Fue en junio.
Llovía.
No debía llover pero llovía
y en el zoológico
las fieras se agazapaban,
lo sé.
En la médula espinal de los promiscuos
un virus convocaba una nueva cruzada,
lo sé.
En algún lugar
alguien hacía lo impredecible.
Yo en el auto me sentía protegido:
mi pequeño mazda era el único punto estático
en el universo
que a partir de allí
se expandía en todas direcciones.
Al costado de un pequeño parque
unas cuadras al norte del Paseo Colón
decidí concluir la ficción del movimiento.
Debía hacerlo.
Hay una imperceptible rajadura en el huevo
que anuncia que los engranajes
deberán girar en sentido contrario
de ahora en adelante.
Para ser en verdad lluvia,
la gota tiene que saltar al vacío.
Ahora-aquí
en medio de este silencio antropófago
recuerdo aquel momento.
No evoco causa alguna:
no la había,
no la hay nunca...
Que el efecto sea al fin
liberado de su causa.
Aunque a la causa haya que renombrarla,
buscarle un empleo alternativo.
Manejaba hacia Plaza Mayor
simplemente,
en busca de una sopa,
no iba a Damasco.
Una sopa
no el juicio final
y las almas saliendo de las tumbas
para la repartición de los cupos...
una sopa de lentejas
nada más.
¿De que me vale ser primogénito?
Hacía frío
me detuve al costado de un pequeño parque
es todo.
Sentí que había llegado el momento,
deambular bajo el aguacero,
bajo la ducha alcalina,
era el momento,
como el cachorro que sabe
que ya está bien de chupar la teta de la leona.
No que yo debiera aprender a cazar,
a hundir el hocico
en las vaporosas tripas
de otro mamífero.
No era París
pero llovía jueves.
No que yo fuera un niño
iniciando su educación sentimental.
Ni un paquidermo
rumbo al valle de los muertos.
Era primordial recorrer una acera estrecha
embutida entre casuchas de madera
en busca de una incisión
en la mediocre pureza de lo cotidiano.
Un lugar-un momento
en que todo está desnudo.
De saber sin poder explicarlo
tenía miedo.
Un agujero
una perforación
por donde se lanza el conejo blanco.
Pero no sería tan fácil.
Pasaron cuatro o cuatrocientas cuadras
mil o mil y mil metros
y yo seguía siendo el mismo,
o era la añorada sopa:
el agua goteaba de mis dedos al piso
y del pelo al piso,
de la camisa y las mejillas.
Todos corrían a guarecerse,
las manos reunidas frente al pecho.
Parecían convencidos de la virulencia del agua.
Lo letal:
nada es letal hasta que se demuestre lo contrario,
todo es letal hasta que se demuestre lo contrario.
Las opiniones del optimista y del pesimista
sobre sus posibilidades
de supervivencia.
Al final, ambos acabarán en la misma fosa.
También el político y el marinero,
Einstein y Krishnamurti.
La muerte es la única confirmación de que vivíamos.
Por eso evito la vanidad.
De La yema del tiempo, inédito, X Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz 2009.
Klaus Steinmetz (1961, San José, Costa Rica). Curador, dealer, galerista y escritor. Realizó estudios de administración en la Universidad de Costa Rica (UCR), y posteriormente de filosofía e historia del arte en Tubinga, Alemania. Se ha dedicado al mundo del arte, como curador, galerista, editor y crítico. Fue presidente de la fundación del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, director de la revista Art Nexus y profesor en la Universidad Veritas. Tiene una galería de arte en Escazú. En el 2001, obtuvo el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría, en teatro, por su obra Ecos de ceniza. En poesía, ganó el X Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, por La yema del tiempo; y el IV Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón, por Morituri.
Comentarios
Es cotidiano, miesterioso, tenso, contradictorio, llama la atención...
lo hermoso de ese poema es su coherencia, la exquisita ejecución...
denso y luminoso, pesado, estático, un hermoso poema sobre esos poetas demasiado peatones...
Gracias
Para ser en verdad lluvia,
la gota tiene que saltar al vacío me parece una imagen maravillosa.
El final del poema sí me encanta.
Germán: toda la razón. Está muy bien ejecutado en términos generales, y con muchos aciertos. Me gustan mucho las referencias a la ciudad, porque no es San José, nada más. Igual que en "Morituri", los lugares se identifican: Paseo Colón, Plaza Mayor, Iglesia de la Soledad, parque de La Merced, etc.
Byron: me gustaría leer "Ecos de ceniza". Aquí no sé si se publicó.
