Fragmento del artículo “La metáfora. Realidad, lenguaje y poesía”
Más que fría razón
En su ensayo More Than Cool Reason. A Field Guide to Poetic Metaphor, George Lakoff y Mark Turner plantean que la metáfora es parte integral de nuestras vidas cotidianas, no solo vehículos de expresión de los poetas, y que gran parte de nuestras ideas o comprensión de las cosas pasa por un entendimiento automático e inconsciente de metáforas que yacen en nuestro pensamiento. Dicho de otra forma, nuestra forma de ver el mundo responde a una serie de juegos metafóricos propios de nuestra cultura:
Ahora bien, al estudio de Lakoff y Turner se le pueden hacer dos críticas principales: una, su insistencia en que los procesos metafóricos son automáticos e inconscientes; y dos, una ambivalencia no resuelta entre la metáfora como previa al pensamiento o posterior a él.
Su tesis es válida, pero pareciera fallar cuando los ejemplos, muy bien presentados, solamente demuestran maneras exegéticas de analizar poemas. Es decir, que al hacer el análisis de un texto y decir que utiliza una metáfora que es parte del acervo cultural de un pueblo no se demuestra la teoría. Se demuestra, sí, la relación y el diálogo de los sujetos y la cultura, pero no podríamos de ahí afirmar que las metáforas son previas al ser humano. Quedan pendientes, al menos hasta el capítulo 1, las cuestiones atinentes al origen de dichas metáforas. ¿Existen en un universo ideal, prelingüístico? ¿Moldean el lenguaje? ¿De dónde surgen?
Como se puede observar, de alguna manera los razonamientos y maneras de realizar la interpretación de los textos que nos ofrecen (poemas de Shakespeare o de Dickinson, por ejemplo) resultan circulares, e incluso en el borde de la falacia por esto mismo.
Ahora bien, con el ánimo de aprovechar el camino que ambos pensadores inician, lo que debería seguir es demostrar no tanto que las metáforas son previas al pensamiento (con lo que la hipótesis adquiere cierto aire metafísico, e incluso esotérico o místico, si se quiere) sino que nos permiten demostrar que nuestra percepción del mundo responde en gran medida a estructuras lingüísticas que vamos aprendiendo durante distintas etapas de nuestro desarrollo: desde las metáforas conceptuales hasta las metáforas complejas.
Entonces, lo que sí podríamos deducir, tratando de aceptar los presupuestos de Lakoff y Turner, repetimos, es que evidentemente el lenguaje es parte integral de la forma en la que nos desenvolvemos en el mundo.
Esta idea se puede empezar a plantear desde que aceptamos que la metáfora no es solo un tropo poético, sino la conditio sine qua non del lenguaje. El lenguaje es metáforico por excelencia. Si partimos de que una metáfora se fundamenta en la fórmula A=B, o dicho de otro modo, A es B, todas las palabras son iguales o sustitutas de las cosas. La palabra “silla” es igual al objeto “silla” o lo sustituye, o sea, la palabra es metáfora de la cosa, o como diría Borges en su poema “El Golem”:
En sentido estricto, el nominalismo de la Edad Media se oponía al platonismo. Mientras este consideraba que había universales previos a las cosas y fuera de ellas, aquel sostenía que las palabras eran solo abstracciones, y que únicamente las cosas y los individuos tenían existencia real. De esta postura, se empieza a derivar la idea de que no hay objetos ideales fuera del mundo real, sino que solamente hay palabras, y que por tanto, la realidad es una construcción del lenguaje. Esta sería precisamente la tesis de Umberto Eco en su novela El nombre de la rosa. La trama nos presenta algunos de los debates teológicos del medioevo, y la frase final es la que aporta el cierre de la tesis: “Stat rosa pristina nomine. Nomina nuda tenemos.”(2) (1994: 471).
En la modernidad, el pragmatismo lingüístico es heredero, al menos en parte, de esta idea, puesto que el significado no es una esencia de las palabras, sino que se construye a partir de las relaciones entre las palabras y el contexto. Desde tal perspectiva, es comprensible los ejemplos de análisis de poemas que nos entregan Lakoff y Turner, pues finalmente lo que reflejan son las relaciones entre las estructuras lingüísticas de una comunidad y sus manifestaciones literarias.
