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Crítica de poesía VII: "Cine en los sótanos", de Alfredo Trejos



Soy un gran aficionado al cine. Pero como buen cinéfilo esnob, mi educación sentimental pasó primero por Europa, y no es sino hasta recientemente que he intentado llenar el vacío que representa el gran cine estadounidense. De igual forma, para quien no tenga mayores referencias, la poesía de Alfredo Trejos sería un excelente punto de partida.

Dentro de ese proceso de acercarme a los clásicos, del viejo oeste, por ejemplo, he pasado por la majestuosidad del cine de John Ford, hasta llegar a Unforgiven, de Clint Eastwood. La escena final de esta, o de The Searchers, son el epítome del antihéroe, del hombre solitario frente al mundo, pero sobre todo, del hombre solitario consigo mismo, de cara a un crepúsculo que solo le recuerda su propia mortalidad.

Unforgiven es una gran película, pero no fue sino hasta días después, cuando tuve la oportunidad de comentarla brevemente con Alfredo, que creí comprender realmente la magnificencia de dicha cinta. Y es que conversar con Alfredo sobre cine, o sobre Eastwood, es un placer similar a leer su poesía, quizá porque en realidad no hay diferencia entre su vida y su obra. Como pocos, o como ninguno, el Flaco parece un “poeta antiguo”, de esos capaces de poetizar cada instante. No sé qué significa eso de “poetizar” ni si tal concepto dice algo, pero de seguro es lo que hace Trejos. No importa si es un recibo de luz, una disculpa por no asistir a una cena, una cerveza a medio terminar, una mujer entrevista en la ventanilla de un banco, un pistolero irredento de espaldas, la llamada de un amigo, una pintura, una canción o la señora de la limpieza en una oficina gubernamental, Alfredo lo pondrá por escrito, con un lenguaje a la vez claro y a la vez desbordado de imaginación.

Día con día, a pesar de que a veces se repite, Trejos no deja de sorprender con un poema escrito en el instante preciso en que ocurre un suceso consuetudinario. Y lo hace con el equilibrio de un lenguaje desenfadado y a la vez profundamente filosófico. Sus palabras logran revelar las miserias y algunas pequeñas alegrías de la vida diaria.

Dentro de esta visión, la derrota y el fracaso del ser humano son las constantes. Pero no se trata de una visión de víctima o de mártir, al contrario, se trata de abrazar el fracaso como única posibilidad y como fuente de conocimiento. Los “héroes” de los poemas de Trejos saben que no hay otra opción. Asumen su destino, como en una tragedia griega; se hunden a sí mismos porque solo en el fracaso más absoluto podrán encontrar su redención, como Eddie Felson en la película The Hustler (retomado en el poema “El buscavidas”(1)). Hay en esta forma de fracaso que Trejos nos ofrece incluso un disfrute y a la vez un acto de rebelión. El hablante lírico jamás se someterá a los dictados del mercado, de la moda, de las exigencias sociales. El fracaso como postura ante la vida, incluso como hedonismo; el fracaso como liberación. En The Hustler, Berth le dice a Eddie, después de que este ha perdido contra Minnesota Fats: “Eddie, has nacido para perder. Claro, te emborrachaste, tenías el mejor pretexto del mundo para perder, no importa perder con una buena excusa. Pero ganar, resulta a veces como una carga, pesa mucho,…”.

Todo lo anterior nos permite adentrarnos en el mundo poético de Alfredo Trejos, especialmente de su poemario Cine en los sótanos, el poemario más desolado y más hermoso que se ha escrito en Costa Rica: una oda al fracaso, un canto a hombres que de antemano se sabe que acabarán mal, como sugiere el poema “Easy rider” (p. 43).(2) Este libro de Trejos, junto con Vehículos pesados,(3) lo confirma como una de las voces más importantes y particulares de la poesía costarricense contemporánea.

Su primer poemario, Carta sin cuerpo,(4) era un compendio de fervor y elaboradas metáforas; un poderoso torrente lingüístico que termina por avasallar a muchos lectores. Mi libro favorito. Posteriormente, Arrullo para la noche tóxica(5) da un giro de 180 grados, al buscar un lenguaje más directo y sencillo, en el cual se pierde mucho de ese fervor incipiente, de esas largas estrofas o párrafos en los cuales el hablante lírico termina exhausto de tanta vida. Es un libro menor, que para mí queda debiendo; sin embargo, cuando vemos el siguiente paso en la producción trejiana comprendemos que Arrullo… fue indispensable para redondear su voz, para limar asperezas, para dosificar las cargas emocionales, para asestar los dardos de forma directa pero siempre sutil. Sus dos siguientes poemarios, Vehículos… y Cine… conjugan lo mejor de su producción. Hay en ellos imaginación al mejor estilo surrealista, ¿sino que otra cosa representa esa promesa de no destripar “más pescados en las vías férreas o en las filas de los bancos” o esas mujeres que “son como vasos de hierro colado llenas de espinas dulces y maderas aromáticas” que aparecen en “Del mejor cine casero: atribuible al whisky Widowmaker” (pp. 11-12), poema que abre el libro? 

