Los Tacos de Paco. De izquierda a derecha, de arriba hacia abajo: Gustavo Solórzano Alfaro (Costa Rica), Samuel Trigueros (Honduras), Alberto López (El Salvador), Javier Campos (Chile), Ingrid Umaña (El Slavador), Michel Cassir (Francia-Líbano), Juan Carlos Olivas (Costa Rica), Paco (el de los tacos), Loida Pineda (El Salvador) y William Alfaro (El Salvador).
Dieciocho horas en bus. Domingo 4 de octubre. Arribo a San Salvador. Llegada al hotel. Hola, ¿cómo están? Ellos son fulano y sutano, de aquí y de allá. Mucho gusto. Nosotros también. La crisis en Honduras. Dos cervezas y un emparedado. A dormir.
Lunes 5. Centro histórico de San Salvador. Nos advirtieron que era sucio. Que era mejor mirar para otro lado. Yo no logro ver mayor diferencia entre los países centroamericanos que conozco. Ni en su naturaleza ni en sus pueblos o ciudades. Quizá en un sentido de intensidad, pero nada más. Quizá en algunos detalles, algunos colores… aunque pensándolo bien, el paisaje repleto de Tigo, Claro, Movistar y Telefónica es como una película de ciencia ficción: la bestia por fin ha extendido sus dominios.
La catedral, la tumba de Romero, el Teatro Nacional, la iglesia del Rosario, el Palacio Municipal, las ventas ambulantes, los discos piratas por doquier, un parque con mujeres cargadas de historia a plena luz del día, no venden paquetes de cigarros, solo sueltos… y de ahí a la zona rosa… nunca se habrá visto un grupo de poetas más desorientado (en la zona rosa, claro).
Inauguración. El Bar de los Poetas en el escenario, con ceniceros, pero sin cigarros, ni vino ni cerveza. Un poema por jupa. Una declamadora y nadie sabía que hacer. Fotos. La cónsul tica llegó a conocernos. Le pedí dos pasajes de avión. Nos devolvimos en bus. De vuelta a la zona rosa. Nunca se me habrá visto más desorientado en un restaurante chino. Fuera de programa (¡qué bueno era salirse del programa!), al bar Leyenda, a conocer gente.
Martes 6. En la alcaldía descubrimos por fin los trasfondos políticos de muchas cosas. Soy “visitante honorable” de la ciudad de San Salvador. Más zona rosa. En la tarde, por fin, lecturas en escuelas. Describir esta primera lectura requeriría de una entrada completo. Por ahora, el agradecimientos a la directora y a sus estudiantes y profesores, que nos recibieron como “héroes de guerra”. Por primera vez, me comí cuatro pupusas.
Los Planes de Renderos. ¿Por qué se llama así? No sabemos. El sábado por fin tuve respuesta. Un mirador. Vista espectacular. Ventas de artesanías. Un lugar muy popular, cuyas pupusas no superaron las que comí en la escuela. Hotel. Mezcal (con sabor ahumado y gusano incluido). Hongos (o al menos una instructiva conversación sobre ellos).
Miércoles 7. Auachapán. Dos horas de viaje. La alcaldía. Otra escuela. Otra lectura que ameritaría reflexiones profundas por lo que ahí pudimos observar. El poeta de México y yo nos dedicamos a tirarle al militar que impertérrito observó todo el acto. Ahora que no hay guerra, a los pobres militares los mandan a oír poesía.
Comida típica en El Jardín de Celeste (sería la zona rosa de Auachapán): lasagna de carne (wtf in a typical rest.?), pero muy buena. Las ruinas del Tazumal. Conspiraciones. Un busto del Che. La ciudad de Santa Ana. Una iglesia gótica. El teatro de la ciudad, donde la poeta estadounidense subió a cantar. Dos horas de vuelta. Otro restaurante típico, pero esta vez con yuca tiesa. Molidos (los poetas). Nueve de la noche.
Los originales Miércoles de Poesía. Cada miércoles, desde el año 2002, a las siete de la noche, los poetas salvadoreños se reúnen en Los Tacos de Paco. Algunos amigos salvadoreños se quedaron hasta tarde, para esperarnos. Fuera de programa, cansados, unos cuantos nos fuimos para dicho lugar, emocionados, donde por primera vez pudimos leer en serio, y compartir con los escritores de El Salvador. Esta fue la lectura que más disfrutamos, quizá porque esa noche, lo único que importaba eran la poesía y la camaradería, como debe ser en un festival de poesía.