La metáfora: ¿realidad o ilusión?
Uno de los problemas que se presentan al intentar estudiar o acercarse al concepto de metáfora está relacionado con las nociones de realidad / ilusión (o verdad / mentira, según la óptica). Cierta tendencia usualmente descarta las metáforas como meros productos imaginarios sin asideros en la realidad, y mucho menos sin efecto sobre ella. Tal idea presupone, además, que existen otras ideas que sí son “reales” o “verdaderas”.
Este debate se ajusta a la dicotomía objetividad / subjetividad, que tan fértil resulta en ciertos ámbitos, o en todo caso, resultó en ciertos momentos históricos como una manera de poner en entredicho determinados presupuestos. Sin embargo, actualmente se toma, no en pocas ocasiones, como pretexto para frenar las discusiones.
Repetimos, todo esto trae aparejado el problema de objetividad / subjetividad, ya que la ciencia moderna intentó ser la abanderada del pensamiento objetivo, mientras que la subjetividad quedó relegada al campo de las artes, por decirlo de algún modo. Sin embargo, es ya aceptado que ni la ciencia es completamente objetiva ni las artes completamente subjetivas. Entre estos campos del quehacer se tejen sutiles diferencias y relaciones, las cuales impiden seguir haciendo divisiones tan tajantes, pero sobre todo, tan infértiles.
Ante tal situación, lo que proponemos es partir de la noción planteada por Nietzsche acerca de la “verdad”:
Hasta cierto punto, se podría incluso afirmar que Nietzsche realiza un proceso de deconstrucción de las nociones de verdad que habían permeado la cultura Occidental, y las desenmascara como ilusiones, como metáforas huecas que “ya no dicen nada”, pero que siguen actuando en lo más profundo de la psique (histórica y social).
Si aceptamos la anterior afirmación, el hecho de que la verdad no exista (como categoría absoluta) no debería asustarnos. Todo lo contario, debería instaurar en nosotros un espíritu crítico constante, precisamente para engrasar de nuevo los mecanismos que nos permitan cada vez generar nuevas metáforas transformadoras.
Del mismo modo, aceptar que la cultura, que los pueblos se rigen por metáforas(6) (sin saber que lo son), instauradas en lo profundo sería un argumento a favor de la hipótesis de Lakoff y Turner.
La poesía como forma de conocimiento
¿La metáfora nos dice? Efectivamente. La metáfora, la poesía, o el lenguaje en general, nos hablan. No es el lenguaje una herramienta, o al menos no es solamente una herramienta, sino una forma de conectarnos con el universo, y a la vez, tratar de hacernos escapar de él.
La poesía nace y renace en cada época y en cada tiempo, y como un resplandeciente fénix (Giogia, 1995), es capaz de surgir de las cenizas para provocar el enfrentamiento entre la pasión y la vida cotidiana. Las metáforas son las bisagras en este juego, las posibilidades de articulación de los mundos del ser humano.
La mente se mueve a partir de las frases lejanas que son dictadas por el fuego antiguo de los dioses caídos. Quizá esta imagen misma sea un ejemplo de esa forma de acercamiento al mundo y a su realidad. ¿Cómo aprehender el mundo poéticamente? ¿Cómo lograr que las metáforas permitan nuevas transformaciones en la sociedad?
El zeitgeist(7) de nuestro tiempo, dicen algunos, pretende hacernos creer que solo se puede vivir con base en la ironía. Es verdad que la ironía es el anverso de la metáfora, su cara sonriente: posibilidad y parodia, pero no es menos cierto que no podemos construir poesía solamente con la ironía, tal y como afirma el poeta polaco Adam Zagajewski (2004).
El ser humano necesita de la pasión tanto como necesita de la ironía. En última instancia, ambas son formas de conocimiento, formas de entendernos a nosotros mismos y entender el mundo en el que vivimos.