A la vez, la soledad y la tristeza aparecen como ejes centrales de la producción de Alfredo. Una soledad y una tristeza que provienen de una larga fiesta que desde el comienzo iba de pique (“La fiesta inolvidable”, pp. 40-41); la resaca después de la epifanía de haber recorrido las calles y las noches por igual, con la certeza de que lo único que tiene sentido es la lealtad al amigo y la promesa de amores siempre efímeros.

En los poemas de Alfredo creo encontrar una estructura recurrente, característica: una estrofa o versos iniciales que dan el tema de entrada, una especie de introducción que sienta las bases, al mejor estilo clásico, de lo que se va a hablar; seguidamente, aparece una secuencia, muchas veces mediante la anáfora (y otros juegos y repeticiones) a manera de ejemplos, comparaciones o enumeraciones, y luego el cierre o remate, muchas veces de tipo filosófico, en el cual se retoma el tema. Por esta forma es que insisto en la veta clásica que recorre su poesía, al menos en el abordaje de los temas.(6) Si quisiéramos pensar en música, la forma que he descrito se acerca quizá a la sonata (propia del concierto y la sinfonía).

Por ejemplo, el texto “Monólogo desde la esquina del retador” (pp. 16-17), empieza por una ambientación y una acción: “Abro las cortinas / y trato de decirme: “hoy será un buen día”.” Luego, reflexiona sobre otros días que ha vivido: “Qué días estos / en los que me digo / lo que sea / para no regresar al cuento del que salí / justo como salí: perseguido por ratones / y lava.” Posteriormente, las siguientes estrofas sirven de refuerzo para ese inicio, son ejemplos de otros días:

Encontrarás más dinero
entre los dientes de un castor
que entre mis cosas
porque los negocios sucios
nunca resultan tan sucios como quisiera
y el salario sigue de espaldas a Dios
por aquello de que no crece
y menos se multiplica.


Se supone que he fracasado en todo
que me he quedado sin planes.


Pasaré
y la chaqueta que llevo al hombro
se atorará en los mecanismos.


Una mujer firmará bajo mis ojos
sin leer la letra chica.


Las pequeñeces que se ven de frente
y sin ganas.
Hay un mal augurio en todo esto.
Y llueve.
Debería pensar en retirarme.

Una vez que ha “ejemplificado” lo que sucede en otros días, similares a este en que hoy se despierta, sobreviene la revelación, con sutileza y amarga ironía a la vez: “Sé bien que allá afuera / bajo la promesa de un largo asalto / contra la lluvia / aún hay algunas puertas convencidas / de que soy yo quien toca”.

En cuanto al estilo de Trejos,  me parece ver en sus imágenes una combinación inusitada que las convierte a la vez en hipérbole, ironía y metáfora. Sus imágenes, de carácter descriptivo, tienen la fuerza de un mazo, porque intentan ser argumento para el tema central, para el verso primero en el que se expuso una idea o se dibujó un ambiente, de ahí que se generen las relaciones más inesperadas. Esto lo podíamos ver en los versos transcritos de “Del mejor cine casero” o en el mismo poema anterior: “Encontrarás más dinero / entre los dientes de un castor / que entre mis cosas”. Esta relación entre los dientes de un castor y la posibilidad de encontrar dinero dota a los poemas de imaginación; la hipérbole sirve porque el hablante lirico enfatiza la imposibilidad de que tenga dinero. Sin ser lastimera su condición de pobreza, más bien es vista con  aceptación. En la poesía de Trejos el fracaso no es para lamentarse; al contrario, el hablante lírico abraza el fracaso, se reconcilia con él, que es a la vez reconciliarse con su condición humana.

Cine en los sótanos, un conjunto de 32 poemas distribuidos en tres secciones (“I”, “II. Cine en los sótanos” y “III. Film noir”) es definitivamente un punto alto de la poesía costarricense de los últimos años, no solo por las razones levemente esbozadas, sino sobre todo porque no teme conjugar el sentido bohemio de la existencia (sin caer en el lugar común), junto con un universo intertextual de otra época (cinematográfico sobre todo) y un hondo sentido filosófico; apuesta arriesgada y que se agradece enormemente porque exige del lector un nivel de compromiso para su lectura y una viva disposición de ánimo.

