Yo sigo preguntándome cuál es el “lugar” de la literatura. Y esta pregunta implica saber quién escribe, desde dónde, a quién se dirige, quién lee, cómo se enuncian los discursos y cómo se articulan con el resto de prácticas significantes.
Al hacerme estas preguntas, recuerdo que es necesario distinguir entre dos ámbitos: una cosa es la literatura y otra es la escritura. Puedo pensar que la primera se refiere al espacio público, institucional y social de una práctica, y la segunda a un espacio privado, personal y solitario de una operación.
Esta distinción no es menor, quizá porque nos permite entender (un tema que he tocado en repetidas ocasiones), por qué la literatura parece ser distinta a todas las otras artes. Veamos: un músico asiste a una escuela de música, aprende de los maestros, recibe un título y forma parte de una orquesta sinfónica nacional. Un bailarín asiste a una escuela de danza, aprende de los maestros, recibe un título y forma parte de una Compañía Nacional de Danza, auspiciada por el estado y demás. Igual sucede con las artes plásticas o el teatro. Tanto el músico como el bailarín, aparte de aprender las técnicas para tocar o bailar, aprenden teoría y discuten sobre su quehacer. Pero qué pasa con el escritor. No tiene escuela, no tiene maestro ni título, mucho menos compañía, asociación o sindicato. Claro, hay escuela de literatura, pero eso es otra cosa: se aprende y se teoriza sobre la escritura, pero no se “aprende” a escribir.
Ahora, está muy bien que así sea. Quizá podamos incluso ver en eso cierta aura para el oficio de la escritura, a la vez que nos permite reconocer el espacio creativo de la escritura ya sea como un espacio “vacío” o por el contrario como un espacio cruzado por múltiples discursos y prácticas, un espacio no “tomado” por la institucionalidad. Claro, la institución es la literatura, pero no la escritura. Por supuesto que no viven la una sin la otra, y el escritor debe balancearse cual trapecista sin red en ambas, entre la soledad y la comunión, entre la introspección y la plaza pública, entre la lectura y el debate.
En fin, ¿a qué viene todo esto? Pues no, solamente a esa reflexión sobre el oficio del escritor y sus múltiples posibilidades. Una reflexión que probablemente no haya aclarado nada sobre las preguntas primeras. Porque quizá al escribir no se sublima nada. Quizá escribir sea solo el reflejo del fracaso. Pero también, es posible que escribir sea la forma de trazar un arco entre el silencio y la palabra; sea una manera de tender un puente que haga transitable (inteligible) nuestro paso por el mundo… aunque todo lo demás también lo sea…
Al hacerme estas preguntas, recuerdo que es necesario distinguir entre dos ámbitos: una cosa es la literatura y otra es la escritura. Puedo pensar que la primera se refiere al espacio público, institucional y social de una práctica, y la segunda a un espacio privado, personal y solitario de una operación.
Esta distinción no es menor, quizá porque nos permite entender (un tema que he tocado en repetidas ocasiones), por qué la literatura parece ser distinta a todas las otras artes. Veamos: un músico asiste a una escuela de música, aprende de los maestros, recibe un título y forma parte de una orquesta sinfónica nacional. Un bailarín asiste a una escuela de danza, aprende de los maestros, recibe un título y forma parte de una Compañía Nacional de Danza, auspiciada por el estado y demás. Igual sucede con las artes plásticas o el teatro. Tanto el músico como el bailarín, aparte de aprender las técnicas para tocar o bailar, aprenden teoría y discuten sobre su quehacer. Pero qué pasa con el escritor. No tiene escuela, no tiene maestro ni título, mucho menos compañía, asociación o sindicato. Claro, hay escuela de literatura, pero eso es otra cosa: se aprende y se teoriza sobre la escritura, pero no se “aprende” a escribir.
Ahora, está muy bien que así sea. Quizá podamos incluso ver en eso cierta aura para el oficio de la escritura, a la vez que nos permite reconocer el espacio creativo de la escritura ya sea como un espacio “vacío” o por el contrario como un espacio cruzado por múltiples discursos y prácticas, un espacio no “tomado” por la institucionalidad. Claro, la institución es la literatura, pero no la escritura. Por supuesto que no viven la una sin la otra, y el escritor debe balancearse cual trapecista sin red en ambas, entre la soledad y la comunión, entre la introspección y la plaza pública, entre la lectura y el debate.
En fin, ¿a qué viene todo esto? Pues no, solamente a esa reflexión sobre el oficio del escritor y sus múltiples posibilidades. Una reflexión que probablemente no haya aclarado nada sobre las preguntas primeras. Porque quizá al escribir no se sublima nada. Quizá escribir sea solo el reflejo del fracaso. Pero también, es posible que escribir sea la forma de trazar un arco entre el silencio y la palabra; sea una manera de tender un puente que haga transitable (inteligible) nuestro paso por el mundo… aunque todo lo demás también lo sea…
Comentarios
¿Cómo distinguir la literatura "social e institucional" de la "amateur" en un mundo donde las imprentas van perdiendo el monopolio de las publicaciones "oficiales"?
¿El papel, qué pasará con el papel y la inminente era de los ebooks?
¿Tendrá sentido hablar de "literatura costarricense" cuando podés encargar 300 ejemplares a China y enviarlos de inmediato a España?
¿Cuál escritor escribe "literatura" y cuál no, en un campo donde se encuentran las mismas mediocridades y virtudes entre los publicados y los que no han tenido esa oportunidad?
Estamos entrando a un mundo nuevo, totalmente diferente, y es inminente.