Nietzsche, de algún modo también había señalado esto en el texto que ya hemos citado. Asimismo, su texto El origen de la tragedia (1992), nos hacía vislumbrar, en los albores de la humanidad, una danza ritual donde el espíritu apolíneo y el espíritu dionisíaco eran uno solo, reunidos en el seno de la naturaleza.
La analogía es la metáfora por excelencia, y si aceptamos que el lenguaje afecta, al menos parcialmente, nuestro modo de ver el mundo, también debemos aceptar que la metáfora es la voz otra que nos deja escuchar las lejanas aguas del origen.
A su vez, como decía Octavio Paz (1998), la ironía es la herida por donde se desangra la analogía. Y como pensaba Zagajewski (2004): con el ardor podemos construir enormes monumentos, pero inhabitables. La ironía nos permite hacerlos habitables, pues representa las puertas y ventanas.
Más que fría razón
En su ensayo More Than Cool Reason. A Field Guide to Poetic Metaphor, George Lakoff y Mark Turner plantean que la metáfora es parte integral de nuestras vidas cotidianas, no solo vehículos de expresión de los poetas, y que gran parte de nuestras ideas o comprensión de las cosas pasa por un entendimiento automático e inconsciente de metáforas que yacen en nuestro pensamiento. Dicho de otra forma, nuestra forma de ver el mundo responde a una serie de juegos metafóricos propios de nuestra cultura:
Metaphor is a tool so ordinary that we use it unconsciously and automatically, with so little effort that we hardly notice. It is omnipresent: metaphor suffuses our thoughts, no matter what we are thinking about. […] It is conventional: metaphor is an integral part of our ordinary everyday thought and language. And it is irreplaceable: metaphor allows us to understand our selves and our world in ways that no other modes of thought can.(1) (Lakoff y Turner, 1989: xi).De la cita anterior se puede desprender, al menos, una relación directa con la hipótesis Sapir-Whorf, en su vertiente relativista. Además, se puede agregar que, en todo caso, el pensamiento y el lenguaje son dos fenómenos paralelos, y más aún, que la manera que tenemos para entender el mundo pasa por las metáforas que la cultura ha creado para él, metáforas que son aprendidas socialmente a través, claro, del lenguaje, vehículo por excelencia con el cual nos enfrentamos a la realidad.
Ahora bien, al estudio de Lakoff y Turner se le pueden hacer dos críticas principales: una, su insistencia en que los procesos metafóricos son automáticos e inconscientes; y dos, una ambivalencia no resuelta entre la metáfora como previa al pensamiento o posterior a él.
Su tesis es válida, pero pareciera fallar cuando los ejemplos, muy bien presentados, solamente demuestran maneras exegéticas de analizar poemas. Es decir, que al hacer el análisis de un texto y decir que utiliza una metáfora que es parte del acervo cultural de un pueblo no se demuestra la teoría. Se demuestra, sí, la relación y el diálogo de los sujetos y la cultura, pero no podríamos de ahí afirmar que las metáforas son previas al ser humano. Quedan pendientes, al menos hasta el capítulo 1, las cuestiones atinentes al origen de dichas metáforas. ¿Existen en un universo ideal, prelingüístico? ¿Moldean el lenguaje? ¿De dónde surgen?
Como se puede observar, de alguna manera los razonamientos y maneras de realizar la interpretación de los textos que nos ofrecen (poemas de Shakespeare o de Dickinson, por ejemplo) resultan circulares, e incluso en el borde de la falacia por esto mismo.
Ahora bien, con el ánimo de aprovechar el camino que ambos pensadores inician, lo que debería seguir es demostrar no tanto que las metáforas son previas al pensamiento (con lo que la hipótesis adquiere cierto aire metafísico, e incluso esotérico o místico, si se quiere) sino que nos permiten demostrar que nuestra percepción del mundo responde en gran medida a estructuras lingüísticas que vamos aprendiendo durante distintas etapas de nuestro desarrollo: desde las metáforas conceptuales hasta las metáforas complejas.