Jueves 8. Lecturas en universidades. El trajín diario nos agota. Parecemos una banda de rock. Salida del hotel. Buseta. Llegar a leer. Rápido, vamos, que tenemos que ir al siguiente lugar. No podemos conversar con la gente. Buseta. Otra lectura. Almuerzo en la zona rosa. Rebelión. ¿Volcán? ¿Museo? No. Queremos tarde libre. Nadie quiere salir ya ni leer. Nos quedamos en el hotel y rompimos el protocolo.
Lecturas en la Alianza Francesa y en el Centro Cultural Español. Fotos. Velas. Poco público. Cena en el hotel. Cervezas. Dormir.
Viernes 9. Más lecturas en escuelas. Más ajetreo. Almuerzo. Tarde libre. Clausura en Santa Tecla. Pocos poemas, pero calor humano y oportunidad para conversar. Cena en más zona rosa. La zona rosa parece interminable. Fiesta improvisada en el hotel. Tres de la mañana.
Sábado 10. Todo acaba. Despedidas. Quedamos los ticos y los chilenos. Mañana libre. En la tarde, de vuelta a Los Planes de Renderos. A La Casa del Escritor, en homenaje a Salarrué. Ahí pudimos compartir con el taller literario que cada semana se reúne. Otra tarde de lectura fuera de programa que resultó muy bien. Hotel. Cervezas. Dormir.
Domingo 11. Dos de la mañana. Dieciocho horas en bus. Arribo al Juan Santamaría. Cervezas. Dormir.
Mucho se podría decir. Mucho se podría contar. Viajar es siempre una oportunidad. No importan las condiciones. Una oportunidad de ver, aprender, conocer, compartir. Por ahora, el buen sabor de boca queda en haber conocido a un país hermano como El Salvador, haber conocido a sus poetas, quienes nos recibieron con los brazos abiertos. Haber conocido a escritores valiosos de otros países. Poco a poco, en esta casa los iremos recibiendo, tal y como se hace cuando recibimos a un amigo a quien hace mucho no vemos. Tal y como se hace en la poesía.
Lunes 5. Centro histórico de San Salvador. Nos advirtieron que era sucio. Que era mejor mirar para otro lado. Yo no logro ver mayor diferencia entre los países centroamericanos que conozco. Ni en su naturaleza ni en sus pueblos o ciudades. Quizá en un sentido de intensidad, pero nada más. Quizá en algunos detalles, algunos colores… aunque pensándolo bien, el paisaje repleto de Tigo, Claro, Movistar y Telefónica es como una película de ciencia ficción: la bestia por fin ha extendido sus dominios.
La catedral, la tumba de Romero, el Teatro Nacional, la iglesia del Rosario, el Palacio Municipal, las ventas ambulantes, los discos piratas por doquier, un parque con mujeres cargadas de historia a plena luz del día, no venden paquetes de cigarros, solo sueltos… y de ahí a la zona rosa… nunca se habrá visto un grupo de poetas más desorientado (en la zona rosa, claro).
Inauguración. El Bar de los Poetas en el escenario, con ceniceros, pero sin cigarros, ni vino ni cerveza. Un poema por jupa. Una declamadora y nadie sabía que hacer. Fotos. La cónsul tica llegó a conocernos. Le pedí dos pasajes de avión. Nos devolvimos en bus. De vuelta a la zona rosa. Nunca se me habrá visto más desorientado en un restaurante chino. Fuera de programa (¡qué bueno era salirse del programa!), al bar Leyenda, a conocer gente.
Martes 6. En la alcaldía descubrimos por fin los trasfondos políticos de muchas cosas. Soy “visitante honorable” de la ciudad de San Salvador. Más zona rosa. En la tarde, por fin, lecturas en escuelas. Describir esta primera lectura requeriría de una entrada completo. Por ahora, el agradecimientos a la directora y a sus estudiantes y profesores, que nos recibieron como “héroes de guerra”. Por primera vez, me comí cuatro pupusas.
Los Planes de Renderos. ¿Por qué se llama así? No sabemos. El sábado por fin tuve respuesta. Un mirador. Vista espectacular. Ventas de artesanías. Un lugar muy popular, cuyas pupusas no superaron las que comí en la escuela. Hotel. Mezcal (con sabor ahumado y gusano incluido). Hongos (o al menos una instructiva conversación sobre ellos).
Miércoles 7. Auachapán. Dos horas de viaje. La alcaldía. Otra escuela. Otra lectura que ameritaría reflexiones profundas por lo que ahí pudimos observar. El poeta de México y yo nos dedicamos a tirarle al militar que impertérrito observó todo el acto. Ahora que no hay guerra, a los pobres militares los mandan a oír poesía.
