Self-service
La mano suicida escarba en la basura
y me invita a acompañarla.
Busca desesperadamente lo perdido:
un ojo inalterable para el mundo,
la intimidad de antes.
Ahora cada letra pretende
la altura que no tuvo su herida.
ya no es más la solitaria estúpida,
la que repara el cuchillo y la risa
de otros espectáculos.
La mano suicida salta al vacío
pues no arriesga más
que veintisiete letras.
La mano suicida se ha quedado con mi casa,
le debo la vida.
P. 11
Monólogo en tercera persona
No cambiaría tu recuerdo
por tu presencia.
Pídele al otro que vuelva:
al desconocido
que arde para siempre bajo el sol de La
Habana.
Pídele que baile desnudo como un tonto
que persiga rabioso tu alegría
que tome el autobús
y en medio de la gente
te diga que está a punto de bajarse
porque eres una puta inaguantable.
Pídele a esa isla
a la que nadie te invitó:
la cerradura inmóvil
donde solo pueden verse los amantes.
Pídele una croqueta
unos zapatos de vieja
el largo camino de la entrega
y la canción que persigue incansable
la distancia entre el Malecón y el mundo.
Pídele lo que ya has perdido.
Pídele un padre para tus hijas
el gesto único que se anticipa al deseo
y los años que se esfuman
con el cuerpo mutilado del olvido.
Pp. 44-45
Textos tomados de La mano suicida
La mano suicida escarba en la basura
y me invita a acompañarla.
Busca desesperadamente lo perdido:
un ojo inalterable para el mundo,
la intimidad de antes.
Ahora cada letra pretende
la altura que no tuvo su herida.
ya no es más la solitaria estúpida,
la que repara el cuchillo y la risa
de otros espectáculos.
La mano suicida salta al vacío
pues no arriesga más
que veintisiete letras.
La mano suicida se ha quedado con mi casa,
le debo la vida.
P. 11
Monólogo en tercera persona
No cambiaría tu recuerdo
por tu presencia.
Pídele al otro que vuelva:
al desconocido
que arde para siempre bajo el sol de La
Habana.
Pídele que baile desnudo como un tonto
que persiga rabioso tu alegría
que tome el autobús
y en medio de la gente
te diga que está a punto de bajarse
porque eres una puta inaguantable.
Pídele a esa isla
a la que nadie te invitó:
la cerradura inmóvil
donde solo pueden verse los amantes.
Pídele una croqueta
unos zapatos de vieja
el largo camino de la entrega
y la canción que persigue incansable
la distancia entre el Malecón y el mundo.
Pídele lo que ya has perdido.
Pídele un padre para tus hijas
el gesto único que se anticipa al deseo
y los años que se esfuman
con el cuerpo mutilado del olvido.
Pp. 44-45
Textos tomados de La mano suicida
María Montero Zeledón (Burdeos, Francia, 1970). Poeta y periodista. Estudió Filosofía en la Universidad de Costa Rica (UCR) y actualmente trabaja en el diario La Nación. En 1985 obtuvo el Premio Joven Creación, de la Editorial Costa Rica. Ha publicado dos poemarios: El juego conquistado (San José: ECR, 1990) y La mano suicida (San José: Ediciones Perro Azul, 2000); y un libro de cuentos: Relatos de mujeres (San José: Editorial Mujeres, 1995).
Comentarios
Mon: pues así empiezo a saldar una deuda con vos, jeje, y ya ves, una nueva autorA que podés incluir en tus lecturas. Recomendada.
Saludos a ambos y gracias por pasar.