Entonces, lo que sí podríamos deducir, tratando de aceptar los presupuestos de Lakoff y Turner, repetimos, es que evidentemente el lenguaje es parte integral de la forma en la que nos desenvolvemos en el mundo.
Esta idea se puede empezar a plantear desde que aceptamos que la metáfora no es solo un tropo poético, sino la conditio sine qua non del lenguaje. El lenguaje es metáforico por excelencia. Si partimos de que una metáfora se fundamenta en la fórmula A=B, o dicho de otro modo, A es B, todas las palabras son iguales o sustitutas de las cosas. La palabra “silla” es igual al objeto “silla” o lo sustituye, o sea, la palabra es metáfora de la cosa, o como diría Borges en su poema “El Golem”:
Si (como el griego afirma en el Cratilo),Lo planteado por el poema y las anteriores afirmaciones se desprenden del pensamiento nominalista, claro, que bien nos atrevemos a decir que sustentaría la hipótesis Sapir-Whorf, y que también se encuentra en el epígrafe de Eco con que iniciamos estas reflexiones: “el conocimiento del mundo pasa por el conocimiento de los idiomas” (1994: 48).
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo. (1999: 110).
En sentido estricto, el nominalismo de la Edad Media se oponía al platonismo. Mientras este consideraba que había universales previos a las cosas y fuera de ellas, aquel sostenía que las palabras eran solo abstracciones, y que únicamente las cosas y los individuos tenían existencia real. De esta postura, se empieza a derivar la idea de que no hay objetos ideales fuera del mundo real, sino que solamente hay palabras, y que por tanto, la realidad es una construcción del lenguaje. Esta sería precisamente la tesis de Umberto Eco en su novela El nombre de la rosa. La trama nos presenta algunos de los debates teológicos del medioevo, y la frase final es la que aporta el cierre de la tesis: “Stat rosa pristina nomine. Nomina nuda tenemos.”(2) (1994: 471).
En la modernidad, el pragmatismo lingüístico es heredero, al menos en parte, de esta idea, puesto que el significado no es una esencia de las palabras, sino que se construye a partir de las relaciones entre las palabras y el contexto. Desde tal perspectiva, es comprensible los ejemplos de análisis de poemas que nos entregan Lakoff y Turner, pues finalmente lo que reflejan son las relaciones entre las estructuras lingüísticas de una comunidad y sus manifestaciones literarias.
La metáfora: ¿realidad o ilusión?
Uno de los problemas que se presentan al intentar estudiar o acercarse al concepto de metáfora está relacionado con las nociones de realidad / ilusión (o verdad / mentira, según la óptica). Cierta tendencia usualmente descarta las metáforas como meros productos imaginarios sin asideros en la realidad, y mucho menos sin efecto sobre ella. Tal idea presupone, además, que existen otras ideas que sí son “reales” o “verdaderas”.
Este debate se ajusta a la dicotomía objetividad / subjetividad, que tan fértil resulta en ciertos ámbitos, o en todo caso, resultó en ciertos momentos históricos como una manera de poner en entredicho determinados presupuestos. Sin embargo, actualmente se toma, no en pocas ocasiones, como pretexto para frenar las discusiones.
Repetimos, todo esto trae aparejado el problema de objetividad / subjetividad, ya que la ciencia moderna intentó ser la abanderada del pensamiento objetivo, mientras que la subjetividad quedó relegada al campo de las artes, por decirlo de algún modo. Sin embargo, es ya aceptado que ni la ciencia es completamente objetiva ni las artes completamente subjetivas. Entre estos campos del quehacer se tejen sutiles diferencias y relaciones, las cuales impiden seguir haciendo divisiones tan tajantes, pero sobre todo, tan infértiles.
