Imagen: Salvador Dalí, Metamorfosis de Narciso (1937), óleo sobre lienzo, 50,8 x 78,3, Tate Gallery, Londres.
La pregunta del título presupone que hubo un tiempo en que la literatura costarricense sí fue pensada, lo cual es cierto. Tal afirmación no responde a una añoranza, tan solo al hecho de que actualmente esa entelequia que es la literatura costarricense ya no se piensa más.
Hacia finales del siglo XIX, y a inicios del XX, de forma paralela (o porque formaba parte) a la consolidación de un proyecto nacional, los escritores de Costa Rica se dieron a la tarea de imaginar un país, de pensar cómo debía escribirse. La crítica, incipiente, corría de un lado a otro, en el mismo espíritu de la herencia europea que atravesaba Latinoamérica. Hacia la década de los 40 del siglo XX, en medio de tensiones políticas, nuevas generaciones buscaron otra vez imaginar esa literatura costarricense. Quizá con menos ahínco, o con menos herramientas, pero había un interés, interés que se fue desgastando poco a poco, y aunque los años 60, 70 e incluso 80 produjeron algunas discusiones relevantes, ese espíritu crítico (heredado de la ilustración) se perdió por completo. No es extraño el fenómeno ni sucedió solo en Costa Rica, pero en la medida en que me interesa esta parcela es que delimito los espacios.
De la mano de un proyecto nacional se produjo un proyecto literario. Que las obras fueran intrascendentes o no lo fueran es otro problema. Que parte del proyecto fuera elitista, patriarcal, eurocéntrico o capitalista también es otro asunto. Lo interesante es que ese proyecto nacional (político, económico, educativo) y ese proyecto literario eran de corte liberal, en el mejor sentido del término: había un interés secular por el desarrollo de los seres humanos y de la cultura, había una búsqueda de lo mejor y del bien común.
Claro está que no voy aquí a desgranar el proyecto político, ni a redundar en todos los males y mitos que también provocó. Lo que importa es resaltar el hecho de que más allá de qué se pensaba, o cómo se pensaba, había gente pensando. Aquí, pensando quiere decir cuestionando, criticando, pero sobre todo, imaginando. Hoy eso parece imposible.
Y vuelvo a la literatura costarricense, vuelvo a la pregunta inicial. Hoy tenemos muchas opciones, hay muchas vertientes y tendencias en nuestra literatura, y quizá para muchos todo esto sea positivo; sin embargo, la cantidad de palabras que se produzcan no es muestra necesaria de que realmente se esté pensando. Los autores escriben a diestra y siniestra, hay blogs por doquier y editoriales privadas y medios de autopublicación, todo lo cual ha generado movimiento y es necesario, pero ¿quién se dedica realmente a cuestionarse nuestra imagen?, ¿quién está preguntándose por los modos en que producimos nuestras obras?, ¿cómo las producimos?, ¿desde dónde?
¿Cuántos autores se hacen estas preguntas? ¿Cuántos tratan de descubrir qué lugar ocupan en el mapa de la historia? Y no hablo de si tienen inquietudes por ser reconocidos y famosos, hablo de conocimiento de sí mismos, de cuestionamiento, de invención, de búsqueda; de diálogo, de discusión; de construcción e interacción.
Está la academia, anquilosada y reducida, aunque se observan algunos cambios positivos. Están los escritores que no se formaron en la academia y la rechazan, sin mayor conocimiento de causa. Estos también suelen rechazar la crítica, incluso en su sentido más amplio. Tenemos a los escritores formados en la academia, a la cual apoyan sin más, y por ello igual de anquilosados e igual de reacios a la crítica. Tenemos a los escritores que, habiéndose formado en la academia, la rechazan, aunque nunca sabemos por qué. Así de claras son sus posiciones. Aquí más bien lo curioso es esa relación extraña y cuasi patológicoa entre escritura-academia-crítica, que nunca sabemos muy bien por dónde anda y menos para dónde va.
De tanto pretender ser diferentes, de tantas opciones que aparentemente tenemos, seguimos sumidos en lo mismo, continuamos atados a los fantasmas del realismo y del costumbrismo por un lado; de la crítica positivista o de la crítica impresionista por otro; del trascendentalismo y de la antipoesía; del mito romántico y del mito posmoderno también; y en toda esa telaraña, lo menos que hacemos es pensar; pensarnos, y mucho menos, inventarnos.
Comentarios
No es trivial que esa ausencia y el llamado a llenarla lo hagamos los mismos que estaríamos en posición de cumplir con el llamado.
