán cansado resulta tratar de hacerle ver a la gente que es posible que a uno le guste la poesía de Debravo y a la vez le guste la de Albán o la de Trejos o la de Monge o la de Chaves. Pero no: el público confunde una cosa con otra. Y si uno defiende la estética de un autor parece que está inhabilitado para defender la de otro. O peor, defender a uno se toma ipso facto como agravio contra otro. Para estos efectos remito a mi libro Retratos de una generación imposible (2010) o al Dossier de poesía costarricense contemporánea” que preparé para la revista mexicana Círculo de Poesía.  Y que a uno le guste una estética no significa que esta sea perfecta o que esté exenta de dificultades.

2. Trascendentalismo / antipoesía

El otro tema que se ha reavivado es la polémica trascendentalismo / antipoesía. (Uso estas dos categorías para simplificar. Para un estudio más profundo remito a sendos artículos de Francisco Rodríguez Cascante: 1 y 2).

Si bien es cierto es posible identificar dos líneas dominantes en la poesía costarricense, no menos cierto es que esta separación no es tajante ni constante, pues es posible encontrar, con mayor o menor éxito, rupturas, desviaciones, medias tintas o alternativas. Lo otro que podemos constatar es que hay una estética trascendentalista que dominó el espectro entre 1970 y 1990, representada principalmente por Albán, Dobles, Bonilla y Monge (este último el único que se ha separado un poco de sus ideas iniciales).

De igual forma, ya a finales de los noventa se empieza a decantar una postura más coloquial, representada por Chaves (heredero de alguna forma de Sauma, quien venía haciendo esto desde los ochenta, sin contar otras muestras de poesía coloquial muchísimo anteriores). Pero en el medio hay otras poéticas, otras obras que no necesariamente se suman a estas voces o se contraponen. Pienso en la obra de Molina, en la de Vargas Ortega, en la de Ureña, en la de Bedoya o en la del mismo Trejos.

Sin embargo, el problema frente a esta dicotomía sigue siendo la mutua ignorancia de unos y otros. La división tajante, la separación basada en el prejuicio, porque cuando uno escucha críticas en contra del trascendentalismo, se da cuenta de que son igual de infundadas que aquellas en contra de los “antipoetas” (entrecomillo las dos tendencias para enfatizar su carácter provisional y de muletilla). Nuevamente, lo que acusamos es falta de lecturas y poca capacidad para discernir o entrever detalles de forma o de fondo.

La “antipoesía” ha calado hondo entre los más jóvenes, que no encuentran conexión entre su mundo y el mundo de las metáforas propias de la generación del 27 o de Neruda. A su vez, los “trascendentalistas” ven en la “antipoesía” una especie de satán, y encasillan como tal todo lo que se aleje de su estética. Craso error en ambos casos, porque de la ignorancia y de la exclusión nunca ha surgido nada bueno.

Que a estas alturas no hayamos logrado superar un debate tan manido y maniqueo habla muy mal de nosotros como comunidad literaria. Y no quiere decir esto que todos debamos vivir en paz y armonía, o que los debates sobre poéticas no sean importantes. Al contrario: la crítica de las poéticas debe estar en el centro de todo acto creativo. La dificultad viene cuando esa crítica es inexistente o sustituida por la opinión desinformada y por ende por el prejuicio.

3. Premios nacionales

Los aquileo del 2010, del 2011 y del 2012 han visto un cambio de paradigma. Los autores de mayor trayectoria han cedido su lugar a autores nuevos. Y esta situación no tiene nada contentos a muchos, lo cual se ha vuelto notorio en comentarios que se reproducen en diversos espacios.

Los aquileo han presentado una serie de vicios de fondo y de forma a lo largo de los años, pero al menos ahora parecen empezar a tomar un giro, y esto enoja a los escritores de la vieja escuela, que seguramente estarían más satisfechos si todo se mantuviera igual, ahí donde igual significa igual para sus propios intereses.

Un detalle llamativo año tras año es que los lectores (los escritores mismos) hacen sus apuestas por sus libros preferidos (y eso no tiene nada de malo), pero son apuestas hechas sin conocer los libros de los otros autores. Y una vez dado un premio no falta quien diga que no va a leer tal o cual libro, quien reclame por asuntos legales (sin conocer la ley de premios) o simplemente quien pretenda hacerse el desentendido y alegue que esos premios no revisten importancia alguna. Si así fueran las cosas realmente no habría cada año una polémica, pero resulta que así no son las cosas, y todos quieren un premio, y todos publican en diciembre y corren desesperadamente por hacerse con un galardón y luego todos están enojados, igual que la señora que gastó los aguinaldos de su familia para comprar lotería y no pegó y le estaba reclamando a la JPS.

Durante años la queja común era que los “trascendentalistas” se llevaban todos los premios. También era común que algunos poetas que decían no pertenecer a ningún bando criticaran esta situación. Pero basta que no recibamos un premio para que inmediatamente toda persona, desde el ministro hasta mi abuelita quede bajo sospecha (de clientelismo, de amiguismo, de acoso sexual, de sodomía, etcétera). Y ahora reaparecen los “trascendentalistas”, quejándose de que “la poesía ha caído en desgracia”, de que “se ha desvirtuado su carácter sagrado”, porque “hay un montón de mocosos escribiendo basura que no merece más que la excomunión y el castigo eterno”.