Ante tal situación, lo que proponemos es partir de la noción planteada por Nietzsche acerca de la “verdad”:
What, then, is truth? A mobile army of metaphors, metonyms, and anthropomorphisms—in short, a sum of human relations which have been enhanced, transposed, and embellished poetically and rhetorically, and which after long use seem firm, canonical, and obligatory to a people: truths are illusions about which one has forgotten that this is what they are; metaphors which are worn out and without sensuous power; coins which have lost their pictures and now matter only as metal, no longer as coins.(3) (Nietzsche, 1997: 80).(4)Lo que nos dice Nietzsche en este texto es la base para que durante el siglo XX, especialmente durante la segunda mitad, se le haya considerado el pensador más influyente dentro de las corrientes posmodernas, por ejemplo. ¿Por qué razón? Porque ahora (hoy lo reconocemos así) es, junto con Marx y Freud, uno de los que se enfrentaron al movimiento ilustrado(5), y que pusieron en duda algunos de los presupuestos más comunes (noción de verdad, de progreso, entre otras).
Hasta cierto punto, se podría incluso afirmar que Nietzsche realiza un proceso de deconstrucción de las nociones de verdad que habían permeado la cultura Occidental, y las desenmascara como ilusiones, como metáforas huecas que “ya no dicen nada”, pero que siguen actuando en lo más profundo de la psique (histórica y social).
Si aceptamos la anterior afirmación, el hecho de que la verdad no exista (como categoría absoluta) no debería asustarnos. Todo lo contario, debería instaurar en nosotros un espíritu crítico constante, precisamente para engrasar de nuevo los mecanismos que nos permitan cada vez generar nuevas metáforas transformadoras.
Del mismo modo, aceptar que la cultura, que los pueblos se rigen por metáforas(6) (sin saber que lo son), instauradas en lo profundo sería un argumento a favor de la hipótesis de Lakoff y Turner.
La poesía como forma de conocimiento
As the metaphor tells us, we fall into it
—helpless, dizzy, disoriented.
DANA GIOGIA
—helpless, dizzy, disoriented.
DANA GIOGIA
¿La metáfora nos dice? Efectivamente. La metáfora, la poesía, o el lenguaje en general, nos hablan. No es el lenguaje una herramienta, o al menos no es solamente una herramienta, sino una forma de conectarnos con el universo, y a la vez, tratar de hacernos escapar de él.
La poesía nace y renace en cada época y en cada tiempo, y como un resplandeciente fénix (Giogia, 1995), es capaz de surgir de las cenizas para provocar el enfrentamiento entre la pasión y la vida cotidiana. Las metáforas son las bisagras en este juego, las posibilidades de articulación de los mundos del ser humano.
La mente se mueve a partir de las frases lejanas que son dictadas por el fuego antiguo de los dioses caídos. Quizá esta imagen misma sea un ejemplo de esa forma de acercamiento al mundo y a su realidad. ¿Cómo aprehender el mundo poéticamente? ¿Cómo lograr que las metáforas permitan nuevas transformaciones en la sociedad?
El zeitgeist(7) de nuestro tiempo, dicen algunos, pretende hacernos creer que solo se puede vivir con base en la ironía. Es verdad que la ironía es el anverso de la metáfora, su cara sonriente: posibilidad y parodia, pero no es menos cierto que no podemos construir poesía solamente con la ironía, tal y como afirma el poeta polaco Adam Zagajewski (2004).
El ser humano necesita de la pasión tanto como necesita de la ironía. En última instancia, ambas son formas de conocimiento, formas de entendernos a nosotros mismos y entender el mundo en el que vivimos.
Nietzsche, de algún modo también había señalado esto en el texto que ya hemos citado. Asimismo, su texto El origen de la tragedia (1992), nos hacía vislumbrar, en los albores de la humanidad, una danza ritual donde el espíritu apolíneo y el espíritu dionisíaco eran uno solo, reunidos en el seno de la naturaleza.
La analogía es la metáfora por excelencia, y si aceptamos que el lenguaje afecta, al menos parcialmente, nuestro modo de ver el mundo, también debemos aceptar que la metáfora es la voz otra que nos deja escuchar las lejanas aguas del origen.
A su vez, como decía Octavio Paz (1998), la ironía es la herida por donde se desangra la analogía. Y como pensaba Zagajewski (2004): con el ardor podemos construir enormes monumentos, pero inhabitables. La ironía nos permite hacerlos habitables, pues representa las puertas y ventanas.
