
La sección “In memóriam” de este blog se ha caracterizado (debido a causas ajenas a nuestro control) por hacer homenajes de forma previa o posterior, pero nunca en la fecha exacta. Y bueno, para no fallar en dicha práctica, se me pasó la fecha de conmemoración de la muerte de uno de los grandes escritores hispanoamericanos: Julio Cortázar. En este caso, la oportuna entrada del amigo Marco me hizo notar mi falta. Entonces, a modo de conmemoración de los veinticinco años su muerte (12 de febrero de 1984), dejo el cuento que me abrió las puertas de su mundo, y de muchos otros mundos.
Continuidad de los parques
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
Julio Cortázar, El perseguidor y otros relatos (4ª ed.), Barcelona: Editorial Bruguera, 1983, pp. 19-20.
Comentarios
A fin de cuentas, remediar la falta transcribiendo una joyita como ese cuento, vale la absolución.
Marco
excelente "continuidad de los paruqes!!!!"
besos enormes
Lilya
Por cierto, nunca he leído una novela de Cortázar. Pero si coligo bien lo que Uds. ya han dicho, no me pierdo de demasiado. Espero que así sea.
Lilya: gracias por el perdón. Y así es, un cuento sencillamente excelente.
Juan: ciertamente es en "Bestiario" donde se fijan las claves del universo cortazariano.
Por otra parte, creo que el tema de la adolescencia pasa con sus novelas, al menos con "Rayuela", no así con sus cuentos. Por eso no he querido volver a ella, para recordarla tal y como la leí.
Leandro: donde Cortázar fue maestro, sin duda alguna, fue en el cuento. "Rayuela" es una obra hermosa, con todo el ímpetu de un autor maduro que aún no se ha desgastado, pero donde queda la huella demasiado profunda de vivencias muy circunstanciales que con el tiempo se van desgastando.
Sentenciero: excelente lectura colegial. Asumo que leíste el Quijote o antes del colegio o después, que es cuando más se disfruta. Yo en el colegio ni el resumen.
G.A. A mí me pasa igual. Yo vuelvo a sus cuentos una y otra vez (aquí hacemos eco Leandro, Juan, vos y yo e imagino que los demás también); las novelas me las reinvento al recordarlas; sus ensayos, a veces geniales, a veces muy de época. Sus poemas son los que no me la hacen.
Álex: pues claro, otro cuento bárbaro. Dentro de nuestra literatura podría estar dentro de los mejores. Ahora, respecto a sus novelas, no me atrevería a decir que no las leás, a fin de cuentas cada quien encuentra cosas distintas.
Saludos a todos y gracias por pasar.
De la seriedad en los velorios. Me cáigo y me levanto entre otros...
También me parece muy interesante tu blog, con tu permiso te sumo a mis enlaces para estar pendiente de tus actualizaciones.
Por la noche, café de por medio, leo la nueva entrada, muy prometedora.
Un beso