Ir al contenido principal

Invitación a espectáculo poético: Himnos sacros y canciones paganas

Haga click en la imagen para agrandar.

Luis Antonio Bedoya, escritor y músico, se lanza en una aventura arriesgada. Así, este viernes 27 de marzo, a las 8:00 p.m., en el Teatro de la Danza, en el CENAC, presentará el drama poético Himnos sacros y canciones paganas, basado en textos y música de su autoría. Quedan cordialmente invitados.

Aprovecho, además, para presentar uno de sus poemas:

La memoria

Hay luces, allá a lo lejos; parecen luces de calderos,
el poeta queda absorto ante las broncíneas lumbres,
fuegos de espadas languidecentes, embebidas de sangre:
erial de las lágrimas acunadas en el fuego,
polvo cálido de rojas transparencias que dibuja,
sobre el negro pontón de la noche soberbia,
los símbolos, las insignias, los gallardetes y el misterio.

¡Ah, el misterio se puebla de luces bermejas
que semejan el polvo de la roja luna!
El poeta acuna en el fuego el tránsito quieto
de las lágrimas, los símbolos, las insignias.

Se ha emprendido el viaje y el mundo.
No mirar al corazón que tanto teme a la locura,
hermano de un centauro, lujuria
de los niños encanecentes y lozanos;
he aquí la razón, hallada la vigilia al través.

Había luces allende lo oscuro que eran rojas
y el poeta, entre rubios rosales, dulce y maldiciente,
igual a un dios-pastor, jugaba con los soles negros
y, entre los negros vinos, convocaba el delirio.

Jamás viví lejos de estas ruinas
que mi padre llamaba “De la Virgen del Socorro de Ujarrás”;
yo, que amo las ruinas y odio a mi padre,
jamás he conocido otros pastos, otro estanque;
nunca adoré otros muertos y ningún misterio
mayor ha sido que estos cipreses fatales
de extraño perfume. El licor del ciprés
a los Clavos de la Cruz mezclado es panacea.
Mi padre, que me odia, antaño llevóme a las ruinas
¡Yo, que amo las ruinas porque tardan para siempre!
¡Yo, simple mortal, tierno mortal, tierno mortal
cuyo corazón le aterroriza! Un ciervo brama.

Sólo brama el ciervo ante la pisada musgosa del Hado;
el poeta, que conoce la muerte, entre brezales de rosas hialinas
-el sol despuntando- canta al abismo con honda tonada,
y su lira es por todos y todos oída,
por el ciervo, el hijo y el padre.

He querido cantar en castizo, por encima de otras
lenguas muertas, el otoño y su llegada son buen signo;
¡atraviesen las vascas huestes imaginarias los lindes!
Ya me he confesado descreído, oh Castilla.

El poeta, hijo de los señores de León, tramonta
el Valle de los Calderos –por él así llamado.
Ha dicho que un místico envenenó la fruta del muchacho
cuando aún no le era dado el andar:
al siguiente día, tras los vómitos
y las trompetas del agónico estertor, el infante
hablaba con la elocuencia de un anciano sabio.

Es de temer la luz de ese campo,
es la muerte, deambulatoria campana;
el color encendido de ciertas rocas,
las cuales, al besarlas, infunden una feroz lubricidad.

He visto a Ligia besar las rocas durante la noche,
luego, corría hacia el estanque donde la ermita
su campanario derruido reflejaba nenúfares y peces;
a sus orillas, la hija del herrero parecía morir,
entre narcisos y dedos de difunto. El ciervo brama.

Estoy cierto de que la verdad está en esa colina,
debajo, encima de este pasto de caracoles líquidos,
estoy cierto de que hay voces angélicas en este monstruo.
Allí, por donde marcha el centauro, está la vida.

Comentarios

Gittana ha dicho que…
mmmm... me imagino que esto no es en México...

que lastima...
Anónimo ha dicho que…
Gittana: sí, lastimosamente no es en México, pero al menos queda un poema para compartir.

Bievnenida a esta casa y gracias por comentar.
Alexánder Obando ha dicho que…
El atuendo parece un menage de ropa renacentista con el típico vestido de las heroínas trágicas griegas; mientras que el título nos recuerda a músicos como Debussy en sus "Danzas sacras y profanas".

