Ir al contenido principal

Paréntesis: una crítica de Salomé


El paje de Herodías: -¡Mira la luna! ¡Qué extraña parece la luna! Es como una mujer que se levanta de la tumba. Uno pensaría que está buscando cosas muertas.

(...)

Es como una mujer muerta. Se mueve muy lentamente.

Salomé
Oscar Wilde
Salomé, la gran tragedia lírica de Oscar Wilde, es una verdadera genialidad, una belleza sin par. Desde la primera vez que la leí, quedé cuativado por el estilo único de su autor. Luego, he tenido la oportunidad de ver en video un montaje minimalista de la ópera homónima de Richard Strauss, otra genialidad. Pues bien, vayamos entrando en materia.

Usualemente, las críticas de espectáculos como el teatro, el cine o la música, se deben hacer antes de que sus temporadas terminen, pues se supone que el crítico informa al público. Sin embargo, fui a ver la obra Salomé apenas la semana pasada, por lo que no puedo cumplir con el anterior prurito. Debo acotar, además, que en esta ocasión no hay ficha técnica, porque ese día se habían agotado los programas, y sinceramente me da pereza ir por Internet rastreando toda la información. Baste señalar que la dirección, escenografía y vestuario son de Luis Carlos Vásquez, y que la producción costó 66 millones de colones (unos 120 mil dólares).

De primera entrada, llegar y econtrarse con la horrible escenografía hace presagiar males mayores. La combinación de rojo y dorado supera todo lo kitsch que se quiera ser, así sea consciente o inconscientemente. Luego, en una pantalla se proyecta, en letras de fuego, como en las viejas películas de Tarzán, el título: Salomé. Aquí el miedo se empezaba a tornar en pavor. Acto seguido, el director ha agregado una secuencia inicial, donde entran todos los bailarines, actores, el perro de la tía, los utileros y demás, en una especie de danza para que el público los conozca. Parecían estar conscientes de que era necesario aclararle al público quién era quién, aunque en dicha secuencia es imposible de determinar (como probablemente le sucedería al no iniciado).

También, aquí se establece una constante en todo el montaje: el exceso de ruido. La música de Carlos Escalante está bien, pero pésimamente administrada. Prácticamente no hay espacios de silencio, sumado al griterío de varios actores al unísono, y a las campanitas del vestuario de los bailarines.

Para este momento, el uso de video, proyectado en una horrorosoa tela blanca, se hace peor, puesto que la figura de Jokanaan, siempre al fondo y con voz en off (inexplicablemente), es una sombra gigante que se proyecta sobre el escenario. Aquí me disculpo, por ser incapaz de describir apropiadamente el uso de dicho recurso.

El vestuario es todavía más peor. Vásquez parece haber robado del ropero de las iglesias los trajes de Semana Santa, y del set de Chespirito, todo lo demás. Cabe aclarar que los recursos de estereofón y cartulina de Chespirito cumplían perfectamente su cometido. Aquí no es otra cosa que incapacidad. Parece Vásquez, en su papel de vestuarista, querer identificar a cada uno de los personajes, pero con ello, lo único que logra es convertir el escenario en un circo y desorientar al espectador no avisado, quién probablemente estará al final de la obra preguntándose quién diantres era el tipo con sombrero de pavo real o qué putas hacía el otro con un pantalón naranja que parecía hecho de globos.

Tratando de ser sintético, debo decir que los actores, la coreografía (de Humberto Canessa), las lueces y la música son relativamente aceptables, pero la concepción de toda la puesta, con ese vestuario y esa escenografía, echaron por tierra cualquier valoración positiva, sin contar que al retrete se fueron 66 millones de los contribuyentes.

Valga una aclaración: yo soy adepto a las producciones megalómanas, épicas, catárticas, donde su creador ha puesto de todo (but the sink), pero una cosa es eso, y otra muy distinta, mis queridos señor y señora (aunque suene redundante), esto que la Compañía Nacional de Teatro nos ha presentado este año.

Si la temporada estuviese empezando, les diría que quedan advertidos, pero afortunadamente ya terminó. De todos modos las advertencias no sirven: yo lo estaba y ya ven.

Comentarios

Alexánder Obando ha dicho que…
Lamento mucho lo que contás. ¡Cuántos colectivos de teatro pequeños se podrían haber beneficiado de una inversión tan onerosa!

Tu descripción me recuerda "La corte del faraón" en versión fílmica de Carlos Saura. Pero claro, esa era una película más o menos ligera que retrataba una zarzuela cómica con ínfulas de sexy-comedia. Ahí sí había lugar para cierto nivel de kitsch.

