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Crítica de poesía VI: no importa existe el viento, de Silvia Piranesi

Silvia Piranesi, no importa existe el viento, San José: Ediciones Perro Azul, 2009, 90 pp.
Y en verdad estos poemas de Silvia Piranesi parecen escritos con la morfología de los techos, con la sintaxis de las paredes que chorrean lluvia, y con los mismos verbos que usan los postes para comunicarse la luz unos a otros. La imaginación de Piranesi está llena de objetos inanimados, y por eso son las calles las que llenan el bullicio, y son las ventanas las que muerden a los cuervos.

G. A. Chaves
(de la contraportada)
Recientemente fue presentado el primer poemario de Silvia Piranesi, pseudónimo (¿o heterónimo?) de Silvia Díaz, bailarina, escritora, bibliotecóloga y coeditora del proyecto Afinidades Electivas de Costa Rica.

Empecé a conocer su trabajo a través de uno de sus blogs, y desde ahí me pareció encontrar un aire distinto dentro de la poesía costarricense, y por ello, creo que no importa existe el viento es muestra y vaticinio de poesía de calidad, con un discurso a la vez íntimo y filosófico sobre las vivencias cotidianas del ser humano.

Laura Flores, escritora y filóloga, fue la encargada de hacer la presentación. A continuación, transcribo el texto que compartió con el público esa noche.

¿Qué nos hace el texto de Silvia, qué nos produce, qué nos remueve, a dónde nos desplaza? ¿Qué se parte, que se abre y qué se cierra en la propuesta literaria de Silvia? O a fin de cuentas, ¿A dónde nos lleva el viento?

Abro comillas:
Quietud obligatoria

Mi casa se vuelve mala, rígida, se vuelve la franja miedosa del cielo. Cuando mata al tiempo cierro los ojos, no puedo detener la noche, la bala perdida, no puedo asaltar el insomnio ni la bulla. No puedo evitar mi cama gorda y tramposa. No puedo borrar la luz, el sudor del pasillo, adelantar a los ciegos. No puedo mantener el vicio vacío de observar la quietud en la pared. No puedo estirar las piernas. No puedo con la joroba, con tanta frecuencia la piedra. No puedo controlar el asesinato de un bicho. No puedo perder la calma de un muerto. En estos episodios, soy la primera que debe irse, aparecer en la puerta principal y toparlos a todos de frente con mis abrigos puestos. (p. 69)
Si a partir de los efectos que produce en mí, tuviera yo que describir la escritura de Silvia, su trabajo literario y estético, diría que es visceral, y cuando digo visceral no quiero decir irreflexivo o meramente pulsional; todo lo contrario: su trabajo poético es una búsqueda de absoluta precisión en las imágenes, marcada, eso sí, por la certeza de saber que nada, absolutamente nada puede ser preciso cuando lo que hay entre uno y el otro, entre uno y el mundo, entre uno y el tiempo, son las palabras. Se trata, entonces, como en el universo de Giovanni Battista Piranesi, artista y arquitecto del siglo XVIII y sus famosas cárceles, de una propuesta estética atravesada por efectos de contraste, por un cuestionamiento permanente de los significados, o, para decirlo de otra forma, un espacio textual paradójico y cicatrizado por escaleras, arcos y sombras que, al igual que en esas cárceles, llevan a cualquier parte y a ninguna. Y Silvia trabaja sobre eso, recorre esas escaleras, una y otra vez, absolutamente consciente de que cada caída en ese absurdo interminable es el germen de una recuperación.
Extensión del tiempo

Al cabo de 50 páginas de desasosiego, puedo afirmar que de las calles está lleno el bullicio. Que lo que sucede adentro tiene explicaciones en todos lados, en el azar que lanza piedras, en los amores que no suceden y a quién le importa, en las renuncias el alivio. Conforme avanza la luz madrugada, me agosto, apenas quepo en un recinto de voz propia, como darle cuerda a la mente para que se invente los mejores espacios millonarios del universo. La utilidad inteligente y natural de la noche me despierta con una de esas anomalías absolutas: todo mi tiempo es absurdo como un luto. (p. 11)
Silvia decide guardar intacto su nombre de pila, pero elige como apellido o, quizás sea más bien un segundo nombre, Piranesi: su identidad literaria está relacionada a un ‘topos’, un lugar de lo ficcional. Con este gesto, de alguna manera, Silvia se está desprendiendo de una identificación estrictamente autorreferencial y se está reescribiendo a sí misma en/a partir de su texto. Este desprendimiento revela, en cierta medida, una necesidad vital de ubicarse fuera, de ser otra y seguir siendo ella misma en esa otra.

