(Imperio austro-húngaro, 8 de abril de 1911-Francia, 20 de junio de 1995)
Sus biografías dicen, usualmente, “filósofo y ensayista”. Yo digo “poeta”. Prefirió recorrer Francia en bicicleta antes que dedicarse al claustro universitario. ¿Un “in memóriam “ a destiempo o justo para esta Semana Santa? He aquí los fragmentos de una ética y de una estética.
Hubo una época en que los hombres podían dirigirse en cualquier momento a un Dios acogedor que enterraba en su Nada los suspiros humanos. Hoy nos hallamos desconsolados por no tener a quién confesar nuestros tormentos. ¿Cómo dudar de que antaño este mundo haya estado en Dios? La Historia se divide en un antaño en el que los hombres se sentían atraídos por el vacío vibrante de la Divinidad y un hoy en el que la nimiedad del mundo carece de aliento divino.
De De lágrimas y de santos (2.a ed.),
Barcelona: Tusquets Editores, 1994, p. 25.
Nada podría justificar el hecho de vivir. ¿Cómo, habiendo explorado nuestros propios extremos, seguir hablando de argumentos, causas, efectos o consideraciones morales? Es imposible, puesto que no quedan entonces para vivir más que razones carentes de todo fundamento. En el apogeo de la desesperación, sólo la pasión por lo absurdo orna aún el caos con un resplandor demoníaco. Cuando todos los ideales corrientes, sean morales, estéticos, religiosos, sociales o de cualquier otra clase, no logran imprimir a la vida una dirección y una finalidad, ¿cómo preservarla del vacío? La única manera de lograrlo consiste en aferrarse a lo absurdo y a la inutilidad absoluta, a esa nada fundamentalmente inconsistente cuya ficción es susceptible sin embargo de crear la ilusión de la vida.
De “La pasión por lo absurdo”, En las cimas de la desesperación (3.a ed.),
Barcelona: Tusquets Editores, 1996, p. 23.
Formados en la escuela de los veleidosos, idólatras del fragmento y del estigma, pertenecemos a un tiempo clínico en que únicamente nos importan los casos. Sólo nos interesa lo que un escritor se ha callado, lo que hubiera podido decir, sus profundidades mudas. Si deja una obra, si se explica, se asegura nuestro olvido.
Magia del artista irrealizado…, de un vencido que desaprovecha sus decepciones, que no sabe hacerlas fructificar.
De Silogismos de la amargura (3.a ed.),
Barcelona: Tusquets Editores, 1997, p. 11
Si Nietzsche, Proust, Baudelaire o Rimbaud sobreviven a las fluctuaciones de la moda, se lo deben a la gratitud de su crueldad, a su cirugía demoníaca, a la generosidad de su hiel. Lo que le permite durar a una obra, lo que le impide envejecer, es su ferocidad. ¿Afirmación gratuita? Considérese el prestigio del Evangelio, libro agresivo, libro venenoso entre todos.
Ídem, pp. 19-20.
Bach, Shakespeare, Beethoven, Dostoievski y Nietzsche son el único argumento contra el monoteísmo.
De El libro de las quimeras,
Barcelona: Tusquets Editores, 1996, p. 238.
Comentarios
Leandro: uno siempre tan correcto y pertinente. Sobre la bici, bueno, por eso puse una foto algo distinta de ese viejito que no mata ni una mosca (o las mata todas).
Saludos a ambos y gracias por pasar
Saludos y gracias por pasar
gracias saludos
Es un autor por ello con muchos matices, y claro que si lo tomamos como una "filosofía" o una "moral" es probable que lo desechemos rápidamente o simplemente no concordemos con él, pues muchos de sus efluvios responden a un afán pasional bastante juvenil, por decirlo de algún modo, que con el tiempo ya no cala en corazones duros de los que empiezan a saber hacerse "mayores".
Donde hay que releerlo es en la fuerza y visión de esas líneas duras y maravillosas que siempre aroja.
Saludos y gracias por pasar