
Cada año, con la misma ingenuidad, trae promesas y se esfuma igual. Este 2008, al menos el viento y los soles de mi infancia regresaron… y no sé lo que eso significa. Mañana empezaremos de nuevo, aguardaremos de nuevo…
Una rosa amarilla
Ni aquella tarde ni la otra murió el ilustre Giambattista Marino, que las bocas unánimes de la Fama (para usar una imágen que le fue cara) proclamaron el nuevo Homero y el nuevo Dante, pero el hecho inmóvil y silencioso que entonces ocurrió fue en verdad el último de su vida. Colmado de años y de gloria, el hombre se moría en un vasto lecho español de columnas labradas. Nada cuesta imaginar a unos pasos un sereno balcón que mira al poniente y, más abajo, mármoles y laureles y un jardín que duplica sus graderías en un agua rectangular. Una mujer ha puesto en una copa una rosa amarilla; el hombre murmura los versos inevitables que a él mismo , para hablar con sinceridad, ya lo hastían un poco:
Púrpura del jardín, pompa del prado,
gema de primavera, ojo de abril...
Entonces ocurrió la revelación. Marino vio la rosa, como Adán pudo verla en el Paraíso, y sintió que ella estaba en su eternidad y no en sus palabras y que podemos mencionar o aludir pero no expresar y que los altos y soberbios volúmenes que formaban un ángulo de la sala en la penumbra de oro no eran (como su vanidad soñó) un espejo del mundo, sino una cosa más agregada al mundo.
Esta iluminación alcanzó Marino en la víspera de su muerte, y Homero y Dante acaso la alcanzaron también.
En Jorge Luis Borges, El hacedor (10ª reimp.), Madrid: Alianza Editorial S. A., 1994, pp. 43-44.
Comentarios
Ese pequeño trabajo de Rembrandt es además muy hermoso.
Feliz año nuevo.
¡Feliz año!
Warren: Borges es impecable, gigante, genial.
Juan: tenés que orientarme para saber cuál es el texto de Cortázar.
La idea de la revelación última atraviesa todo el arte, y es uno de los temas más ricos y terribles.
Feliz año para vos.
Saludos, y gracias a los tres por pasar.