Yo me pregunto si existe público para ese tipo de ejercicio mental, aparte de quienes lo pondrían sobre papel.
En las ocasiones en que la discusión alcanza un mínimo de enrarecimiento y aparece alguna palabra no cotidiana en lo que uno dice la reacción usual (con la excepción de los sospechosos usuales) es asumir que el crítico esta bombeteando y tratando de darese un perfil de intelectual.
Para algunos escritores que leen esos textos no comprender de lo que se habla reduce el texto inmediatamente a gliglico. No se preguntan si se estará hablando de algo que debería importarles sino más bien cual es la motivación de este crítico para decir palabras que no significan nada.
Los académicos que están en posición de desmenuzar adecuadamente lo dicho tampoco muestran mucho interés.
¿Cual función cumple entonces esa crítica más penetrante? Es una pregunta honesta, algo que hay que pensar.
Yo no sé Uds., pero a mí me da una nostalgia tremenda leer los artículos de la polémica sobre el nacionalismo en la literatura costarricense que se publicaron a raíz de las obras de Ricardo Fernández Guardia y Carlos Gagini.
Da la impresión que se ha perdido la pasión de saber qué somos en nuestras palabras y qué dicen ellas de nosotros (ya no tanto qué es lo que debemos hacer en la literatura porque creo que si en ella no hay libertad para hacer según cada quien opine, entonces no podría haber escritura). Es una pena.
Hace falta esa discusión en la que nos autoexaminemos no para curarnos, sino para mostrar por donde vamos caminando. Quizás la proliferación de canales electrónicos sea una reacción necesaria a tanto tiempo perdido y a tantos años de silencio incompresible.
Lo otro, pues sí, es lo que uno ve constantemente, sobre todo en FB. Toda la razón. Cualqueir meustra de querer pensar es atacada como "pseudointelectual", con lo cual uno se pregunta nada más cuál sería la pose genuinamente intelectual. El problema es que quienes desacreditan los esfuerzo por pensar de esa forma, por lo general creen que la literatura crece en los árboles.
La academia a veces se acerca, pero muchas veces lo hace con escritores que precisamente cumplen un doble papel: académicos y escritores. Es necesario el diálogo entre ambos, encontrar las líneas de cruce y de choque. Pero es raro ver que un escritor proponga una mesa redonda. Por lo general solo quieren leer sus poemas, igual que en sus blogs.
Y si, algo hay que pensar.
Ornitorrinco: el artículo hace referencia a esa "polémica", a ese "espíritu". Porque sí, efectivamente no existe un interés, de parte de los escritores, por pensar en nada. Hace falta la discusión, y aunque sea a brincos y a saltos algo se va generando.
Laura: puede que sí se esté gestando algo, tal y como le decía a Ornitorrinco, y tal como él sugiere con el intercambio que se da en algunos ámbitos. Sin embargo, creo que falta mucho, porque no es suficiente con asumir que hay algo nuevo (opuesto a lo "tradicional"), si antes no hemos sido capaces de pensar esa tradición (sin desecharla a priori). Hay en muchos escritores la idea de que están haciendo algo nuevo, pero esa sola idea ya es tradicional, lo han creído todos, siempre; y no se han detenido a observar y a observarse a sí mismos, y como no observan a su alrededor, no lo ven.
Por aquí vamos...
Saludos a los tres y gracias por leer y comentar
Yo soy pùblico.
Y bueno, desde ese punto de vista sí, todos somos público.
Saludos
Para no extenderme tanto en análisis década a década, diré que desde los tiempos de Gagini y Fernández Guardia ha habido siempre grupos de intelectuales analizando los continuos cambios que se originan en el entorno literario nacional, las causas, las influencias, las posibles consecuencias, los daños y beneficios que estos cambios implican para nuestra sociedad, etc.
Quizás, como decía Juan Murillo, el problema no es tanto quién cuestiona, si no la reacción que genera el cuestionamiento. Hay quienes hacen un análisis muy bueno pero de inmediato sale alguien a descalificarlo, a veces sin haber entendido muy bien de lo que se está hablando.
Creo que en algún momento nos sucede a todos.
Te doy algunos ejemplos, casi todos desconocidos por ustedes.
Funcianan y han funcionado desde hace tiempo grupos literarios en Guanacaste, Turrialba, San Ramón, Pérez Zeledón y otros lugares, los cuales se reúnen periódicamente para discutir temas diversos, entre ellos el de la identidad como tal a nivel local y nacional. El Círculo Literario de Guanacaste se reúne los últimos sábados de cada mes.