La metáfora, la poesía, entre la analogía que hace habitable el mundo y la ironía que nos muestra la máscara vacía se debate el ser humano: las palabras son puentes entre las realidades. Por las palabras vinimos al mundo y es en ellas donde encontramos reposo y desaliento. La vida y la muerte, el tiempo (como títulan Lakeoff y Turner su trabajo) son los conceptos primigenios sobre los que se articula nuestra existencia.
Y en todo caso, si entre la realidad y las palabras no hubiese vínculo alguno, tampoco podríamos negar que nuestra vida misma es una metáfora toda ella, una historia narrada desde siempre en las líneas de un poema.
Notas
1. La metáfora es una herramienta tan ordinaria que la usamos inconsciente y automáticamente, con tan poco esfuerzo que apenas lo notamos. Es omnipresente: la metáfora se esparce por nuestros pensamientos, sin importar en qué estemos pensando. […] Es convencional: la metáfora es parte integral de nuestro pensamiento y lenguaje diarios. Y es irremplazable: la metáfora nos permite entendernos a nosotros mismos y a nuestro mundo de maneras que ninguna otra forma de pensamiento puede. (Trad. nuestra)
2. El nombre de la rosa se mantiene prístino. Nada más tenemos nombres. (Trad. nuestra)
3. ¿Entonces qué es la verdad? Apenas un ejército maleable de metáforas, metonimias y antropomorfismos, un cúmulo de relaciones humanas que se han ensanchado, traspuesto y embellecido poética y retóricamente, y que después de mucho ser usadas parecen firmes, canónicas y obligatorias para la gente: las verdades son ilusiones que uno ha olvidado que lo son; metáforas gastadas y sin poder sensual, monedas en las que se ha borrado su efigie y ahora solamente importan en tanto metal, ya no más como monedas. (Trad. nuestra)
4. Lakoff y Tuerner cierran su libro con una sección titulada: “More on Traditional Views”, que finaliza con esta cita de Nietzsche (tomada de otra fuente). Esa idea de “visiones más tradicionales”, serviría para un estudio de otro tipo acerca de la naturaleza de las metáforas o de los conceptos que las sustentan.
5. La ilustración ha partido siempre de un principio de autocrítica. Es erróneo considerar que sus ideas eran fijas o siempre homogéneas y que solo eso denominado posmodernidad vino a poner en entredicho. Nietzsche critica la ilustración porque en el fondo es parte de esa tradición autocrítica.
6. En el mismo ensayo, Nietzsche también plantea que los conceptos se originan en el lenguaje.
7. El “espíritu de la época”.
Referencias bibliográficas
4. Lakoff y Tuerner cierran su libro con una sección titulada: “More on Traditional Views”, que finaliza con esta cita de Nietzsche (tomada de otra fuente). Esa idea de “visiones más tradicionales”, serviría para un estudio de otro tipo acerca de la naturaleza de las metáforas o de los conceptos que las sustentan.
5. La ilustración ha partido siempre de un principio de autocrítica. Es erróneo considerar que sus ideas eran fijas o siempre homogéneas y que solo eso denominado posmodernidad vino a poner en entredicho. Nietzsche critica la ilustración porque en el fondo es parte de esa tradición autocrítica.
6. En el mismo ensayo, Nietzsche también plantea que los conceptos se originan en el lenguaje.
7. El “espíritu de la época”.
Referencias bibliográficas
BORGES, J. L. (1999). “El Golem”. En Obra poética, 2 (2.ª reimp.). Madrid: Alianza Editorial S. A.: 10-12.
ECO, U. (1994). El nombre de la rosa. Barcelona: RBA Editores.
GIOGIA, D. (1995). “Connect the Prose and the Passion”. En http://www.danagioia.net/essays
/epassion.htm, revisado el 2 de noviembre de 2009.
LAKOFF, G. y M. Turner (1989). More than Cool Reason. A Field Guide to Poetic Metaphor. Chicago y
LAKOFF, G. y M. Turner (1989). More than Cool Reason. A Field Guide to Poetic Metaphor. Chicago y
Londres: The University of Chicago Press.