Este poema es bueno, incluso me parece mejor que "Morituri". Con imágenes muy logradas.
Juan: sinceramente no sentí la mano de Luis por ningún lado. De hecho, al haber leído los dos libros, Steinmetz me parece una voz muy particular. Creo que G.A. Chaves también apunta un poco hacia eso en su reseña. En lo de lapidario tenés razón.
Por otro lado, poner solo un fragmento del texto es una injusticia (con el poema, con las otras partes y con el lector). Hay que reconocerlo. Este es un solo poema, dividido en secciones, que se identifican por el numeral romano y un "Epílogo". Como totalidad, se le perdonan algunos excesos o desaciertos, precisamente por el tipo de estructura, que es capaz de soportar los yerros.
En fin, ojalá se publique pronto para que todos puedan leerlo completo, porque realmente vale la pena.
Saludos a los cuatro y gracias por pasar.
Los ejemplos que puse de lo sentencioso y lapidario era para indicar a cuales versos me referfía, pero no los estaba citando (como verás por la falta de comillas). Se pueden evaluar justo donde están dentro del poema y la flojera persiste. El poema está bien, pero esos son los cierres de sección que en su sentienciosidad pretenden rematar la argumentación del poema y que no necesitan mucho análisis para revelarse como perogrulladas. Steinmetz es una voz nueva y valiosa pero no por eso hay que pasarle por alto todo.
En lo otro, antes dije que estaba de acuerdo. Esas mismas frases son las que yo quitaría. A la frase de la muerte siento que la salva la ùltima, la de la vanidad.
Yo no le paso todo por alto. Cuando digo que esos yerros se perdonan, no es solamente a su posición en esta parte II (o en otras) a la que me refiero, sino a la totalidad del poema. Si solo fuera esto, sí que sería apenas pasable. Pero insisto, su fuerza está en la totalidad del poema, 23 partes y un epílogo. Evidentemente, no puedo pretender que lo juzguen todo, y es asunto de esta parte ver si se defiende por sí sola, por eso decía que era injusto con los involucrados.
Saludos.
Precisamente eso es parte de lo que ha planteado al hablar de la extensión: por ejemplo, en un soneto no puede fallar nada. Solo tenés 14 versos para acertar. Sin embargo, en un poema extenso, incluso lo que parece accesorio es necesario, porque hay una búsqueda de totalidad. Eso sí, no significa que todo lo extenso es bueno, insisto en eso. Estoy seguro de que en el mismo "Paraíso perdido" o en "La divina comedia" hay elementos "innecesarios". O pensemos en "Los miserables". ¿Son entretenidos los capìtulos dedicados a explicar las cloacas de París? A lo mejor no, pero dentro del conjutno, hay una carácter que dota a tal elemento de sentido.
Veamos esta otra parte, inicio de la sección I:
"Estoy de pie frente a una ventana cerrada.
Es mejor así.
El paranoico que clavó el marco hace tanto
compartía mis razones,
mis reservas.
El mundo es, entonces, dos.
Este núcleo en que me encuentro,
oscuro como el fondo de un pozo,
y el lugar de los otros,
o al menos el que habitan los otros
sin que sea suyo,
no lo sé con certeza.
Es mejor así,
de los confines a los confines
busqué a mi especie en el reflejo
de las palabras.
La búsqueda en sí no es una palabra.
Los demás sí que lo son.
No están aquí
y talvez no estén
en lugar alguno:
un circo que no cesa.
Soy el único espectador
obligado a mirar,
víctima de un cromosoma perverso."
Yo tengo muy poca idea de qué son aciertos y desaciertos en un poema. En este caso fue esa reflexión a la que aludo la que despertó mi interés, y podría nada más señalar los lugares que Murdock le parecen sentenciosos o lapidarios: se pueden leer (no sé si esto es correcto pero lo considero posible) como el remate de dos razonamientos, o tal vez el giro que tienen los dos acontecimientos al final. Tal vez por eso suenan lapidarios. Intentaré explicarme.
El primero ocurre como remate de la situación en el mazda, donde el ocupante parece aislado, en su inmunidad, su immunitas, en ese círculo con su punto central que está en todas partes, y ocurre todo un proceso que gira cuando dice “decidí concluir la ficción del movimiento”. Ahí ocurre el primer lugar sentencioso. De alguna manera la situación del mazda, del huevo, se rompe acá.
El segundo también es el remate de otra narración, que digo que es una especie de razonamiento, porque es la narración de una comprensión, de un pensamiento, al mismo tiempo. El personaje está hecho una sopa, literal y metafóricamente, ahí encuentra la sopa que andaba buscando, y entonces ocurre esa segunda sentencia sobre lo letal.