Comida típica en El Jardín de Celeste (sería la zona rosa de Auachapán): lasagna de carne (wtf in a typical rest.?), pero muy buena. Las ruinas del Tazumal. Conspiraciones. Un busto del Che. La ciudad de Santa Ana. Una iglesia gótica. El teatro de la ciudad, donde la poeta estadounidense subió a cantar. Dos horas de vuelta. Otro restaurante típico, pero esta vez con yuca tiesa. Molidos (los poetas). Nueve de la noche.
Los originales Miércoles de Poesía. Cada miércoles, desde el año 2002, a las siete de la noche, los poetas salvadoreños se reúnen en Los Tacos de Paco. Algunos amigos salvadoreños se quedaron hasta tarde, para esperarnos. Fuera de programa, cansados, unos cuantos nos fuimos para dicho lugar, emocionados, donde por primera vez pudimos leer en serio, y compartir con los escritores de El Salvador. Esta fue la lectura que más disfrutamos, quizá porque esa noche, lo único que importaba eran la poesía y la camaradería, como debe ser en un festival de poesía.
Jueves 8. Lecturas en universidades. El trajín diario nos agota. Parecemos una banda de rock. Salida del hotel. Buseta. Llegar a leer. Rápido, vamos, que tenemos que ir al siguiente lugar. No podemos conversar con la gente. Buseta. Otra lectura. Almuerzo en la zona rosa. Rebelión. ¿Volcán? ¿Museo? No. Queremos tarde libre. Nadie quiere salir ya ni leer. Nos quedamos en el hotel y rompimos el protocolo.
Lecturas en la Alianza Francesa y en el Centro Cultural Español. Fotos. Velas. Poco público. Cena en el hotel. Cervezas. Dormir.
Viernes 9. Más lecturas en escuelas. Más ajetreo. Almuerzo. Tarde libre. Clausura en Santa Tecla. Pocos poemas, pero calor humano y oportunidad para conversar. Cena en más zona rosa. La zona rosa parece interminable. Fiesta improvisada en el hotel. Tres de la mañana.
Tazumal. De izquierda a derecha: Erick Aguirre (Nicaragua), Barbara Bethea (EE. UU), Gustavo Solórzano Alfaro (Costa Rica), Juan Carlos Olivas (Costa Rica), Elisa Logan (Honduras), Rafel Rubio (Chile), Abraham Nahón (México), Yeni Díaz (Chile), Samuel Trigueros (Honduras) y Michel Cassir (Francia-Líbano).
Sábado 10. Todo acaba. Despedidas. Quedamos los ticos y los chilenos. Mañana libre. En la tarde, de vuelta a Los Planes de Renderos. A La Casa del Escritor, en homenaje a Salarrué. Ahí pudimos compartir con el taller literario que cada semana se reúne. Otra tarde de lectura fuera de programa que resultó muy bien. Hotel. Cervezas. Dormir.
Domingo 11. Dos de la mañana. Dieciocho horas en bus. Arribo al Juan Santamaría. Cervezas. Dormir.
Mucho se podría decir. Mucho se podría contar. Viajar es siempre una oportunidad. No importan las condiciones. Una oportunidad de ver, aprender, conocer, compartir. Por ahora, el buen sabor de boca queda en haber conocido a un país hermano como El Salvador, haber conocido a sus poetas, quienes nos recibieron con los brazos abiertos. Haber conocido a escritores valiosos de otros países. Poco a poco, en esta casa los iremos recibiendo, tal y como se hace cuando recibimos a un amigo a quien hace mucho no vemos. Tal y como se hace en la poesía.
Comentarios
Qué bueno que la pasaron bien y más aún que vuelven a su patria llenos de buenos recuerdos. ¡De eso se trata!
Felicitaciones a amnbos.
Y claro, un platito de conchas negras (pianguas ó chuchecas en tico)y de plato fuerte, un delicioso consomé de garrobo...
Y todo esto sasonado con poesía, no se puede pedir más...
Qué rico es encontrarse y andar. Suspiro y vuelvo a tu rincón desde el mío enmudecido
Ophir
Siempre me sorprende el valor que tenemos los ticos con los militares, como se ve que no comprendemos a las profundidades que puede llegar una persona de esa. Supongo que es una desventaja evolutiva de haber nacido aquí.
felicidadd
Ya puede rendir el sombrero porque lo que relata Gustavo es cierto y creo que sólo bosqueja las actividades; hubo más.