NIETZSCHE, F. (1992). El origen de la tragedia (13.ª ed.). México: Espasa-Calpe Mexicana.
___________ (1997). “On Truth and Falsity in the Ultramoral Sense”. En European Existentialism (N.
NIETZSCHE, F. (1992). El origen de la tragedia (13.ª ed.). México: Espasa-Calpe Mexicana.
___________ (1997). “On Truth and Falsity in the Ultramoral Sense”. En European Existentialism (N.
Langiulli, trad. y ed.). New Jersey: Transaction Publishers: 75-82.
PAZ, O. (1998). Los hijos del limo (5.ª ed.). Barcelona: Editorial Seix Barral S. A.: Barcelona.
ZAGAJWESKI, A. (2004). “A Defense of Ardor”, en A Defense of Ardor (C. Cavanaugh, trad. del polaco).
New York: Farrar, Straus and Giroux: 3-24.
Comentarios
En cuanto a si un procedimiento, en este caso la metáfora, se puede cuestionar porque no apela a la verdad o a lo real, aquí habría también que traer a colación otra vez a Nietzsche:
"lo falso de un juicio no tiene porque ser un argumento en contra de ese juicio"
Lo que hace Nietzsche no es rechazar el concepto de verdad, sino supeditarlo al concepto de vida, en su caso. Su postura es pragmática -¿de que sirve una "verdad" que lo que hace es degradar la vida? tal vez sea más útil para la vida la mentira-. En este caso lo que se hace es una repriorización de los valores en la que el valor verdad se supedita al valor vida, cuando normalmente, en nuestra cultura, el valor verdad esta en la punta de la piramide axiológica como valor supremo. Prueba de esto son todos los homicidios que tienen origen ideológico durante el siglo XX.
La crítica a la ilustración se hace también basandose en su fetichización del método (anticartesianismo), de modo que desde un punto de vista relativista como el de N. no sería difícil defender a la metáfora como fuente de verdad, o de conocimiento, porque como método, sólo puede ser aprehendida plenamente y de forma distinta por cada sujeto y no intersubjetivamente como se hace con la ciencia.
La ironía no me parece antinómica de la metáfora. La ironía lo que es es un distanciamiento de la seriedad que nace de la verdad consensuada y rígida producto de la ilustración, o quizá de que pueda haber un concepto estable de verdad. En ese sentido, ambas son más bien puertas, para salir de la superestructura ilustrada.
Si tenés ejemplos se agradecerían, porque la metáfora la vemos siempre inscrita directamente en el discurso poético y sería revelador comprender si exíste en el discurso cotidiano y como eso comunica a ambos discursos.
En este blog no hay censura como tal. Yo dejé este espacio abierto casi dos años, incluso me divertían algunos comentarios donde se me criticaba, hasta que empezaron a llegar los trolls y los insultos. Entonces empecé a moderar. Y sin embargo, creo que hasta la fecha quizá solo un comentario he rechazado. Curiosamente, los trolls desaparecieron. Y cualquiera con una identificación, aunque sea falsa (no tengo cómo saberlo), puede dejar su comentario.
Saludos y gracias por la visita.
Efectivamente, los primeros ejemplos serían los refranes. La vida cotidiana de muchas personas ha sido moldeada por ellos. Creen en estas premisas y se guían por ellas. Son tan habituales, que por eso no los pensamos como metáforas, y claro, es ahí donde empeizan a perder su valor plurisignificante y se vuelven lugares comunes.
Luego tendríamos metáforas más complejas, que agrupan una serie de ideas. Un ejemplo sería el de la vida como un viaje o un camino. En los primeros poemas que analizan los autores está un texto de Dickinson, donde se ve a la muerte como un personaje, que llega para llevarnos en un coche, y así por el estilo.
En este sentido, dichas metáforas forman parte del acervo cultural. Al menos en nuestra cultura, dicen Lakoff y Turner sería factible que a uno le digan "la vida es un viaje" y uno lo entienda, caso contrario si le dicen "la vida es un banano" (aquí podría entrar el tema del surrealismo o el dadaismo). Esto llevaría justamente al ejercicio ahí sí, literario, que busca siempre nuevos giros.