Como yo leí en esa línea, no me ocupé tanto del tono sentencioso, leí más bien dos puntos a los que se iba llegando poco a poco.
Supongo que algo de eso estará cifrado en la muerte como punto de llegada, de remate en el sentido que lo he usado aquí, pero ya eso es especular sobre el resto del texto, que desconozco.
Claro, esto es apenas el esbozo de una lectura.
Concuerdo con Murdock en que si un texto aparece de nuevo, no se trata de suspender nuestro sentido crítico; por eso saludamos calurosamente esta nueva aparición textual, justo por eso.
Saludos a todos, seguimos en contacto. (No quiero sonar sentencioso pero tal vez no lo logro evitar).
Su similitud con Chaves puede radicar en lo "antipoético", entendido esto como aquello que es coloquial, cotidiano y se aleja conscientemente de la chanchera lírica creada por Laureano Albán.
En cuanto al "exotismo de algunas referencias", creo que se deben a lo más natural del mundo en arte contemporáneo: el intertexto como recurso constructivo y reconstructivo. Lamento la percepción de Guega pues me recuerda aquella aseveración de un periodista local sobre la poesía de Molina. El iletrado periodista afirmaba que para entender la poesía de Mauricio Molina era necesario tener la "Enciclopedia Británica" a la par. En definitiva, todos debemos leer más y evitar juicios autoestultificantes como el de ese periodista.
Lo de la sopa me hizo mucha gracia, porque hace poco, Juan me decía que solo vos podías meter una olla `e carne en un poema, y aquí salió esta sopa de mall.
Este texto, desde su título, trabaja con el tema de la muerte: es una reflexión existencial acerca de la finitud del ser humano. La yema del tiempo es eso que se podría extraer sea para dar sentido a la vida o por el contrario, eso que se termina por diluir.
Presenta muchas voces y variantes. El hablante lírico no se confiesa, sino que se transmuta, y a pesar de mantener la primera persona, se convierte en diferentes seres o personajes. Hacia la mitad, decae un poco, se traba, pero retoma fuerzas y cierra muy bien.
Y bueno, habrá que esperar la edición del libro.
Alexánder: lo ya dicho: no ha sido justo presentar aquí solo un fragmento. En general, creo que asoman la cabeza y la mitad del tronco al menos.
Ahora que Esteban anda por aquí, digo que el trabajo de Steinmetz se me acerca mucho más al suyo, en tono y en estilo.
De lo dicho por Germán, creo que no pretendía hacer una comentario ni cercano al del infame periodista ese, sino más bien a que alguna referencia sobraba aquí, en este contexto, no por la intertextualidad en sí.
Saludos a los dos y gracias por la visita.
En cuanto a Guega, es evidente que me extralimité. No quise decir que lo suyo era un argumento idéntico al del pobre periodista, pero, lamentablemente, sí lo insinué. Guega es un hombre culto e inteligente, pero el comentario de marras me cayó como una chispa en gasolina y me levanté furiso. Ya habrá oportunidad de explicarme mejor. Gracias.
Pero bueno, retomando algo de esto: pienso que saludar a un nuevo texto (y si alguien quiere por extensión al poeta — para que Murdock no diga que reniego del acto comunicativo) no es alabarlo o denostarlo, sino tomarlo en serio. Tomárselo suficientemente en serio como para leerlo con algún cuidado. Sitios como este, los de Murdock, el de Gustavo, nos ayudan a eso. De otra manera yo seguiría siendo teórico de clóset, para que vean cómo los quiero.
Ni qué decir de la bajada de piso, el serrucho como matriz de pensamiento: lo peor. El otro día hablaba con Jorge Boccanera, y me contó que de casualidad estaba con Gelman en México cuando le dieron no me acuerdo qué premio importante, y 2 periodistas argentinos que estaban en la ciudad empezaron a bajarle el piso a Gelman, que era un premio político, etc. De eso tampoco se trata, claro.
De lo otro, yo me tí la cuchara como siempre, jeje.
Esteban: casi me muero de la risa al empezar a leer tu comentario. Definitivamente, frases lapidarias para el futuro libro "Poesía para dummies".
Pues sí, promover los espacios es una manera de tomarse en serio la actividad literaria de este país. Y bienvenida sea esa teoría literaria salida del clóset.
Y claro, el tema de los premios se presta para todo tipo de maajaderías, serruchadas de piso y malentendidos.
Saludos.
Saludos...
Saludos y gracias por pasar.