Imagen tomada de Red Cultura
Va terminando el año, y junto con el tope, las corridas (de toros) y los tamales, uno de los temas literarios que se hace presente es el de los Premios Nacionales Aquileo J. Echeverría, en las ramas de poesía, cuento, novela, teatro, ensayo, historia y libro no ubicable. Se especula sobre posibles ganadores (algunos son más cantados que el Gordo), se hace lobby, afloran viejas rencillas; luego, se anuncian los galardones, se hace un alboroto, todos los escritores no premiados se quejan, se acaba el circo y vuelta a empezar.
En fin, ya sabemos de los múltiples problemas y deficiencias que dichos premios tienen, pero no es mi intención venir ahora a discutir el asunto ni mucho menos, solamente dar algunas orientaciones, porque más allá de que alguien desee ganarlos o no ganarlos, debido al desprestigio en que han caído, todo esto pasa por un tema práctico: ¿quiénes pueden participar y cómo?
En principio, puede participar cualquier costarricense, o residente por cinco años en este país, con una obra completamente nueva publicada el año inmediatamente anterior al anuncio del premio. Es decir, para el 2009, que se anuncia en enero de 2010, concursan las obras publicadas entre el 1 de enero y el 25 de diciembre de 2009. Si la obra salió de la imprenta en el 2008, por ejemplo, pero no circuló, se puede enviar una carta donde se da fe de tal situación, se presenta el libro y listo.
Para participar, lo único que se debe hacer es entregar cinco ejemplares del libro en cuestión, junto con una boleta en la que se indica título, autor y género. Pero claro, este es uno de los principales problemas que enfrentan tanto los jurados como los autores. Veamos por qué:
Los jurados reciben toneladas de libros de parte de las editoriales estatales y universitarias, las cuales no discriminan ni parecen conocer la Ley de Premios, por lo que es posible que Carlos Gagini y Ricardo Fernández Guardia se peleen los premios cada año junto con Joaquín García Monge. Luego nos preguntamos: "¿Leerán todos los libros?" Imaginamos que no, pero ante tal panorama, quién los culparía.
Los autores muchas veces no tienen noción de cómo funcionan estos premios, y por eso es probable que terminen imaginando que si no son amigos (caso frecuente) de los jurados nunca podrían ganar. Aquellos que publican con el estado o las universidades, no tendrán problema porque dichos entes se aseguran de enviar, por su cuenta, todas las obras. El problema se presenta con las editoriales privadas, que muy difícilmente envían sus textos, con lo que sus autores quedan desprotegidos y a merced de la (mala) voluntad de sus editores, quienes sí se apresuraron a cobrar por imprimir sus trabajos.
Y después nos preguntamos por qué siempre ganan los mismos. El caso más lamentable se da con la poesía, pues muchos autores valiosos, con obras valiosas, ni siquiera han llegado a ser considerados por los jurados de años precedentes, por la sencilla negligencia de sus editores privados. Y lo peor es que los autores muchas veces ignoran esto.
El año pasado, por ejemplo, una editorial privada no envió un solo poemario de sus autores; sin embargo, sí envió dos libros de uno de los fundadores e integrantes de dicha editorial. Este autor no ganó, pero luego se dedicó a despotricar contra los premios.
Ya para terminar, recomiendo a todos los autores, especialmente de editoriales privadas, que se aseguren de que sus libros han sido enviados. En caso contrario, están a tiempo de hacerlo por su propia cuenta. Y siempre es aconsejable no esperar hasta el último minuto, por la cantidad de textos que ya vimos llegan a manos de los jurados.
Si desean aclarar más dudas o que les envíe la boleta que hay que llenar, me pueden escribir y con mucho gusto me comprometo a colaborar.
Comentarios
Los invito a leer el artículo en mi blog:
Humberto Garza escribe “Manual del poeta loco”
“Publicaciones” es una diatriba hasta contra las mismas musas
Frank Ruffino
El poeta Jorge Charpentier decía que él carecía de memoria poética, y en verdad, lo poco que lo conocí en los bares del centro de San José, antes de su precipitada muerte, nunca lo escuché recitar de memoria uno solo de sus versos.
Entonces, para el “poeta” Garza nuestro Premio Nacional de Cultura Magón no era poeta, ni tal vez, aplicándose esta vara salpicada de espinas, quemante y venenosa sobre sus compañeros de oficio, ninguno de nosotros seamos poetas y lo que hemos hecho todos estos años es dar y dar vueltas a una bombilla de alumbrado público en las noches de niebla para no morirnos de frío o de hastío. Legítimos moscones...
(pequeño extracto)
Saludos.
Saludos y gracias por la visita.