Piranesi, ese lugar que elige a Silvia para escribirse, nos remite a las litografías del artista italiano, como dije antes, a esa cruda y sincera alegoría de la condición humana; cárceles que en su imbricación y oscuridad, nos recuerdan que como seres humanos, y agregaría yo, como hablantes, somos prisioneros de la repetición y el desencuentro, presos en primera instancia de la palabra y el tiempo.

Creo que esa es una preocupación constante que atraviesa el texto poético de Silvia y que ella elabora muy puntualmente en la segunda parte del poemario, titulada "Pavimento".

Esa segunda parte –la primera se llama "Blanco"- da inicio con un texto donde la palabra pavimento empieza repitiéndose varias veces, para luego ir disgregándose, alterándose, transformándose hasta convertirse en pavimiento, espavivientos, espasmosvientos, pavivientos, espasmosvienen. El poema puede leerse de arriba abajo, saltando renglones, leerse de corrido, de a pocos, como quieran uds, pero independientemente de la senda que cada uno de uds elija para leerlo, lo cierto es que a medida que avancen en la lectura, el pavimento, esa estructura rígida y pesada, se irá deformando y rompiendo, hasta ser completamente perforada por el viento.

El viento quiebra la rigidez ortográfica y semántica de la palabra pavimento, instalándose como una imagen de lo que transcurre, de lo que muta, de lo inasible; antítesis, pues, de la rigidez obsesiva del pavimento. El poema nos hace pasar de un registro visual de la inmovilidad y la rigidez, representado por el pavimento, a una idea de movimiento expresada por el viento, que es reforzada aún más hacia el final del poema, con el término espasmos, y más precisamente con “espasmos vienen”. El viento, en definitiva, constituye un eje articulador de todo el poemario y esto queda debidamente anunciado con el epígrafe de Samuel Beckett, y del cual Silvia extrae un verso para titular su obra. Noten ustedes lo que pasa con el viento en este otro poema:
Mi casa se ve desde aquí

Estoy empeñada en aplacar todos los sonidos de mi casa que no sean del viento. Descartar los cuadros caídos, un poco la música lo admito, las voces fingidas de los grillos, las hormigas, el basurero minúsculo, mi gato husmeando las cajas. Algo como condenar el movimiento, todo lo que transcurre y no se parece al viento porque se detiene, carcome algo mínimo de mí, disturba mi papel y mi escritorio. La luz que se hace niebla se hace lenta. Todas las cosas chocan contra el viento. Sólo necesito postrarme horizontalmente y saber que desde aquí se ven desamparados más fragmentos del techo. (p. 35)
Y así, ese pavimento, ese paviviento que va despedazándose gradualmente, que Silvia va despedazando y reconstruyendo en cada verso, nos lleva a pensar un poco en que, finalmente, el transcurrir de uno mismo, no es más que una repetición de pavimentos, calles, personas, lugares, costumbres, frases, ritos, absurdos. “Hay un sistema disponiendo de los hechos. Como la ruta que dispone de los trenes y no al revés.”

La propuesta literaria de Silvia se ubica justamente en un espacio de tensión con el lenguaje y de, diría yo, de destrucción del pavimento –pavimentos de lo “correcto”, de lo “bello”, de lo “femenino”-.

Abro comillas y les leo un poema que se llama, justamente, "Repetir el pavimento":
Después de otros libros, leí el tuyo rojo y ahora me doy cuenta que mis banderas rotas por el viento son las tuyas, que las cenizas y los muertos también, es la misma ciudad la que escribimos, las calles y la electricidad que le incluí, el polvo que le dejaste vos. Parece un paralelo partido. Las banderas colgaban, dije, y al mismo tiempo vos dijiste que el viento las partía, pero eso lo dije yo primero. La ciudad que se abandona y los ecos, cuántos bichos no pasaron por nuestros lugares, yo dije hormigas muchas veces y vos dijiste que estaban moribundas. Ya no sé si fuiste vos pero yo arranco el pedazo de tiempo en el que estoy. Nosotros, como muchos otros que dicen pavimento, octubre o vidrio, repetimos la casa
y la casa
y la casa. (p. 41)
Me pasa, y a lo mejor les pase a uds también cuando tengan el texto entre sus manos, que cuando leo a Silvia, no puedo dejar de pensar en todas las Silvias que confluyen en Piranesi, en todas las Piranesi que esculpen a Silvia; pero entre todas, pienso sobre todo en una de ellas: Silvia la que trabaja el espacio a través del cuerpo, a través de la danza. Pienso en ella y la relación que tiene con Silvia la que trabaja el silencio a través de la palabra, en las formas de escritura que tienen ambas. Si la danza, en gran medida, es la escritura del cuerpo en el espacio, inscripción efímera en el tiempo, herramienta para apropiarse del espacio y recrearlo, la escritura en Silvia es asimismo un trabajo para esculpir vacíos con la palabra, una relación vital y vuelvo a repetir, visceral con el lenguaje.