Más recientemente, los grupos literarios que se han abierto en foros como facebook, los blogs, los sitios web especializados en literatura, y otros espacios; hacen presumir que el debate va a abrirse a personas y grupos de personas que en otro tiempo han estado aislados. Sobretodo tomando en cuenta que estos grupos adquieren un sentido más nacional al incorporar individuos de casi todo el país, lo cual daría como resultado criterios más válidos.
Se necesita, eso sí, que también los miembros de esos grupos, incluido yo, abramos la mente y seamos más receptivos a los aportes de cualquier otro.
El autoexamen del que habla Ornitorrinco debería empezar por lo individual para luego extenderse a lo colectivo, sopesando el máximo de criterios posibles sin prejuzgar y sin descalificar a nadie.
El tema me parece muy amplio y da como para un análisis permanente y concienzudo. Lo difícil es no solo despertar el interés de la comunidad académica, literaria y consumidora, sino también mantener ese interés en el punto más alto.
También por eso, ese "autoexamen" es parte de lo que aquí he dicho, tiene que ver primero con un conocimiento profundo de uno mismo como escritor. Y claro, la apretura es para eso y además para poder interactuar con otros.
El tema es extenso y complejo, y no es la primera vez que lo tocamos aquí en esta casa o en grupos de FB, quizá lo que se necesite también es que se generen respuestas igualmente amplias y complejas, que otros retomen lo dicho, lo discutan, lo critiquen, lo rebatan, en sus propios espacios, como las cartas o columnas de los periódicos impresos de antes. Eso es también una forma de la generosidad.
Saludos
Por eso, quizás haga falta un cambio en nuestra posición no como escritores, sino como interlocutores; no en relación con lo que tenemos para decir, sino en desde dónde y cómo leemos / escuchamos. Coincido con Lucho sobre ser más receptivos, y añadiría discutir racionalmente las diferencias.
Quizás el sentido de la literatura costarricense no surja como algo que vamos a poder pensar y luego imponer a su movimiento, sino que tal vez debe arrancar de interpretar cuál es ese movimiento, cómo vamos nosotros adentro de ese movimiento (está claro que no podemos arrancar de pensarnos afuera de él), y entonces a partir de ahí establecer líneas sobre un proyecto, algo así como tomar las fichas de un juego de ajedrez que ya está empezado.
Coincido con Laura, Asterión, en que veo movimientos que parecen positivos en ese sentido, pero habría que volver sobre ellos para ahondar esa ruta. Si no, nos quedaremos con la nostalgia del Ornitorrinco.
Cabe preguntarse, como hace Nikolas Rose, si el problema puede ligarse a una mutación en Occidente del sentido de lo social, que se va deslizando hacia asociativismo, comunitarismo, como nuevos lenguajes sociales (que daría incluso la paradoja de la comunidad del 99% frente al Estado del 1%). Pero si hay nuevos lenguajes, ¿los estamos oyendo? ¿Fue el espíritu crítico lo que se perdió? ¿Fue el sentido de lo social?
Las discusiones recientes sobre la cuestión de la academia a mí me iluminan muy poco: en la academia hay posturas diversas sobre lo literario; entre los escritores hay posturas diversas sobre lo literario. (¿Puedo encontrar académicos chatos? Sí. ¿Puedo encontrar escritores chatos? Lo mismo.) A mí me interesan más esas posturas, ahí se encuentran las coincidencias y las diferencias, los distintos proyectos literarios.
A la cuestión de Juan, sobre si hay público para ese ejercicio mental, tendría que responder que no, no es un ejercicio mental, la teoría es una práctica, y me parece válida en todo momento, porque es lo que considero que hizo todo autor que yo respete, de Huidobro a Benjamin, de Hölderlin a Paul de Man, etc.
Eso no impide que se escriban textos para públicos más heterogéneos (no digo públicos amplios, porque amplios no llegan a serlo nunca, públicos amplios tiene el cine de Hollywood). Me parece excelente que se publiquen textos sobre literatura en los diarios, como hacés vos, Juan, de muy buena manera, pero eso dista de ser el único foro posible y deseable de discusión.
Sí diría algo más al respecto: yo no menospreciaría los efectos que pueda tener una discusión más restringida (como esta, evidentemente), quizás este sea un clima adecuado para ciertos inventos (que luego se pueden difundir, claro, o tienen efectos). En realidad podríamos llevarnos sorpresas si abrimos las puertas a la imaginación, como dice Asterión.