Saludos.
José P. M ha dicho que…
Un montaje que decepciona pasmosamente. El misticismo, la perversión y el delicado simbolismo de la obra, todo sustituido por una puesta en escena harto ordinaria y en demasía vulgar.
¡Y de los histriones... ni hablar! Es una pena cómo se dilapida en excesos fanfarrones y brutales.
Leandro ha dicho que…
Uno debería entristecerse adecuadamente, como los demás, pero la verdad es que me divertí mucho leyendo tu crítica. Me gusta una crítica cuando ensalza, pero mucho más cuando está enojada: el "buen mal humor".
Carolina ha dicho que…
Tavo, Asterión:
Te pasaste, no hice más que reírme leyendo tu nota. Lo de las letras de fuego, al estilo película de Tarzán, y el vestuario sacado de las iglesias (de la época de semana santa) y del escaparate de Chespirito estuvo ácido y muy divertido. Hiciste una comedia del mal tino de los realizadores de esta obra en Costa Rica. Lo siento por ellos, por los contribuyentes y por el señor de los pantalones naranja.
Anónimo ha dicho que…
Alexánder: toda la razón. El presupuesto es excesivo, si tomamos en cuenta que es una obra que puede ser sumamente sobria. Con 66 millones, al menos se puede pensar en tres buenas producciones, en lugar de una sola.

J. P. ¿Qué más puedo decir? Todo lo hermoso de la obra quedó sepultado por toneladas de exceso sin sentido.

Leandro: pues yo me divertí mucho escribiéndola. Ciertamente, hacer este tipo de crítica es más sencillo cuando uno no tiene la más mínima relación con el perpetrador.

Carolina/Natalia: ¡al fin regresaste¡ ¡Qué alegría¡ Es broma. Un gusto tenerte por aquí. Yo, aparte de los contribuyentes (que soy uno) y dem;as. lo siento por mí y por el texto de Wilde.

Saludos a los cuatro y gracias por pasar.
Agustín Gutiérrez Carro ha dicho que…
Jaja, totalmente de acuerdo, 100% Chespirito (con todo respeto para el maestro Roberto Gómez Bolaños y los años 70). Pero también que triste el desperdicio de recursos!!!

Hablando de teatro, si se quieren quitar el mal sabor de boca les recomiendo "Ollas de presión" en el teatro Giratablas, del proyecto Emergencias. Una muestra de como con poco se puede hacer mucho.

Por cierto no tengo nada que ver con la obra, simplemente me gustó. Para info de la obra: http://sicono.blogspot.com/2009/05/ollas-de-presion.html
Anónimo ha dicho que…
Agustín: bienvenido a esta casa.

Pues sí, es una lástima el desperdicio de recursos. Esto sería el equivalente de Hollywood.

Saludos, y gracias por la invitación y por la visita.
natalia ha dicho que…
Pero cómo se te fue a olvidar lo más terrible de todo esto....

Peor que el vestuario lleno de lentejuelas gigantes y los colores de carnaval de limón...

Peor que la actitud de chiquita chineada de Salomé...

Peor que la luz y el rojo excesivo toda la puesta...

LA CABEZA DE PLÁSTICO DE JOKANAAN!!!

Le rogué al cielo que eso no fuera a suceder durante toda la obra... que no fueran a salir con semejante pieza de utilería barata... Quise llorar en ese momento!!

Fue horrible. Todavía me da pena ajena y eso que la vi hace ratito.

66 millones.
Lo que algunos soñamos tener aunque sea 5 para hacer un espectáculo...
Anónimo ha dicho que…
Natalia: lo del carnaval de Limón está buenísimo. Eso se me pasó.

Pues sí, tenés toda la razón, después de cada cosa horrible que hubo... solo faltaba la infaltable cabeza de utilería.

