Crítica de poesía II: ¿Qué significa preguntar el aire? A propósito del segundo poemario de Byron Espinoza
Byron Espinoza, Preguntar el aire, San José, edición del autor, 2008, 72 pp.
Conocí a Byron en circunstancias particulares. Luego, tuve la oportunidad de conversar con él durante la presentación de su segundo poemario, sobre el cual comento aquí. Y la primera impresión que tuve de su poesía, y la que tuve cuando lo leí en Cultura CR , y al leer “De las eternas repeticiones...” (Manija, XXXVII, julio de 2007, San José, Ediciones Andrómeda), se confirmó con parte del verso que esgrimió al autografiar mi ejemplar: “...con el abrazo de reconciliación que se hace nido de agua al abrir los ojos”: estamos frente a un poeta auténtico.
Nuevamente uso el término, cada quién verá que hace con él. Un poeta auténtico, aunque tentado en ocasiones por el esnobismo y la pose pseudo marginal que destila gran parte del movimiento josefino de poesía. De hecho, cuando sobre cierta nefasta antología comentaba yo de modo similar, Byron expresó, en un programa radial, que yo estaba equivocado, porque él no era así ni compartía tales inclinaciones. Y es cierto, y si logra superar la primera etapa de búsqueda de aceptación, y rompe con la endogamia, logrará grandes cosas.
“De las eternas repeticiones” es un poema (lo asumo como un poema y no como una colección de fragmentos, pues aparece estructurado en estrofas, sin subtítulos y sin numeración) con capacidad de generar imágenes, metáforas fuertes y sugerentes.
Por más que intenten
de nada les servirá
desplegar
nuevos mapas
sobre su piel:
aun el más poderoso
de los países
fue devastado
a lo largo de sus cuerpos.
En algunos tramos recuerda a “Canto de guerra de las cosas”, de Joaquín Pasos: “Pronto sabrán/ del verdadero poder del herrumbre”. Por lo demás, en el poema el yo lírico hace referencia a una entidad en tercera persona plural, que le confiere al texto cierta ominosidad.
Pero bien, la idea era hablar de Preguntar el aire, bellísimo título, su segundo poemario (aún está pendiente que lea Silenciosa de luz, el primero). En este libro, Byron se arriesga y lanza una edición por su propia cuenta. La noche de la presentación, el escritor Germán Hernández hacía referencia, precisamente, a esta actitud como un acto de valentía, pues prescindía de las editoriales, tanto públicas como privadas. Y puede ser cierto, pero no deja de ser un riesgo evitar otros filtros, que de alguna manera permitan pulir aún más las propuestas estéticas. En todo caso, Byron se arriesgó y queda en manos del lector establecer criterios.
El libro se compone de 54 poemas, numerados, sin título, todos ellos de no más de una página. Presenta un hilo conductor, y es la pregunta con la que cierra cada poema. Esta es su propuesta, pero también esta es su trampa, ya que pronto los textos se van sucediendo sin mayor novedad, y hacia la mitad, se ha perdido el interés por el conjunto.
Al no tener títulos, mantener una idea, un estilo y un tono comunes, uno pensaría que se trata de un solo texto. Y probablemente lo mejor hubiera sido trabajarlo como tal, es decir, eliminar los poemas (o las partes) más débiles; ser más conciso, dejar, justamente, unas cuántas preguntas hacia el final, presentar el texto como eso, como un poema, y colocarlo en otro conjunto mayor, ahí sí, con otros poemas. Pienso en “De las eternas repeticiones...”, por ejemplo, que me da la impresión de que tuvo una génesis similar, y de que era más extenso en un principio.
Ahora bien, si tomamos cada poema o parte de forma individual, estaremos frente a momentos sumamente logrados:
Entregado a mis rituales
me arranco la cabeza y me desnudo.
Salomé,
¿hasta cuándo te disfrazarás
con mi carne?
