Huracanada
A mi madre
Contraatacando
tu vértice emerge
y me lanzo al Norte
allá donde no me reconozco
donde provoca no ser herida
y esconderme de tu cántico
de tu galaxia sangrante.
Pero no me sirve mirarte de lejos
y vivir en el punto exacto
del que huíamos antes
tantas veces.
Aquí dejaste el frío que te encerraba
la cárcel
las rejas de antaño.
No me sirve el norte
por la absurda lejanía
que ya implica su silencio
y por todo lo que esconde.
Pero tu soledad convergente
se apiada
y con el mismo giro de tu huracán
me aferro al Este
espejo de viento y luna en anverso
prohibitiva catarsis
en que la tierra se descuartiza
y me cabe entera entre las manos.
Yo no sé jugar con tu universo
y seguís igual de distante
Eréndira aferrada a su soliloquio.
No estoy allí para vos
es cierto
pocas veces lo dijiste.
Estoy en el Este azur
de un blanco empedernido
casi transparente.
Y desde aquí nada
ni siquiera te diviso.
Así no más.
Estoy donde provoca la niebla
un fantasma
y se arremolina la certeza
de no conocerte.
Estoy donde una vez quisiste que te viera
entre murmullos aterrados
entre sumisiones ascéticas
mirando por una buhardilla
la inmensidad oculta de tu cuerpo.
Y en el poniente
anocheciendo tu vuelo
resistiéndome siempre a la sola idea
de que una vez te arrebaté las alas
y quedaste alucinando entre jirones.
Se hizo la constelación de la rosa
de la rosa de los mares eternos
reventando mis costas
pariendo.
Después esa necesidad terrible
de seguir brillando
y el Oeste rojizo te encierra
te absorbe hacia su luz
pero vos
que todo lo viste
reconocés el infierno.
Y tu ángulo que se extiende
sigue intacto
no dejándose llevar hacia el fuego
siempre en el centro imponente
provocando tempestades.
Y yo te quiero
no hablo
ni siquiera me acerco.
Recibo en mi Oeste
tu luz agotada
que provoca esa impotencia
esas ganas de salir corriendo
hacia el génesis que lleva escrito tu nombre.
Pero y es que vuelve
vuelve siempre el huracán
y yo que me dejo arrastrar
en su voz orgiástica de cuatro soles
llego al borde
al Sur que apunta
que amenaza siempre
con su filo de estalactita
chorreando constantemente un carmesí.
Aquí donde los vientos cruzaron la Tierra de Fuego
donde se quebró el mandala
y quedó tu aroma flotando buscando un mar.
Aquí donde lo que provoca
es seguir creciendo a pesar de la muerte
que llevamos derramada por dentro
donde lo que provoca es cualquier cosa
menos conocernos.
Y a veces aquí
donde añoramos tu mirada apacible
prolongada.
Yo no quiero caer
en este abismo erosionado
en esta ausencia de contornos
donde de todo lo que ves
nada existe
nada
más que tu palpitar fortísimo
que me llama
tu magia que me extrae
hasta que logro deshacer remolinos
cruzar descalza los arrecifes
asirme del magma esculpirme en roca
y llegar finalmente allí
hasta tu furia
en el centro
hasta tu libertad desconocida
hasta vos
hasta tus sueños censurados
inconsciencia de vida
hasta tu mano, nacimiento y muerte
hasta el grito que escuché
mientras huía
hasta tu eje permanente
hasta la convergencia
nuevamente huracanada
hasta vos
hasta donde estabas sola.
De Loquita, pp. 15-18
Alejandra Castro Bonilla (San José, abril de 1974). Poeta, profesora, abogada y consultora. Estudió Derecho en la Universidad de Costa Rica (UCR), donde también obtuvo una maestría en Literatura Española. En la Universidad Complutense de Madrid cursó una maestría en Derecho Informático y un doctorado en Propiedad Intelectual. En la Universidad Estatal a Distancia (UNED) se desempeñó como funcionaria de la Oficina Jurídica y como directora de la Maestría en Propiedad Intelectual. Actualmente es consultora de Comercio Internacional. Formó parte del Colectivo Octubre-Alfil 4. En 1996 ganó el Premio Anual de Poesía de la editorial de la UCR; en 1998 obtuvo el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica y también en una ocasión fue finalista del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines y de los Juegos Florales Internacionales de Quetzaltenango. Ha publicado seis poemarios: Desafío a la quietud (San José: Líneas Grises, 1992); Loquita (San José: EUCR, 1997); Tatuaje giratorio (San José: ECR, 1999); Hay milagros peores que la muerte (San José: ECR, 2002); No sangres (San José: ECR, 2005) y Juro la muerte (San José: EUCR, 2008); así como el libro de texto Derecho de autor y nuevas tecnologías (San José: EUNED, 2006).
A mi madre
Contraatacando
tu vértice emerge
y me lanzo al Norte
allá donde no me reconozco
donde provoca no ser herida
y esconderme de tu cántico
de tu galaxia sangrante.
Pero no me sirve mirarte de lejos
y vivir en el punto exacto
del que huíamos antes
tantas veces.