Todo eso que se mueve, porque algo se mueve y no busco negarlo, requiere de ciertas articulaciones. No como un todo homogéneo, no como un manifiesto o una poética (o una política) uniformes, pero sí como un tejido que de alguna manera dé soporte a eso que se mueve.
Sobre tu referencia a Rose, coincido, el asunto va por ahí: ¿cómo hemos pensado a través de la historia y por qué hoy se piensa de otro modo o "no se piensa"? Es evidente que ha habido una mutación, la cual debe ser ubicada y comprendida, con el fin de seguir produciendo.
Luego, también coincido: la teoría es una práctica. Es muy usual que en el mismo ámbito académico, se deseche la teoría porque se la opone a la "práctica". En el caso de la literatura igual. Basta que uno mencione estos problemas para que alguien te diga que eso no nos compete, que lo nuestro es la práctica, entendida esta como el acto de "escribir", casi como si fuera algo mecánico o automático. Que la "crítica" le toca a los "críticos". Para mí está claro que esa división no favorece en nada el acto de la escritura.
En todo caso, la idea es seguir. Ojalá hubiera réplicas en todos los órdenes y desde todos los frentes.
Saludos y gracias por tu aporte
Si la práctica de la teoría es un ejercicio de auto edificación entonces no hace falta discutir sobre foros y el solo ponerlo sobre papel es suficiente.
A mí, sin embargo, me pasa que las mejores ideas se me ocurren cuando discuto y cuando escribo algo que me costó mucho trabajo me produce gran frustración no tener con quien discutirlo, lo cual luego me lleva a pensar si debí haberlo escrito desde el principio o si debí ponerme a escribir ficción, un vehículo textual que tiene mucha más aceptación y que puede lidiar fácilmente con el mismo corpus de ideas que van en un ensayo.
Juan, me parece oportuno que hagás esa aclaración, y me encanta que le tengás cariño a la teoría, a veces parece lo contrario. Defender la teoría significa para mí darle el estatuto de la invención, es decir: permite desarrollar o pensar tantas cosas la lectura de “Presencias reales” de Steiner, o algún libro de Bernal Herrera o Manuel Picado, por decir cualquier ejemplo, como una novela de Kundera, de Rodolfo Arias, de Alex, etc.
No entendí a qué se refería lo de la teoría como ejercicio de autoedificación; si era una crítica te pediría que me la expliqués porque no la encuentro pertinente en relación con mis posiciones. Mi posición no es que hay “la práctica de la teoría” sino que la teoría es una práctica. Nadie tiene que compartir esa noción, pero yo sí aspiro a poder plantearla y que se entienda su diferencia. Mi impresión (me corregís si no es así) es que tenés una noción de la “literatura” como práctica de escritura, y de “teoría” como otro tipo de materialidad no de lenguaje, no ligada a la escritura, quizás mental como dijiste, y además (o quizás por eso mismo) connotada como solipsista.
Quizás por eso pensás que mi posición sobre la teoría es “autoedificación” (lo que eso signifique) y que se basta a sí misma de estar soportada en un papel. No lo creo para nada. Desde que la pienso como una función de traducción, ya es un diálogo, y si es una práctica, está dirigida a otros, es decir, depende de que otros la tomen y discutan. Es un movimiento de doble vía. ¿No sería útil también discutir obras de académicos, los que nos parezcan interesantes, claro está? Yo aprendí mucho leyendo sobre la polémica nacionalista (a propósito de lo comentado por Ornitorrinco, justamente) en Álvaro Quesada, por dar un ejemplo.
El tema de lo costarricense, de lo que partimos, no es un balín cerrado; el comentario de ev es muy pertinente: “El que pensó en la electricidad no esperó a que hubiera demanda”. Podríamos traducirlo a que la oferta crea la demanda.
La preocupación de Juan, creo, iba también un poco por el hecho de que apenas alguien huele algo ajeno, lo rechaza a priori, como "teoría" o "pseudointelectualidad", y con ello se corta todo intento.
Por lo demás, compartimos la posición sobre la teoría como una práctica, que fue lo que señalé en mi comentario anterior: la escritura como un ejercicio del pensamiento como un ejercicio de la interpretación como una traducción y viceversa: Un ejercicio de doble vía, como decís.
Y como también decía, aceptar ese juego, meterse en esa posibilidad, es una forma de la generosidad, contraria al silencio aplastante que usualmente se yergue sobe lo dicho o lo escrito.
Y vuelvo sobre lo que se ha señalado, aquí y en FB, que "sí se piensa", que "sí hay cosas". Sí, pero ¿por qué no hablamos de ellas? Por eso mi insistencia en que en realidad "no estamos pensando mucho?