Hablar de literatura en términos de "sociales" o "institucionales" no implica que esta sea "profesional" o "mejor" que otras manifestaciones "amateur". Aquí, más bien sin adejtivos, todo acto de escritura que se haga circular entra en una red social, que eventualmente puede llegar a ser institucionalizada.
¿Por imprentas te referís a editoriales? Ahora, estas mantienen el monopoio precisamente porque responden a esa institucionalidad literaria. Por otra parte, yo no pondría la palabra "oficial" en juego. Ya hace tiempo atrás debatía yo sobre esta noción de oficialidad: para mí, oficial es en este momeento lo que se publica en las editoriales privadas (independientes las llaman algunos), porque eso es lo que circula, lo que se vende, lo que la gente lee.
No sé qué pasará con el papel. Parece haber una tendencia digital, pero demasiado reciente como para darle certificado de defunción al papel. En todo caso, no veo que sea problema su desaparición. Implicará un cambio en la forma de leer e interpretar, claro.
Darle gentilcio a la literatura es un problema jodido. No digamos que no, sobre todo cuando en ese gentilicio se intenta hacer calzar la "identidad", "la nacionalidad", etc. Una manera práctica de entender el asunto es que un texto es "costarricense" o "filipino" si fue escrito en español por un autor que ostente cédula costarricense, que a fin de cuentas es lo único que vale para decir si alguien es de aquí o de allá. Es decir, podemos señalar que tal o cual texto es tico por esas razones y listo, pero sin caer en esencialismos, sin pretender que por tal motivo deba tratar ciertos temas o utilizar determinados giros.
Con la pregunta sobre el escritor que escribe literatura volvemos un poco al principio. Y el asunto es que no podemos distinguir al que hace "literatura" del que hace "escritura", porque es una tensión irresoluble. La diferencia es que de la literatura podemos dar cuenta mediante estudios. La escritura es lo que queda de misterio en el ser humano.
Sì, un mundo nuevo, y en eso estamos.
Saludos y gracias por pasar
Por otra parte saber leer y escribir no es lo mismo que saber leer literatura y saber escribir literatura. Más de un lector autonombrado crítico no está a la altura de lo que lee, igual que mucho nóvel escritor todavía no logra resolver elementos básicos de la literatura de ficción como la unidad y la verosimilitud.
En cuanto a lo que señala Sören, la literatura "nacional" bien podría estar a las puertas de la extinción para asumir un parámetro más abarcador, al menos geográficamente. La Costa Rica conservadora empieza a entender que la literatura nacional es un término muy amplio precisamente cuando el concepto de "literatura nacional"ya ha entrado en crisis en el primer mundo.
También es cierto que actualmente la calidad formal de la literatura como arte ya no es el paradigma a seguir para la publicación y difusión. De toda suerte, nunca lo fue en sentido cabal. La publicidad y otras circunstancias (como estar casade con un gringo influyente) ponen ahora o quitan del tapete a tal o cual autor.
La literatura del futuro es electrónica (ebook) y aunque la literatura en papel no desaparezca del todo, sí creo que se convertirá poco a poco en un artículo de lujo para especialistas o coleccionistas.
En otros países (España, Cuba, México, Argentina)se han implementado escuelas de escritores con títulos de validez social que permiten un aprendizaje en conjunto de la literatura y de las herramientas básicas para desarrollar ese talento (ojo, que hay que tener talento para ingresar a la carrera, talento que es "medido" con un "examen" previo). Estas escuelas además abren los espacios necesarios para que estos profesionales se coloquen en el mercado una vez finalizados sus estudios.
Para no quedarnos de brazos cruzados y si de algo nos alienta a todos los que nos preocupa este tema, acá en San Ramón estamos desarrollando un proyecto de diagnóstico y creación curricular de un diplomado en creación literaria con asesoría extranjera (porque asumimos que en el país hasta los mejores escritores son empíricos). Todo el que se quiera apuntar bienvenido sea.
Ahora, la institución de la literatura indudablemente atraviesa a todo escritor, lo quiera o no, aún si se trata de alguien como Kafka. Incluso esa institución atraviesa a la sociedad, está en todos lados.
Sobre lo nacional, concuerdo. Por eso le decía a Soren que fuera de que el firmante ostente una cédula con x nacionalidad, no hay en dicho criterio nada que nos permita entender el acto creativo.
Mon: esa parte es la que sí me molesta un poco, no puedo negarlo. Que precisamente por ser un terreno tan abierto, cualquiera se arroga el derehco de escribir, pero yo no puedo arrogarme el derecho de recetar medicinas. Dicen que es porque la mala literatura no mata a nadie, en fin...
Hay diferencias entre países en la forma en que la institución literaria valida sus productos. Y el surgimiento de esas escuelas tiene que ver con los procesos de globalización y homogenización científica y tecnológica; tiene que ver ocn la necesidad de cuantificar (en témrinos monearios) la producción.
Ahora, sobre escuelas de literatura, talleres y demás, no les veo problema. Si los músicos tienen escuelas, los escritore también pueden. Eso sí, siempre un músico o un escritor han de saber que esa escuela no es la que les da el talento o la capacidad de hacer arte.
Suerte con el proyecto. Mandame una nota que lo explique, y lo ponemos en el Directorio de Blogs.
Leandro: completamente de acuerdo. Algo que me parece curioso es que un músico, para seguir con el ejemplo, aprende "música" y teoría de la "música", mientras que un escritor escribe y un literato aprende sobre literatura. Me refieor a la nomenclatura, que en las otras artes parece no presentar esa diferencia, ese matiz o separación.
Y sí, en ese sentido, la institucionalidad es ineludible.
Saludos a los tres y gracias por pasar y aportar