El tema de la corporalidad, por cierto, queda explícitamente planteado en el poema Variantes del equilibrio, donde la relación con el cuerpo podría leerse como una alegoría del proceso de escritura, la reescritura dolorosa del propio cuerpo que a veces puede llegar a sentirse como completamente ajeno:
Variantes del equilibrio

El cuerpo se mueve solo, sin control. La soledad mía es la ignorancia. El cuerpo que cae repetidas veces, que no sabe la cualidad del aire empujándonos, que intuye lo frío, lo ventoso, la masa química arriba, la gestualidad arenosa voluble en su forma. Mi cuerpo es diagonal, es izquierda, ángulo donde se doblan las rodillas o las ramas. Es probable que esté prohibido doblegarse, erguirse porque es norma, una barra incrustada en la columna vertebral. Es probable que tampoco se puedan abrir los brazos en cruz, en equis. Por el momento mi ignorancia y yo nos dejamos enterrar en la tierra que suponemos nos ofrece voluntariamente el viento. Anulada para alguna otra ocasión que todavía no se presenta. (p. 41)
Quiero terminar diciendo que hay en la poesía de Silvia una ruptura consciente, necesaria y consecuente con los lugares comunes que pululan para decir amor o tiempo. Hay una arquitectura textual que tiende a plantear un juego constante y contrastante entre la rigidez y la movilidad, dos extremos, a fin de cuentas, de un mismo espasmo.

Silvia, pienso, ha elegido el riesgo y esto la ha llevado a abrir, más o menos conscientemente, una brecha que la ubica lejos, muy lejos del facilismo minimalista y del facilismo erótico tan presentes en una parte considerable de nuestra poesía. Afirmo, sin temor a que me corten por ahí la cabeza, que pese a haber propuestas muy interesantes, hay un enfoque de lo erótico que ha llegado a agotarse cada vez más y a erosionarse de cualquier resabio pretendidamente transgresor, tanto en términos temáticos como estéticos. Las preocupaciones estéticas y literarias de Silvia andan realmente por otros rumbos.

En lo personal, no sólo como filóloga, sino principalmente como lectora y amante de la literatura, la propuesta de Silvia me resulta un respiro.

Felicidades, Silvia Piranesi, por este libro. Que sea el primero de todos los que vendrán.

Laura Flores
San José, 16 de julio de 2009

Comentarios

depeupleur ha dicho que…
Te cito, sin comentario, porque supongo que es una provocación deliberada, una tentación a la que yo mismo cedo a veces sin comprender bien porque:

"me pareció encontrar un aire distinto en la poesía escrita por mujeres"

En cuanto a la poesía de Silvia Piranesi, me pareció que el comentario de Flores dió en el clavo. No es casual que el seudónimo de Silvia sea Piranesi, su poesía es solitaria, fisica, espacial y llena de construcciones como los grabados de las famosas cárceles. Tampoco es casual que Silvia sea bailarína, su poesía es el producto natural de una deformación profesional, el enfrentarse al mundo directamente con el cuerpo, el cuerpo con medio para negociar las emociones y conocer lo que no es uno. No hay, en la poesía de Silvia, otra gente. Esta sola, como lo estamos todos, dentro de nuestro cuerpo.
Anónimo ha dicho que…
Juan: me costó mucho poner esa frase, que más que provocación, es afirmación. De hecho, me atreví a decirla solo porque me sentí amparado por lo que señala Laura.

Decir "escrita por mujeres" responde a una ubicación psicológica, del mismo modo que existe una psique masculina, que por lo general está presente en distintas producciones y que no siempre (o nunca) ayuda mayor cosa.

Concuerdo con tu apreciaicón sobre su poesía.