(Del poema 4)
Yo les digo que mi voz se corta,
que el aire finge seguirme
y, de sus espaldas, brotan piedras.
(Del poema 10)
Es interesante que estos versos salgan de alguien que también escribió
Mientras le doy mordiscos
a una de las dos piezas de pollo que
(después de contar menudo)
compré
(claro las baratas
225 la pieza grande
y 100 la caderita)
De “De los enigmas de la poesía”, en Sostener la palabra (Adriano Corrales, comp.), San José, Editorial Arboleda, 2007, p. 283.
Este, y otros elementos en el mismo texto, reflejan a un poeta arrastrado por la moda y el chiste fácil, que tanto complacen a nuestra fauna poética de la “metrópolis”. Afortunadamente, en Preguntar el aire nos damos cuenta de que Espinoza tiene material suficiente para escribir, no importa si desenfadadamente, pero con calidad, con fuerza, con riqueza conceptual y formal, sin necesidad de recurrir a recursos tan simplones; aunque como ya dije, el poemario en tanto conjunto pierde fuerza, y sus niveles de sugerencia se ven desgastados ya hacia a la mitad.
Hay que reconocer, además, el trabajo artesanal de las dos colaboradoras inmediatas de esta aventura poética-editorial: Ana Mariella Rodríguez, quien diseñó el libro, y Julissa Morales, quien lo ilustró. Tal vez el estilo del diseño y las ilustraciones no concuerdan siempre con el material poético, pero bien vale la pena el esfuerzo y la unión de un equipo para lograr el producto final.
Queda la invitación hecha para que se acerquen a este libro, con ojos dispuestos, y compartan ustedes también la posibilidad de cuestionar el mundo, al lado de este poeta que esperamos crezca y avance en su propuesta.
Conocí a Byron en circunstancias particulares. Luego, tuve la oportunidad de conversar con él durante la presentación de su segundo poemario, sobre el cual comento aquí. Y la primera impresión que tuve de su poesía, y la que tuve cuando lo leí en Cultura CR , y al leer “De las eternas repeticiones...” (Manija, XXXVII, julio de 2007, San José, Ediciones Andrómeda), se confirmó con parte del verso que esgrimió al autografiar mi ejemplar: “...con el abrazo de reconciliación que se hace nido de agua al abrir los ojos”: estamos frente a un poeta auténtico.
Nuevamente uso el término, cada quién verá que hace con él. Un poeta auténtico, aunque tentado en ocasiones por el esnobismo y la pose pseudo marginal que destila gran parte del movimiento josefino de poesía. De hecho, cuando sobre cierta nefasta antología comentaba yo de modo similar, Byron expresó, en un programa radial, que yo estaba equivocado, porque él no era así ni compartía tales inclinaciones. Y es cierto, y si logra superar la primera etapa de búsqueda de aceptación, y rompe con la endogamia, logrará grandes cosas.
“De las eternas repeticiones” es un poema (lo asumo como un poema y no como una colección de fragmentos, pues aparece estructurado en estrofas, sin subtítulos y sin numeración) con capacidad de generar imágenes, metáforas fuertes y sugerentes.
Por más que intenten
de nada les servirá
desplegar
nuevos mapas
sobre su piel:
aun el más poderoso
de los países
fue devastado
a lo largo de sus cuerpos.
En algunos tramos recuerda a “Canto de guerra de las cosas”, de Joaquín Pasos: “Pronto sabrán/ del verdadero poder del herrumbre”. Por lo demás, en el poema el yo lírico hace referencia a una entidad en tercera persona plural, que le confiere al texto cierta ominosidad.
Pero bien, la idea era hablar de Preguntar el aire, bellísimo título, su segundo poemario (aún está pendiente que lea Silenciosa de luz, el primero). En este libro, Byron se arriesga y lanza una edición por su propia cuenta. La noche de la presentación, el escritor Germán Hernández hacía referencia, precisamente, a esta actitud como un acto de valentía, pues prescindía de las editoriales, tanto públicas como privadas. Y puede ser cierto, pero no deja de ser un riesgo evitar otros filtros, que de alguna manera permitan pulir aún más las propuestas estéticas. En todo caso, Byron se arriesgó y queda en manos del lector establecer criterios.