Saludos
Si tomo lo que escribiste, tu respuesta inicial se asocia a la existencia de guetos literarios sin diálogo entre sí: en el sentido de facciones con posiciones irreconciliables, ¡a veces facciones de 1 miembro!, que despotrican contra todos los otros (o sea casi contra la cultura nacional en su conjunto).
Vos decís “¿Cuántos tratan de descubrir qué lugar ocupan en el mapa de la historia?”. El lugar que ocupamos depende de los lugares de los otros. Si entre guetos no se dialoga (no para sostener una única posición sino las diferencias de posiciones), entonces no se sabe qué lugar ocupa uno porque para saberlo hay que estudiar qué lugar ocupan los otros.
Es la posición de “aquí nada sirve”, “aquí no pasa nada nunca”, lo hizo Laureano Albán hace muchos años con su “Poesía contra poesía”, está en la idea de que “aquí no pasa nada desde el big bang”, ya famosa, es esa misma idea reiterada en la época posterior a la que vos señalás como la época en que sí se pensaba la literatura costarricense.
Me parece que en cierto momento Carmen Naranjo criticó esa postura de “aquí nada sirve” como una cuestión olímpica entre los intelectuales, pero no sé si se puede ahondar en estudiar esa cuestión. Si no lo estudiamos, quedamos atrapados en fantasmas, como dijiste al inicio.
Yo propondría de entrada pensar si esa posición “olímpica” (luego no tan desligada de los Olímpicos de los siglos XIX-XX) produce esos guetos donde nadia dialoga con nadie (ahí sí encuentro yo el solipsismo), o no hay receptividad, como decía Lucho. No sé, estoy disvariando un poco.
Me pregunto varias cosas: a) ¿esa posición “olímpica” existe?, b) si fuera así, ¿está fuertemente impregnada en nuestra cultura?, c) si fuera así, ¿la podemos pensar a partir de los Olímpicos (siglos XIX-XX), c) si estamos dentro de esa idea, ¿podríamos criticar esa idea sin hacerlo una vez más desde un punto de mira “olímpico”?
También redondeás la otra idea. Mi "queja" no es la de que no pasa nada; sino que pasa de todo pero a lo loco, en carrera, de forma "sorda"; automática. La ética de la escritura es la de producir (al menos un ruptura de sentido), no la de reproducir porque sí.
Tus preguntas: creo que sí existe esa postura "olímpica". Se ve diariamente cuando académicos o escritores de "abolengo" ingresan a los foros virtuales y los desacreditan. Y creo que sí se puede romper con esa forma de pensar. De hecho, ahí doy la razón cuando algunos señalan que hay cosas que están cambiando, porque sí, la literatura siempre va un paso adelante, lo que falta es, una vez más, la escucha, la articulación...
Aunque quizá ese hablar en el vacio sea una solución y la producción pueda también generar su propia audiencia. ¿Por qué no? Pero probablemente sera siempre un asunto especializado de audiencias reducidas de escritores, lectores especializados y académicos. Pero sin esa respuesta mínima me parece que la crítica no puede existir.
En cuanto a la idea de la parálisis intelectual derivada de un Olimpianismo del cual estamos excluidos, me parece que existe, por ejemplo la idea expuesta por Luis Chaves, que informa a la antipoesía, de la "literatura menor" que parte, me parece, de una idea como la que expresaba Gombrowicz:
"En Polonia como en Sudamérica todos prefieren lamentarse de su condición inferior de menores y peores, en vez de aceptarla como un nuevo y fecundo punto de partida"
Esa posición antiolimpica no evita, sin embargo, la depresión intelectual que se vive aquí.
Yo creo que tiene que ver con la aversión del costarricense a las actitudes que atenten contra la idea del "igualitico". Pareciera que pensar la literatura en Costa Rica equivale de algún modo a ostentar, ser pretencioso. Se asume, sin tomarse el esfuerzo de entender lo escrito, que todo texto de ideas es en realidad una pose, un ejercicio de autobombo, un intento por crear una falsa distancia con el tico promedio, en este caso con el escritor promedio.
Tal vez entonces no es la posición olimpica ni la de literatura menor la que paralizan el pensamiento, sino la idea de lo que la igualdad democrática significa para los ticos.
Ahora, si por hablar al vacío interpretás la idea de que la oferta cree la demanda, mi opinión es que en general eso es así, sea Coca-Cola o poesía, la oferta crea la demanda. El blog “100 p/m” es un buen ejemplo de eso. Y claro: algunas ofertas logran éxito en generar demanda, otras poco o nada. Pero sin perder de vista que algunos éxitos son deseables; otros no tanto. La cuestión dialéctica pasa por ahí.