En cuanto al poema, pues me debato entre un gusto por lo arcaico y un disgusto por lo gratuitamente sobreadjetivado.

Creo que el poema ganaría mucho con diez o quince adjetivos de menos, y en especial, la poda de expresiones rebuscadas como "broncíneas", "languidecentes", "encanecentes" y otra fauna similar.
Alexánder Obando ha dicho que…
No quiero dejar de lado el comentario de que parece un esfuerzo serio y muy creativo. La palabra final la tendrá la presentación del viernes.
Anónimo ha dicho que…
Alexánder: ciertamente, la poesía de Luis bebe profusamente (cual profuso es su lenguaje) de la tradición greco-latina, así como del barroco.

Tal y como él mimso señala en su blog, el espectáculo del viernes nos presentará a dos rapsodas, una bailarina y un corifeo, al mejor estilo del teatro griego.

Veremos cuál es el resultado de la propuesta esénica, pues hasta el momento yo no la conozco.

Entradas populares de este blog

“Fairytale of New York”: un clásico para Navidad

  Spotify me dice que la canción que más escuché este año fue “Tiny Tears”, de Tindersticks. Lo que no sabe es que fue “Fairytale of New York”, de The Pogues, incansablemente, pero en YouTube.   ***   El jueves 30 de abril de este año pandémico sobrepasábamos ya los 50 días de cuarentena. Ese día, Abel Limbrick subió un cover de “Rainy Night in Soho”, de The Pogues. La cuestión es que durante el confinamiento he pasado escuchando a este grupo inglés de punk celta. Aunque más bien, debería decir que he pasado escuchando incansablemente “Fairy Tale of New York” (1987): en videos, en audio, en vivo, covers, etc.. Es decir, que he pasado moqueando. Qué canción más hermosa. Terriblemente hermosa. Una obra maestra.   ***   Parece que los ingleses son expertos en dejar llegar sus mejores canciones apenas al segundo lugar. Sucedió con “Strawberry Fields Forever”, en 1967. Veinte años después sucedió lo mismo con esta pieza de The Pogues. Y en 1995 pasó de nuevo, con “Common People”. Curiosamen

Una defensa del ardor

El buen amigo Gustavo Adolfo Chaves me envió hace unos días algunos ensayos del poeta polaco Adam Zagajewski , que pertenecen a su libro A Defense of Ardor [Una defensa del ardor], título tomado del primer ensayo del volumen. En términos generales, Zagajweski hace, a mi juicio, uno de los mejores análisis de la estética de nuestro tiempo. En sus amenas y delicadas páginas, explica la ambivalencia o tensión que se genera entre el ardor (preferiría llamarlo pasión) y la ironía. El primero será el material del cual ha partido la poesía y el arte en general, mientras que el segundo sería el signo más llamativo de nuestra contemporaneidad. La idea central de este primer ensayo, y del que le sigue, “The Shabby and the Sublime” [Lo sublime y lo raído], es que no podemos hacer poesía solamente con el ardor, pero mucho menos podemos hacerla solamente con la ironía, por lo que las relaciones entre ambos, ese punto intermedio, que nos salvaría de la locura o del aburrimiento (parafraseando sus

Dos poemas de Rafael Rubio

El arte de la elegía     Todo consiste en llegar al justo término y después, dar a luz la voz: dejar que se complete la muerte. Nadie va a lamentar una metáfora imprecisa ni un epíteto infeliz, cuando la muerte está viva en el poema.                                     Todo estriba en simular que nos duele la muerte. Sólo eso: hacer creer que nos aterra morir o ver la muerte. Imprescindible elegir una víctima que haga las veces de un destinatario: el padre o el abuelo o el que fuere, con tal que su muerte haya sido lo bastante ejemplarizadora como para justificar una ira sin nombre. Impostarás la voz hasta que se confunda con el ciego bramido de una bestia. Así infundirás piedad en tu lector. Recomendable el terceto pareado si se quiere seguir la tradición del abandono, leerás la elegía de Hernández a Ramón Sijé o la que en don Francisco de Quevedo, maestro en el arte de la infamia versificada inmortalizara a fulano de tal.                                              Debe ser