El libro se compone de 54 poemas, numerados, sin título, todos ellos de no más de una página. Presenta un hilo conductor, y es la pregunta con la que cierra cada poema. Esta es su propuesta, pero también esta es su trampa, ya que pronto los textos se van sucediendo sin mayor novedad, y hacia la mitad, se ha perdido el interés por el conjunto.
Al no tener títulos, mantener una idea, un estilo y un tono comunes, uno pensaría que se trata de un solo texto. Y probablemente lo mejor hubiera sido trabajarlo como tal, es decir, eliminar los poemas (o las partes) más débiles; ser más conciso, dejar, justamente, unas cuántas preguntas hacia el final, presentar el texto como eso, como un poema, y colocarlo en otro conjunto mayor, ahí sí, con otros poemas. Pienso en “De las eternas repeticiones...”, por ejemplo, que me da la impresión de que tuvo una génesis similar, y de que era más extenso en un principio.
Ahora bien, si tomamos cada poema o parte de forma individual, estaremos frente a momentos sumamente logrados:
Entregado a mis rituales
me arranco la cabeza y me desnudo.
Salomé,
¿hasta cuándo te disfrazarás
con mi carne?
(Del poema 4)
Yo les digo que mi voz se corta,
que el aire finge seguirme
y, de sus espaldas, brotan piedras.
(Del poema 10)
Es interesante que estos versos salgan de alguien que también escribió
Mientras le doy mordiscos
a una de las dos piezas de pollo que
(después de contar menudo)
compré
(claro las baratas
225 la pieza grande
y 100 la caderita)
De “De los enigmas de la poesía”, en Sostener la palabra (Adriano Corrales, comp.), San José, Editorial Arboleda, 2007, p. 283.
Este, y otros elementos en el mismo texto, reflejan a un poeta arrastrado por la moda y el chiste fácil, que tanto complacen a nuestra fauna poética de la “metrópolis”. Afortunadamente, en Preguntar el aire nos damos cuenta de que Espinoza tiene material suficiente para escribir, no importa si desenfadadamente, pero con calidad, con fuerza, con riqueza conceptual y formal, sin necesidad de recurrir a recursos tan simplones; aunque como ya dije, el poemario en tanto conjunto pierde fuerza, y sus niveles de sugerencia se ven desgastados ya hacia a la mitad.
Hay que reconocer, además, el trabajo artesanal de las dos colaboradoras inmediatas de esta aventura poética-editorial: Ana Mariella Rodríguez, quien diseñó el libro, y Julissa Morales, quien lo ilustró. Tal vez el estilo del diseño y las ilustraciones no concuerdan siempre con el material poético, pero bien vale la pena el esfuerzo y la unión de un equipo para lograr el producto final.
Queda la invitación hecha para que se acerquen a este libro, con ojos dispuestos, y compartan ustedes también la posibilidad de cuestionar el mundo, al lado de este poeta que esperamos crezca y avance en su propuesta.
Comentarios
Juan Carlos Onetti
Afortunados los comentarios al trabajo de Byron Espinoza, pienso que en algún grado hasta generosos...
A la larga, quién es quién (en poesía) o qué es o qué no es (poesía) lo definiran otros factores y otras personas a pesar de nuestros juicios siempre preliminares... a la larga...
Por otra parte, en hora buena que se divulgue y promocione por este medio, el "atrevido" atrevimiento de este joven poeta Byron Espinoza, el más independiente de los independientes poetas... que recuerda al pintor de Silvio Rodriguez, que solo pedía paredes para sostener sus cuadros.. y este poeta solo pide cómplices para versos...
Germán Hernández
Saludos