La primera sección prepara el terreno. De entrada, el hablante afirma que “Es hora de defender la soledad” (p. 11), para recibirnos con un poema en prosa que es un aplanadora verbal de principio a fin, muestra del mejor Trejos. La segunda sección es un homenaje directo a varias películas. Cada poema toma su título de cada uno de los filmes retratados. Empieza con “El buscavidas” y continúa con otros tantos, entre los que podemos mencionar Vaquero de medianoche o Taxi Driver. Aquí, la escogencia de las películas no es gratuita. Todas ellas tienen como personaje central a seres que la sociedad puede considerar desadaptados, sujetos marginales al borde de la locura, el suicidio o la muerte; y caracterizados por actores icónicos, como Jack Nicholson, Robert de Niro o Marlon Brando. Por último, los “film noir” que nos presenta Trejos son precisamente el contrapunto ya no del mundo del cine sino de la “vida real”. Vidas oscuras, signadas por la tragedia y la pérdida, pero que a lo mejor encuentran siempre la forma de mantenerse en pie y seguir “jugando”, como sugieren los versos finales de “Del peor cine casero: los extraños días del stop motion” (pp. 67-68), que nos recuerdan la película Crash, de David Cronenberg: “Salí del bar despacio / como quien sale de un auto volcado / para entrar a otro auto volcado”. Como afirma la escritora Zingonia Zingone en la contraportada: “Cine en los sótanos es el guión secreto -lo que al espectador común no es dado conocer- de un largo viaje inútil que el poeta escoge vivir crudamente, tal y como es". Así es, la vida continúa y no es otra cosa que una repetición. Las derrotas mismas son una escogencia”, una búsqueda por exprimir de la vida todo lo que esta  pueda  ofrecer.

Salir de un auto volcado para entrar en otro a lo mejor no es muy alentador, pero qué se le va a hacer, es lo que hay, y la poesía de Trejos parece comprenderlo cabalmente. La poeta Silvia Piranesi lo observa y lo describe acertadamente:
No es una voz arrepentida, o resignada. Todavía le importa la fidelidad a los amigos, la camaradería escasa de permanecer en las buenas y en las malas. También le importan las mujeres, aquellas que son anti-heroínas, las femmes fatales ficticias y reales. A Alfredo le importa conjugar al trabajo desde la muerte o al revés. Una cosa es consecuencia de la otra. Recurre de nuevo a los oficios inútiles, al éxito, a la derrota, a todo lo que nos es fatal. Sus poemas se escriben con un mismo estado de ánimo que tiene diferentes nombres. Decir derrota y éxito. Cine en los sótanos es la victoria desde un hoyo negro.(7)
El atardecer rojizo. La silueta de Clint Eastwood de cuclillas, recortada junto a un árbol. Paul Newman en blanco y negro sobre la tela de una mesa de pool, cigarro en mano, 25 horas seguidas de jugar sin parar. “Sólo le pide un último juego / para perder y volver a Oakland / sin un centavo de culpa” (“El buscavidas”). Reconciliado consigo mismo, esa parece ser la premisa. Al final de la jornada, exhausto de disculparse con los amigos por los malos deseos de otro momento, de ver películas en sótanos oscuros y acariciar la última gota de alcohol, la poesía de Alfredo Trejos abraza la vida porque sabe que es lo único que a fin de cuentas queda. “La victoria desde un hoyo negro”. Abraza la vida y se va contento, a dormir donde el sueño apremie, pues al día siguiente tocará levantarse de nuevo, ser canalla, esquivar mujeres complicadas y sonreír con el dolor del último rollo de celuloide.(8)


***


Tres poemas de Cine en los sótanos en Las Malas Juntas 


Referencias 
(1) Cine en los sótanos, San José: Editorial Germinal, 2011, pp. 31-32. Las siguientes referencias son de este libro.
(2) Los enlaces no llevan a los textos, sino a las películas a las cuales aluden.
(3) Vehículos pesados, San José: Ediciones Espiral, 2011, 120 pp. 
(4) Carta sin cuerpo, San José: Ediciones Perro Azul, 2001, 52 pp.
(5) Arrullo para la noche tóxica, San José: Ediciones Perro Azul, 2005, 80 pp.
(6) Luis Chaves, en la contraportada de Vehículos pesados (seguir enlace arriba), afirma que “Trejos regresa a la tradición pero por otro camino”.
(7) Silvia Piranesi, texto de presentación de Cine en los sótanos. Aquí se puede leer completo.
(8) Ver también, de Cristina Ramírez, el texto de presentación del libro

Comentarios

Gustavo Adolfo Chaves ha dicho que…
"El poemario más desolado y más hermoso que se ha escrito en Costa Rica: una oda al fracaso, un canto a hombres que de antemano se sabe que acabarán mal..." Palabras mayores. Y ciertas. Como para pegarlas en la contraportada de la segunda edición, porque de fijo va a haber segunda vuelta. Ya lo hemos hablado, Tavoj, y estamos de acuerdo respecto a la trayectoria de Alfredo. Yo sí creo que "Cine en los sótanos" le gana en unidad a "Carta sin cuerpo", pero ambos son libros ineludibles e inagotables. Alfredo escribe como si todas las palabras estuvieran a la mano y como si todas tuvieran el mismo peso. Parece un chef experto, de esos que dicen "sal al gusto" pero ni mierda, a uno no le quedan igual las recetas así tan al buen ojo. El Flaco es un mago.
Gustavo Solórzano-Alfaro ha dicho que…
Tavo: "Carta sin cuerpo" me gusta porque es una explosión. Concuerdo, tiene más unidad "Cine..." Un poco eso creo ver en ese tránsito entre los dos primeros poemarios y los siguientes. También, esa capacidad para echar mano de "todas las palabras", esas relaciones inusitadas, en las que conviven focas de Zanzibar con armas humeantes y recibos vencidos.

Saludos y gracias por pasar

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