Sobre la cuestión “olímpica”, también lo usé en un sentido totalmente diferente. Para mí esa es una hipótesis (o sea es algo “medio volado”, quiero decir) cultural, una suposición cultural para ser exactos, no tiene nada que ver con Parra o Luis Chaves ni con lo que planteaste en tu blog de antipoesía ni con literatura menor ni con nada de eso. Más bien, es un intento de explicar la dificultad para pensar la postura propia en relación con las otras posturas; por eso intenté ubicarlo en el cambio de siglo XIX-XX, en Costa Rica, y de articularlo con la polémica nacionalista.
Ahora, como suposición cultural sí tiene que ver con tu hipótesis correspondiente del “igualitico”, me parece que podría articularse como dos polos: igualitico-olímpico. (Se relaciona con lo que decís de “ostentar, ser pretencioso”). O sea, se trataría de pensar una aversión a atentar contra el igualitico, pero articulada a una tendencia a escapar del igualitico: es, por ejemplo, la paradójica posición compartida de Gagini y Ricardo Fernández Guardia sobre lo popular.
Aunque Gagini defiende usar temas locales y Fernández dice que de una india de Pacaca solo puede salir otra india de Pacaca, con el análisis de Álvaro Quesada se puede pensar que ambos comparten una misma idea de la “manera literaria —ciertos elementos formales y lingüísticos válidos para enfocar cualquier tema ”, y los modelos de ambos son europeos (donde hay que subrayar que “europeo” = “universal”). A mí me parece que quedamos muy pendientes de esa instancia “europea”, por llamarla de alguna manera, para que nos valide nuestra condición de universales (en el sentido en que cualquier cultura —de Atenas o de Pacaca— tiene esa función de lo universal, de armar un “mundo”, pero funciona distinto).
En ese sentido, si “pensar la literatura en Costa Rica equivale de algún modo a ostentar, ser pretencioso”, como decís, o bien “olímpico”, como yo digo, quizás esa idea de nuestra cultura (es decir, presente en escritores y lectores por igual) sea un obstáculo para la discusión. De repente podemos seguir pensando esta cuestión.
Juan y Esteban:
Sobre la generosidad: cuando Juan mencionó el asunto, me quedé dando vueltas, para ver si era lo que yo pensaba. En un principio era como lo percibió Esteban, pero seguí "atorado" ahí. Debe ser en doble vía, porque sí requiere algo de "sacrificio": no esperar que los demás vuelvan mis ojos sobre mí y sobre mi obra, sino volver yo mis ojos sobre los demás y sus obras sin esperar nada a cambio. Sé que suena utópico (y hasta "new age", jeje), pero no veo otra forma. La interacción entre autores y obras se da porque alguien logra reconocer en el otro una propuesta (si es válida es un asunto posterior).
Sobre lo "olímpico": cierto, el problema del "igualitico" está ahí. A cada intento alguien se queja de las "posturas intelectuales". Las preguntas serían: ¿es posible superar esa condición?, ¿cómo superarla?
El otro aspecto tiene que ver con esa posibilidad de pensarnos sin esperar la validación de Europa, o incluso del resto de Latinoamérica. ¿Es posible? Creo que sí, pasa por la posibilidad de construir discursos, para empezar. Ahora, el mismo "éxito" o "reconocimiento" tiene que ver con la industria, y no con la escritura. Lo curioso es que no haya ninguna industria aquí que desee generar la demanda, exportar el material. ¿Por qué? ¿Quizá porque los otros mercados son grandes o difíciles de superar? Entonces, ¿estamos condenados? ¿Es una paradoja insoluble?
La mención de la idea de la "literatura menor" no me pareció trivial, aunque tal vez sí hice un misreading de la idea de lo olímpico de Esteban. La "literatura menor" viene de Deleuze y Guattari describiendo a Kafka como un escritor de minoría escribiendo en un lenguaje que no es el pripio e inscrito en un contexto que no es el suyo. Sé que Chaves no se refiere a esto sino más bien a la idea de Gombrowicz de abandonar el parámetro europeo o de escribir "desde nuestras limitaciones". Esas ideas de Chaves son una forma diferente de pensar nuestra literatura y son en cierto modo una respuesta al post inicial de Gustavo. La "condena" de la que habla Gustavo al final no es otra cosa que la periferia, somos infinitamente perifericos (solo podríamos serlo más si escribieramos en Limón o Osa). Pero esa periferia puede ser una ventaja, puede ser un punto de partida, como dice Gombrowicz.