Saludos y gracias por pasar.
Guillermo Barquero ha dicho que…
Ahondaré más en el tema de la poesía de Piranesi; por el momento, te digo que la sintaxis piranésica es el rasgo que más me llama la atención, así como las guionizaciones que unen o separan mundos y crean nuevos sustantivos que solo en su poesía encuentran cabida, las frases escuchadas o vistas y agarradas al vuelo (como los títulos de Marías o Lobo-Antunes, a quien Silvia admira profundamente), etc. etc. Acá hay sustancia para deleitarse y para (intentar, a riesgo de morir) analizar.
Sobre la poesía "escrita por mujeres", voy a hacer como que no lo leí, aunque no pueda hacer como que no lo leí.
Anónimo ha dicho que…
Sentenciero: ciertamente, hay un interesante manejo sintáctico en su poesía, que va más allá de la usual y gratuita ausencia de signos ortográficos y demás.

Cuando puse lo de "escrita por mujeres", sabía que iba a tener consecuencias.

Al respecto, me apego a lo dicho por Laura:

"Silvia, pienso, ha elegido el riesgo y esto la ha llevado a abrir, más o menos conscientemente, una brecha que la ubica lejos, muy lejos del facilismo minimalista y del facilismo erótico tan presentes en una parte considerable de nuestra poesía. Afirmo, sin temor a que me corten por ahí la cabeza, que pese a haber propuestas muy interesantes, hay un enfoque de lo erótico que ha llegado a agotarse cada vez más y a erosionarse de cualquier resabio pretendidamente transgresor, tanto en términos temáticos como estéticos. Las preocupaciones estéticas y literarias de Silvia andan realmente por otros rumbos."

Así como hay lugares comunes, poses, tendencias típicas y demás en la poesía "escrita por hombres", también las hay en la "escrita por mujeres", y el párrafo anterior lo deja claro.

No sé qué es peor, si el término "poesía femenina" o "poesía escrita por mujeres.

Lo curioso, hasta el momento, es que quienes hayan comentado sobre ese asunto sean hombres. ¿Casualidad?

Saludos y gracias por pasar.
macizo ha dicho que…
Estimados,

Procedo a meter la cuchara.

Me gustaría aclarar que cuando hice referencia a poesía erótica, en el texto, no estoy aludiendo a la poesía escrita estrictamente por mujeres -o por hombres-...Acaso la llamada literatura erótica es privativa de lAS escritorAS?-. De hecho, en ningún momento de mi intervención se habla de poesía "escrita por mujeres" o algo parecido, pues el meollo del asunto está, en mi humilde opinión, lejos de esas coordenadas.

Es interesante, sin lugar a dudas, que por haber mencionado el concepto de poesía erótica e intentar plantear un contraste a partir de eso, se haga directamente la asociación con "literatura femenina" o "literatura escrita por mujeres". O viceversa.

Quiero dejar claro que mi intención, en ningún momento, es descalificar gratuitamente la poesía erótica o poesía que habla al ser humano desde su erotismo, lejos de eso, estoy planteando que en ciertas propuestas -no todas- que se adscriben a esa tendencia estética, se nota un desgaste de fondo y forma, una repetición de lugares comunes, y esto va más allá de que sean textos escritos por hombres o por mujeres.

De hecho, al tratar de presentar el libro de Silvia -empresa nada fácil, dicho sea de paso, especie de suicidio mayúsculo- quise recalcar y reiterar que la riqueza de la propuesta de Silvia, su sintaxis particularmente piranésica, como han apuntado uds, abre horizontes de lectura e interpretación que impiden encasillarla. Su texto, en sí mismo, resiste y se niega a ese encasillamiento en el que solemos caer fácilmente tod@s, como teóricos, como lectores, como transeúntes de la literatura.

Saludos para uds y muchas gracias
Anónimo ha dicho que…
Laura: primero que todo, te agradezco que me hayás permitido publicar tu texto, pues considero que es muy valioso.

Luego, suscribo plenamente tu comentario.

Tenés toda la razón. Luego de mi último comentario, me di cuenta de que vos no decías "mujeres". Por alguna razón (y por una conversación casual que sustiviéramos), ese párrafo me llevó a esa conclusión, y esta, a un comentario desfartunado que fui incapaz de contextualizar (si es que eso es posible). Por intentar hacer una paloma me salió un sapo. Intentaba validar un discurso cercenado por el patriarcado y terminé cayendo en él. Como diría Bordieu, "se me salió el hábitus". Mis disculpas por eso.