Un saludo y gracias por pasar.
Luis Antonio Bedoya ha dicho que…
Hey, Asterión! No siempre me alegra tener razón en todo. El problema se incrementa cuando lo constato en las palabras de otro. Entonces... sí que tengo razón. En medio del pandemonium moderno -quizás la época no deba interesar- es difícil y valiente esgrimir un argumento en contra del mal gusto de cuanto patán se haya entronizado en las aras de las artes patrias. Fuck! En fin, sólo discrepo con vos (pues parece que me hubieses leído la mente) en el punto que corresponde a los actores -admito que la danza estuvo muy bien y reafirmo mi admiración por Canessa. Sobre los actores diré que me parecieron pésimos todos ellos, principalmente Salomé con sus insoportables chillidos y sus movimientos groseros. El bautista (que me recordaba, por cierto, a Chinpandolfo) se jorobó toda la pinche obra y su entonación afeminada y llorona aún me despierta de mis pesadillas. Herodes, acartonado y sin energía; Herodías, vieja como el tiempo (culpa del casting, pues, según el texto, Herodías no supera por 15 años a su hija; ahora, superarla por 1000, da la impresión de descuido) y totalmente confundida entre qué es una matrona y qué una vieja chancluda. Demasiado acostumbrados están los actores veteranos de este país a sólo interpretar variaciones sobre el tema de "Mercando leña". Afirmo que NADIE entendió su papel y que la obra de Wilde merece mayor detenimiento; entiéndase: no es obra apta para hermeneutas amateur. Nuevamente provocas mi admiración, querido monstruo de Creta, por darte el fatigoso trabajo de ocupar tu tiempo preciosos en semejantes quimeras. Un abrazo! Seguí por allí.
Anónimo ha dicho que…
Luis: así es, igual las advertencias no sirven, porque uno siempre va a verla. Pero bueno, en este caso, no tenía más remedio.

Quizá tengás razón también con lo de los actores. Ya son varias personas las que consdieran que Salomé estuvo muy chillona. Yo creo que a lo mejor el desconcierto que me provocaban los demás elementos, hizo que fuera benévolo con los actores.

Saludos y gracias por pasar.

Entradas populares de este blog

“Fairytale of New York”: un clásico para Navidad

  Spotify me dice que la canción que más escuché este año fue “Tiny Tears”, de Tindersticks. Lo que no sabe es que fue “Fairytale of New York”, de The Pogues, incansablemente, pero en YouTube.   ***   El jueves 30 de abril de este año pandémico sobrepasábamos ya los 50 días de cuarentena. Ese día, Abel Limbrick subió un cover de “Rainy Night in Soho”, de The Pogues. La cuestión es que durante el confinamiento he pasado escuchando a este grupo inglés de punk celta. Aunque más bien, debería decir que he pasado escuchando incansablemente “Fairy Tale of New York” (1987): en videos, en audio, en vivo, covers, etc.. Es decir, que he pasado moqueando. Qué canción más hermosa. Terriblemente hermosa. Una obra maestra.   ***   Parece que los ingleses son expertos en dejar llegar sus mejores canciones apenas al segundo lugar. Sucedió con “Strawberry Fields Forever”, en 1967. Veinte años después sucedió lo mismo con esta pieza de The Pogues. Y en 1995 pasó de nuevo, con “Common People”. Curiosamen

Una defensa del ardor

El buen amigo Gustavo Adolfo Chaves me envió hace unos días algunos ensayos del poeta polaco Adam Zagajewski , que pertenecen a su libro A Defense of Ardor [Una defensa del ardor], título tomado del primer ensayo del volumen. En términos generales, Zagajweski hace, a mi juicio, uno de los mejores análisis de la estética de nuestro tiempo. En sus amenas y delicadas páginas, explica la ambivalencia o tensión que se genera entre el ardor (preferiría llamarlo pasión) y la ironía. El primero será el material del cual ha partido la poesía y el arte en general, mientras que el segundo sería el signo más llamativo de nuestra contemporaneidad. La idea central de este primer ensayo, y del que le sigue, “The Shabby and the Sublime” [Lo sublime y lo raído], es que no podemos hacer poesía solamente con el ardor, pero mucho menos podemos hacerla solamente con la ironía, por lo que las relaciones entre ambos, ese punto intermedio, que nos salvaría de la locura o del aburrimiento (parafraseando sus

Un poema de Laureano Albán

Dedicado a Anónimo Inventarios terrestres A Antonio Enrique Hay delgadísimos sonidos entre las cosas y sus muertes, como un violín sonando mientras se hunde en un agua interminable. Hay casas en donde las ventanas arden siempre y la noche no puede abandonarlas. Hay tu rostro y mi mano y la incierta pasión de reunirlos. Hay un plancton solar en los cuerpos amantes que el mar no ha conocido ni comprende. Hay músicas en mí que nunca podré darte. Hay la desolación y el rostro que la aguarda. Hay pájaros ardiendo desbandados desde el canto hasta la muerte. Hay posesiones últimas, pulpas lunares, ríos que irrumpen verticales a las horas. Hay lejanías, ellas todo lo envuelven en su vasta memoria deletérea. Hay bosques esperando, como una explosión inaplazable debajo de las calles por su aire. Hay objetos mortales, espejos agresivos alrededor del hombre que no duerme. Hay flores y su fulgurante devoción. Hay el polvo y su rostro de tempestad. Riadas que se sumergen en las mareas del viento. Ad