Eso es importante porque aún hoy vemos como la polémica nacionalista esta viva (Álex, por ejemplo, la revive cada cierto tiempo con asuntos como el uso del vernáculo o el tuteo) pero siempre pensada implicitamente dentro de los criterios canónicos de la literatura Europea (y norteamericana o latinoamericana), como apuntaba Esteban.
El asunto de la crítica, como diría Pound, "troubles my sleep". Y me quita el sueño porque, a diferencia de Asterión, yo no creo que haya existido NUNCA en nuestro país. Ahora, aquí debo intentar aclarar qué tipo de crítica es la que me hace falta.
Sería una crítica que no reniegue de la teoría, de manera que, si no objetiva (lo cual a mí me parece aburrido e inútil), sea al menos fundamentada. No una teoría extratextual e ininteligible que diga que tal poema es exteriorista o modernista, sino una teoría textual que investigue qué tan bien funcionan los mecanismos del paraguas que tenemos en la mano. Una teoría que se entienda como práctica de lectura, no de historiografía.
Sería una crítica preocupada por el texto y su contexto, no por elaborar un imaginario nacional o un horizonte literario con todo lo que se escribe. Una crítica que valore la escritura antes que nada, que trate de entender cómo funciona como arte y como discurso, de manera que no se quede en decir que tal novela es de rompimiento porque usa el lenguaje de la calle, sino que valore hasta qué punto ese lenguaje funciona en la novela como una manera efectiva y nueva de decir.
La verdad de las cosas es que la crítica que a mí me hace falta es la que se pronuncie, sin tapujos, sobre por qué es tan malo casi todo lo que escribimos y qué hay de bueno en lo poco que resta. Sin este tipo de involucramiento con el texto, por superficial que parezca, es posible que aparezca entre nosotros un nuevo Borges y nadie se dé cuenta hasta medio siglo después, cuando lo rescatemos para decir que pobrecito, que qué mal lo tratamos, que qué bien que escribía después de todo (síndrome Yolanda Oreamuno).
Los relatos sobre la nación están en descrédito y por buenas razones. Una crítica prudente dejaría ya de hablar sobre qué hace a tal o cual literatura "costarricense" y empezaría a hablar de lo que la hace literariamente interesante, problemática y pertinente. Todos tenemos criterios para definir esto; hay que sacarlos a la luz y enfrentarlos a otros. La demanda la crea la voluntad de pensar, y esa voluntad crece a su vez en un medio donde intercambiar ideas es un asunto cotidiano. A como están las cosas, ese cuchicheo de cantina que no va más allá de preguntar "¿A vos te gusta lo que escribe Esteban Ureña?" o "¿Qué te pareció el nuevo libro de Juan Murillo?" para después hablar de güilas no sirve para nada porque, en primer lugar, no es público, y en segundo lugar no explica los criterios desde los cuales se están emitiendo las opiniones.
Esta crítica estaría centrada en el "cómo" pensar la literatura, no tanto en el "qué" que se piensa. Así, no importaría que alguien diga los poemas de Fulano son malos, siempre y cuando explique cómo pudo determinar esto, qué parámetros está utilizando. Es un asunto de honestidad intelectual, de aprender a reconocer nuestros horizontes de lectura y de mantenernos abiertos a los horizontes que cada texto propone. Con esos parámetros es posible discutir. Puede haber discusión cuando alguien dice, por ejemplo, que no le gusta la poesía de Silvia Piranesi porque en su caos experimental resulta formulaica y repetitiva. Eso se puede discutir. No se puede discutir algo como que no me guste la poesía de Silvia Piranesi porque ella es una juega e' viva.
Una crítica como la que añoro no va a abolir la mezquindad ni la subjetividad, pero las va a hacer más fácilmente identificables.
(Continúa...)
Yo he empezado una guerra personal contra la frase "Ya dirá el futuro qué será estos escritores". La usó Isaac felipe para hablar de Carlos de la Ossa y se ha convertido en una muletilla entre reseñadores contemporáneos. Mi punto es que el futuro nunca va a decir nada si un ente menos etéreo (alguien con cédula y células) no dice algo que los demás podamos debatir en comunidad.