Sí, quizá la ironía no es tanto lo opuesto sino más bien la otra cara, el complemento de ese mecanismo que produce el sentido.
Saludos y gracias por pasar
Yo no sé mentir, pero es igual, nadie me cree lo que digo. Mismos resultados, pues.
Y no se preocupe: aquí creemos todas las mentiras y no lo vamos a rastrear.
Saludos
También es cierto que la metáfora no debe ser entendida solamente como un recurso retórico, que en tanto sustitutivo, puede ser a su vez desplazado por un enunciado no metafórico. sino que es en ella misma una modalidad de comprensión. Si es abordada desde esta perpectiva se hace posible la crítica de las metáforas e identificarlas dentro de los discursos que, como se comentaba arriba, no contribuyen a la vida, o la hacen menos amable. Que es, por ejmplo, entre otras cosas, lo que hace Alex Jiménez en su libro "El imposible país de los filósofos", respecto a los discursos nacionalistas en CR
Así es, la tesis del argumento es que la metáfora no es solo un tropo poético, sino un modo de comprender el mundo.
Siguiendo con las metáforas tipo "la vida es un viaje", el ejemplo que ponés del libro de Álex es muy apropiado. Son también tipos de metáforas: decir que los costarricenses somos buenos, blancos, democráticos y católicos.
Saludos y gracias por pasar
En la propuesta de canonización de una nueva metáfora y su aceptación es dónde el pensamiento da el salto y se vuelve cultura común.
La pregunta sería, ¿cada cuanto pasa esto? Vemos a Kavafis decir "la vida es un viaje" en Itaca, vemos a Elito decir "la civilización esta en ruinas" en The Wasteland, pero todas esas metáforas son, en cierto modo, viejas, lugares comunes, cuya relevancia tiene que ver con la actualidad, más que con un aporte a la forma de ver el mundo.
¿Alguien tiene algún ejemplo de una metáfora novedosa que se haya incorporado recientemente al bagaje cltural general y que aporte una nueva forma de entender las cosas?
En cuanto a las metáforas que mencionás, tienen que ver con la actualidad porque precisamente no dicen las cosas así nada más: "la vida es un viaje" es la idea de fondo, expresada de diferentes maneras y que entra en relación con otra serie de signficados.
Ahora, la pregunta que plantéas es muy provechosa; sin embargo,no se me ocurre ninguna metáfora novedosa en este momento. Queda pendiente. ¿Vos tenés alguna?
Saludos
Creo que era Borges el que decía que habrían una docena de metáforas y apartir de estas infinidad de variaciones.
Creo que sí era Borges, y tenía razón. Ahora, si nos atenemos al argumento, seguimos con el problema de si adaptamos las metáforas a la experiencia o si por el contrario la metáfora nos hace experimentar de un modo.
Saludos y gracias por el aporte
En términos prácticos, el lenguaje funcionó y funciona, para selañalar y poseer aquella estrella que a la que jamás llegaremos.
Por sus propiedades convinatorias, la estrella se juntó con otras palabras, y alguien dijo que Alfa Centaury es la estrella más cercana, es nuestra estrella vecina... aunque nunca podremos llegar a visitarla, y el viaje más largo de cualquiera no será ni una fracción del recorrido a la cercana Alfa Centaury...
Y más complejas se volvieron estas metafóras y se juntaron con otras, en forma de alegorías y parábolas...
exegéticamente sabemos que las metáforas no designan la realidad, ni la explican pero nos ayudan a comprenderla asociando una cosa con otra...
usualmente a nadie le estalla la cabeza... pero eso es mucho más facil de comprender que la descripción diagnóstica de la migraña...
oportuna siempre la metáfora, cotidiana como el pan, se estilizó y se refinó en las artes, en la literatura y sus humildes materiales es más obvia... pues el sentido no está hecho de otra cosa que no sean metáforas.
Saludos