De hecho, la idea era dejar que otra voz (la tuya) hablara sobre libros (el de Silvia), pero como suele suceder, esa frase (la mía) se quedó ahi dando vueltas y marcando nuestras lecturas.

Por lo demás, quiero recalcar que lo que pretendí fue lo que vos más sabiamente has explicado: señalar el desgaste de ciertas tendencias.

Saludos y gracias por tu aporte una vez más.

Y para los demás invitados de esta casa que tengan gusto de pasar o de regresar:

No quisiera desviar la atención, pero lo interesante sería comentar el texto de Laura y el libro de Silvia. Ese era el proósito y podemos volver a él.

Saludos.
Anónimo ha dicho que…
Lo que ha sucedido con este post es un claro ejemplo de deconstrucción derridiana (y muy válido, evidentemente: lo que genera significado es la periferia, no el centro.
macizo ha dicho que…
Asterión, ni un problema, más bien gracias a vos por abrir esta casa y darle espacio a la obra de Silvia. Pienso que el interés, en todo caso, es estimular el intercambio de opiniones sobre su propuesta.

De eso se trata, creo yo.

Mi texto es simplemente una lectura dentro de infinitas posibilidades de interpretación y, en ese sentido, espero que sirva como pequeña antesala para lo importante: leer a Silvia, comentar su texto, disfrutar su piranesismo. Nada más.

Saludos para vos
Anónimo ha dicho que…
Macizo: no hay duda. De eso se trata. Y en estos casos, yo solo espero ser un buen anfitrión, recibir a los invitados lo mejor que se pueda y recoger cualquier reguero, jeje.

Saludos.
Alexánder Obando ha dicho que…
Una discusión llena de buen sabor comentando un libro que definitivamente se las trae. Eso es lo que nos dejan los blogs si los sabemos utilizar sabiamente. ;)

La poesía de Silvia no me parece particularmente femenina ni masculina ni otra cosa más que piranésica, es decir, sui géneris, sílvica, ella misma. Y en ese contexto logra una persona-lidad muy bien desarrollada.

"Cuando el río suena piedras trae", reza el refrán popular, y hace un tiempo vengo escuchando en el lecho del río literario tico voces y murmullos muy nuevos.

Ahora puedo decir con soltura que la nueva pesía tica está cuestionando y revalorando el carcomido canon que nos ha heredado el suprarretórico trascendentalismo. La prueba está en la poesía de Ureña, de Steinmetz de los Chaves, entre otros; y ahora también en la de Piranesi.
Anónimo ha dicho que…
Alexánder: bueno, esa es la idea, comentar y que la gente se apunte al asunto. De más está decir que siempre agradezco enormemente la participación de los frecuentes (y ocasionales) lectores.

Tenés razón, la poesía de Silvia es pirénisca. Como ya vimos, ni Laura (menos que nadie) ni yo quisimos decir lo otro. En ese sentido, es muy interesante el asunto del nombre, porque aparte de que me diverte mucho, creo que ha logrado generar una mitología y una nomenclatura: piranésica, piranesismos, etc.

Respecto a tu último párrafo, creo que eso lo podemos decir con soltura muchos y no solo ahora, sino ya hace rato. Sinceramente, seguir refiriéndonos a eso como si tuviese algún peso lo único que logra es dárselo. La poesía de Ureña, por ejemplo, no es de hace un año. Viene trabajando eso desde finales de los ochentas. Klaus tampoco parece ser un púber. Los Chaves vienen con lo suyo, de una u otra ofrma, desde finales de los noventas. Y ejemplos van a sobrar.

No es necesario hablar de los fantasmas. Como en la infancia, ni cuenta nos damos, hasta que alguien viene y nos asusta, y como digo en un poema que anda por ahí en el blog: "Son fantasmas, no lo saben, y se han olvidado de asustar."

Saludos y gracias por pasar.
Alexánder Obando ha dicho que…
Asterión, te cito:

"Son fantasmas, no lo saben, y se han olvidado de asustar."

Está bellísimo. Se cae solito para un epígrafe. Te lo voy a robar. :)
Anónimo ha dicho que…
Alexánder: gracias y adelante con el epígrafe. Honor que me hacés.

Saludos.
Apuntador ha dicho que…
¿Alguien sabe dónde se consigue el libro de Piranesis? Por fa.
Anónimo ha dicho que…
Apuntador: he visto el libro en Claraluna y en la librería de la UCR, ambas en la Calle de la Amargura.

Saludos y gracias por pasar.

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