Lo que se ocupa es tanto crítica como voluntad de dialogar con esa crítica. No me voy a poner de ejemplo de nada, pero cuando yo escribí mi reseña sobre la antología "Retratos de una generación imposible", esperaba que alguien me aclarara mis puntos ciegos sobre los poetas a los que critiqué con más vehemencia. En su lugar, lo único que obtuve fueron mensajes privados tipo "Creo que fuiste muy duro con X", o reacciones públicas como "Es sospechoso que alguien que lee a Carlos de la Ossa critique ahora a Y". Y luego cuchicheos que llegan por medio de terceros, sobre que tal poeta es buena gente, que qué exagerado yo...
La crítica que me hace falta es una que entienda que una cosa son los escritores, y otra las cosas que escriben, que muchas, pero muchas veces son bastantes decepcionantes. Pensar en el por qué de esas limitaciones me parece un mayor servicio a la salud intelectual del país que seguir rescatando autores luego de medio siglo de muertos para decir: este es europeizante, este es costumbrista, esto es pasto.
Insisto: una crítica que hable de los textos y sus mecanismos. Que me deje a mí descubrir los temas y las tramas. Lo que hay actualmente es reseña, y está muy bien. Pero no es la crítica que a mí me hace falta.
Ahora que venga Esteban Ureña y me explique qué me hicieron mis papás en mi niñez que me volvieron así :-)
Gustavo: Yo sabía que estabas ahí espiando a la espera de pegar el brinco. Ya era hora.
Valga primero una aclaración, que ya he venido haciendo, pero creo que no muy exitosamente. No añoro la polémica sobre el nacionalismo ni me interesa construir proyectos identitarios o meganacionales sobre la literatura. Lo señalo porque quizá se perciba que ese es mi deseo y que lo que sucedió "in illo tempore" es para mí el modelo. Claro, si uno no sale y pega un par de tiros al aire, nadie dice nada. Ese era el objetivo.
Por lo demás, qué te puedo decir, sabés que comparto tus posiciones, sabés que me gustaría un diálogo más abierto, donde uno sea capaz de hacer lecturas que no resulten en diatribas personales. En ese sentido, creo que tanto Juan como vos pueden dar testimonio de que soy el primero que no se toma nada sobre su obra de forma personal.
Sobre la teoría, Esteban puede decirlo mejor que yo, pero aquí también tenemos puntos en común, pues no nos resulta un impedimento, más bien un insumo, un componente vital, una forma de articular las ideas, una forma de la praxis.
Una vez que se logre alcanzar un tipo de crítica como la que vos deseás, también será posible articular un poco mejor qué es lo que sucede en este hermoso país. Y por qué no, si valiera la pena, decírselo al mundo de un mejor modo.
Saludos y gracias por el aporte
Gustavo Ch.: El descrédito del concepto de nación y en particular de la costarricense no ha hecho mucho por abolir esa idea en la mente de los escritores ticos. Basta que ellos la crean real para que tenga consecuencias en la realidad, como decía Thomas en su teorema. Sería difícil encontrar escritores que crean que no existe la literatura "costarricense". De hecho, aquí la gran mayoría escribe desde ese concepto, a favor o en contra, explícita o implícitamente, haciendo bando con ideas europeas o gringas o latinoamericanas de literatura o bien con el folclor, costumbrismo o realismo descriptivo de lo "tico". Es un tema inevitable de análisis literario, me parece, para bien o para mal.
No estoy de acuerdo con tu reducción de la crítica a la discusión de la "mecánica" literaria, aunque puede que la este malentendiendo. Para empezar no veo la distinción entre otros mecanismos literarios y la trama o el desarrollo temático, que evidentemente son mecanismos del texto.
Evaluar positiva o negativamente un texto por la efectividad o novedad de sus mecanismos literarios puede ser útil para generar un canon o para mejorar la calidad literaria castigando al autor con el oprobio público, o para guiar al lector hacia unos textos y lejos de otros, pero deja por fuera la discusión de los significados generados por esos textos.
Me parece que aparte de la evidente carencia de una crítica que lidie con la técnica literaria, tenemos una carencia aún más profunda de una crítica que lidie con las ideas y los significados que generan las historias.
Entiendo que cuando comparás el "cómo" con el "qué" están confrontando el análisis de texto mismo con la mera clasificación del texto. Pero también hay un "qué" que se refiere a la comprensión, el significado, las ideas y el contexto de esas ideas, que me parece debería ser el centro de la crítica literaria y que es otra forma mas apremiante de empatar los horizontes propios con los propuestos por la obra.
http://www.newyorker.com/online/blogs/books/2011/10/worst-college-essays-1989.html
Y sobre la Yunai, se ve cómo poco a poco van saliendo del espejismo pos y de la escuela del resentimiento. Bloom debe estar feliz.
Saludos