El único camino medianamente digno y decente para asumir el tema de los premios es que durante el año las obras se conozcan, se comenten, se critiquen; que sean leídas, por favor, para que una vez conocidos los ganadores podamos hablar con sentido y con criterios, no desde el hígado si no desde el único espacio posible para crecer y aprender: la crítica.

4. Conservadores y reaccionarios: mayores y menores. Para ir cerrando

Ya apuntamos el carácter moralista y religioso del texto de Aguilar. A su voz se suman muchas otras con el mismo tono conservador o peor aún reaccionario, lo cual no es de extrañar en un país que cada día adopta más la “política de la pandereta” que la de la razón. Tampoco sería de extrañar esta actitud en los mayores, lo que asusta es que también haya jóvenes que apoyen estas posiciones. A esos jóvenes solo les puedo decir: no se dejen seducir por luchas que ustedes creen son las suyas. Después se arrepentirán.

Aquí hay un llamado nuevamente a la mesura por un lado, para tomarse el tiempo de leer y reflexionar, para luego pasar a la acción, una acción patente en los textos que se puedan producir; una acción razonada, que sirva para tirar abajo los viejos ídolos pero también a los nuevos ídolos, porque nadie quiere religiones, sino personas capaces de pensar y de imaginar, y que en ese proceso sean capaces de construir un medio literario más honesto, más sólido y más sano, capaz de proyectarse y afirmarse frente a otros.

Comentarios

depeupleur ha dicho que…

Como dice el epígrafe inolvidable de Tertuliano: "¡Qué risa, todos lloraban!"
Rafael Angel Herra ha dicho que…



Buen texto y tan buen aporte como el de Emilia Fallas.

Sutil guiño el de Juan Murillo trayendo a cuento al viejo Tertuliano.
Soren Vargas ha dicho que…
Estoy totalmente de acuerdo, Gustavo. Sin embargo no creo que no exista lectura, porque hay mucha lectura (se citan poemas enteros inclusive, y es más, hasta contrastándolos). Mucha gente se siente estafada quizás por la forma en la que se han vendido los últimos, que ya están en un callejón estético sin salida, agotado, que sólo da para el autoplagio y algo más. Es natural, eso siempre ha pasado. Lo que no hay es una crítica argumentada para superar esta crisis, como vos decís, y espero que la haya. Tampoco pienso que sea un problema entre Transcendentalismo / Desencanto, porque a los desencantados, cuya poesía no sirve para nada, los detracta mucha gente para la cual Albán y demás ovejas celestiales son mero vintage.

Habrá que ver en qué desemboca esto, pero sea lo que pase será muy sano para nuestra literatura. Nunca han habido grandes trasformaciones estéticas sin pugnas ni negaciones. Muchas gracias por esta búsqueda de cordura.
Alfredo Montero ha dicho que…
Gracias por la lucidez Gustavo. Nuestra sociedad, en general requiere aprender o reaprender a analizar para discutir; el peor de los legados de los liberales de finales del XIX, fue el choteo, la descalificación. La crítica y la argumentación no están presentes en los grandes debates nacionales; y deberían ser ejes centrales; nos acostumbramos los ticos a pasar de la información a la opinión y a asumir la opinión como argumentación (posiblemente parte de esto es debido a la amplia y difundida escuela de comentadores deportivos o a la autocomplacencia). Los escritores son normalmente los motores de esas discusiones, tenemos que impulsar esas reflexiones, dinamizar debates y acercamientos críticos a lo establecido. La poesía no debe ser complaciente
Alexánder Obando ha dicho que…
Gracias, Gustavo. Ecuánime y oportuno.
Carlos Cortés ha dicho que…
Gustavo: Excelente artículo, lúcido e informado. Una de las claves de este "no debate" -con excepción de tu aporte y el de Gustavo Chaves- es que el trascendentalismo histórico (no el posterior) surgió en los setenta contra la poesía latinoamericana realista (Parra, Cardenal, Sabines, Retamar, etc.) con un propósito de desacreditar lo que se consideraba que no era "poesía" (y lo que debía serlo). Ojalá los poetas costarricenses se leyeran entre sí sin sectarismos.
Gustavo Solórzano-Alfaro ha dicho que…
Gracias a todos por leer y comentar.

Saludos
Andrés Soto ha dicho que…
Coincido en dos puntos esenciales con usted Gustavo.

1- El "yo lírico" no equivale al autor. Si algo ha aclarado la teoría literaria ha sido eso. No obstante, algunos poetas de la actualidad lo olvidan o simplemente lo ignoran.
2- La falta de lectura y la intolerancia. Pareciera que cada vez son más los poetas que se mandan a criticar sin leer (me incluyo).

De cualquier forma, excelente artículo.


Andrés Soto
Andrés Soto ha dicho que…
Coincido en dos puntos esenciales:

1- El desconocimiento de la teoría literaria (autor-yo lírico). Sobra decir que se confunde tales entes (por llamarlos de alguna manera).

2- La intolerancia. Se critica y no se lee. Se leen entre los que se critican pero no lo que critican.
Gustavo Solórzano-Alfaro ha dicho que…
Así están las cosas, Andrés.

Muchas gracias por pasar y por leer.

Saludos

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