Aquí dejaste el frío que te encerraba
la cárcel
las rejas de antaño.
No me sirve el norte
por la absurda lejanía
que ya implica su silencio
y por todo lo que esconde.
Pero tu soledad convergente
se apiada
y con el mismo giro de tu huracán
me aferro al Este
espejo de viento y luna en anverso
prohibitiva catarsis
en que la tierra se descuartiza
y me cabe entera entre las manos.
Yo no sé jugar con tu universo
y seguís igual de distante
Eréndira aferrada a su soliloquio.
No estoy allí para vos
es cierto
pocas veces lo dijiste.
Estoy en el Este azur
de un blanco empedernido
casi transparente.
Y desde aquí nada
ni siquiera te diviso.
Así no más.
Estoy donde provoca la niebla
un fantasma
y se arremolina la certeza
de no conocerte.
Estoy donde una vez quisiste que te viera
entre murmullos aterrados
entre sumisiones ascéticas
mirando por una buhardilla
la inmensidad oculta de tu cuerpo.
Y en el poniente
anocheciendo tu vuelo
resistiéndome siempre a la sola idea
de que una vez te arrebaté las alas
y quedaste alucinando entre jirones.
Se hizo la constelación de la rosa
de la rosa de los mares eternos
reventando mis costas
pariendo.
Después esa necesidad terrible
de seguir brillando
y el Oeste rojizo te encierra
te absorbe hacia su luz
pero vos
que todo lo viste
reconocés el infierno.
Y tu ángulo que se extiende
sigue intacto
no dejándose llevar hacia el fuego
siempre en el centro imponente
provocando tempestades.
Y yo te quiero
no hablo
ni siquiera me acerco.
Recibo en mi Oeste
tu luz agotada
que provoca esa impotencia
esas ganas de salir corriendo
hacia el génesis que lleva escrito tu nombre.
Pero y es que vuelve
vuelve siempre el huracán
y yo que me dejo arrastrar
en su voz orgiástica de cuatro soles
llego al borde
al Sur que apunta
que amenaza siempre
con su filo de estalactita
chorreando constantemente un carmesí.
Aquí donde los vientos cruzaron la Tierra de Fuego
donde se quebró el mandala
y quedó tu aroma flotando buscando un mar.
Aquí donde lo que provoca
es seguir creciendo a pesar de la muerte
que llevamos derramada por dentro
donde lo que provoca es cualquier cosa
menos conocernos.
Y a veces aquí
donde añoramos tu mirada apacible
prolongada.
Yo no quiero caer
en este abismo erosionado
en esta ausencia de contornos
donde de todo lo que ves
nada existe
nada
más que tu palpitar fortísimo
que me llama
tu magia que me extrae
hasta que logro deshacer remolinos
cruzar descalza los arrecifes
asirme del magma esculpirme en roca
y llegar finalmente allí
hasta tu furia
en el centro
hasta tu libertad desconocida
hasta vos
hasta tus sueños censurados
inconsciencia de vida
hasta tu mano, nacimiento y muerte
hasta el grito que escuché
mientras huía
hasta tu eje permanente
hasta la convergencia
nuevamente huracanada
hasta vos
hasta donde estabas sola.
De Loquita, pp. 15-18
Alejandra Castro Bonilla (San José, abril de 1974). Poeta, profesora, abogada y consultora. Estudió Derecho en la Universidad de Costa Rica (UCR), donde también obtuvo una maestría en Literatura Española. En la Universidad Complutense de Madrid cursó una maestría en Derecho Informático y un doctorado en Propiedad Intelectual. En la Universidad Estatal a Distancia (UNED) se desempeñó como funcionaria de la Oficina Jurídica y como directora de la Maestría en Propiedad Intelectual. Actualmente es consultora de Comercio Internacional. Formó parte del Colectivo Octubre-Alfil 4. En 1996 ganó el Premio Anual de Poesía de la editorial de la UCR; en 1998 obtuvo el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica y también en una ocasión fue finalista del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines y de los Juegos Florales Internacionales de Quetzaltenango. Ha publicado seis poemarios: Desafío a la quietud (San José: Líneas Grises, 1992); Loquita (San José: EUCR, 1997); Tatuaje giratorio (San José: ECR, 1999); Hay milagros peores que la muerte (San José: ECR, 2002); No sangres (San José: ECR, 2005) y Juro la muerte (San José: EUCR, 2008); así como el libro de texto Derecho de autor y nuevas tecnologías (San José: EUNED, 2006).
Comentarios
No sabía que ya había publicado seis libros.
Juan: de hecho, el libro de donde se toma este poema trae un agradecimiento especial para vos.
Concuerdo con vos en que por más que no nos guste la posición política de un autor, debemos juzgar su obra aparte. Aquí, aunque ya suene a cliché, siempre remito de nuevo a la idea de "muerte del autor", pues este y su obra no tienen nada que ver.
Saludos y gracias a todos por visitar.
la obra no tiene que ver nada con su autor...
luego
el autor tiene que ver todo con su obra...