Me alegra que hayas llegado bien Gustavo. No olvides mis fotos.
Con cariño, desde Honduras.
Elisa Logan
En cuanto a la dieta, por suerte las descripciones de Germán no me apetecen, jeje.
Germán: estuvimos en Los Planes, dos veces, y en las de Patty, y esas fueron las pupusas que no me gustaron. El relleno era como un atol. Las de la escuela, en cambio, tenían un sabor muy bueno, y mejor consistencia. Pero bueno, soy un neófito en las pupusas (las de maíz, claro, jaja).
Eleazar: ya Luis respondió el correo, asíq ue seguro esta semana le doy el libro. Y gracias a vos. Para mí, un gusto.
Ophir: sí, son experiencias muy enriquecedoras. Y no importa si por un tiempo guardamos silencio, los ecos también son poderosos.
Juan: pues sí, bien ganado el viaje.
Mi actitud quizá tuvo que ver con que sabía que en dicho contexto no habría consecuencias sobre mi integridad física... Sin embargo, en México sí hay ejército, y eso tampoco detuvo a mi compañero para ironizar un poco.
Todo esto, a propósito de no quedarnos callados...
Sentenciero: un poco apresurado el relato, pero es que realmente habría tanto que analizar. Y así fue, relamente comimos y bebimos como se debe...
David: una bonita experiencia. Y hay un buen nviel en la poesía joven de El Salvador, con un estilo bastante disitnto al de Tiquicia. Te mandan saludos.
Elisa: pues sí, vos fuiste testigo directo del ajetreo diario. También me alegro de que hayás llegado bien.
Saludos a todas y todos y gracias por pasar y comentar.
Qué dicha que volviste en una pieza y guardaste en letra las experiencias. Lo bueno y lo malo hay que pasarlo, para que lo mejor surja. Abrazos.
Saludos y gracias por tu visita.
Tavo: hablando de lapsus, yo leí primero Pedro Aznar, y decía ¿que diantres hará este bajista en Santa Tecla?
La comida no tiene tampoco mayor descripción (por eso el énfasis en "zona rosa"). Los luagres eran iguales a los de cualquier país occidentalizado. Claro, para mí relativamente mejor, porque soy bien polo (a propósito del polómetro de Álex) y casi no como nada que no sean carnes rojas, pastas y chatarra, pero como experiencia gastronómica de por allá no aporta mayor cosa.
Es curioso el asunto con el militar. Aquí debo decir que tampoco fue la gran cosa, y a lo mejor el tipo ni se dio cuenta o no sabía por qué se le revolvía el estómago. Por otro lado, debo decir que la expriencia de leer en Costa Rica, para cuatro gatos en un bar o en un centro cultural es muy diferente de hacerlo frente a públicos tan diversos: 200 estudiantes en una escuela, 100 universitairos por allá, gente de extrema derecha, del Opus Dei o militares por otro. Creo que todo eso me hacía ver las cosas de otro modo. Los compromisos son cosas que se replantean todos los días.
Saludos y gracias por pasar.
- Si pensás la comida como cultura, tal vez te daría más hambre, no sé, pero lo que Germán describe suena delicioso (probé alguna vez las conchas negras en La Libertad, pero no el consomé). Suscribo a Gustavo, un post de comida puede ser apto para un blog poético.
- Me gustaría que comentaras más sobre la diferencia que hacés acá: “La experiencia de leer en Costa Rica, para cuatro gatos en un bar o en un centro cultural es muy diferente de hacerlo frente a públicos tan diversos: 200 estudiantes en una escuela, 100 universitarios por allá, gente de extrema derecha, del Opus Dei o militares por otro. Creo que todo eso me hacía ver las cosas de otro modo”. ¿Cuál es ese otro modo? ¿Cómo está metido el público en lo que se escribe? ¿Experiencias así cambiarían tu poesía? ¿Merece esto un post aparte?
Es interesante la manera en que plantéas el asunto de las lecturas. Gracias por eso.
De entrada, diría que el público no influye en la escritura, porque esta es un acto de soledad. Puede influir, y de hecho lo hace, en qué escogemos para leer, porque esto ya es un acto comunitario.
Luego, soy el último en creer que para escribir se debe "experimentar" o tener muchas "vivencias". Lo único que necesitamos para escribir es la literatura. Sin embargo, puedo ver la "experiencia" como algo amplio y complejo, es decir, todo nos puede afectar.
No sé si cambirían, o cambiarán mi poesía, pero sí es factible. No se trata de un compromiso abierto en lo que se escribe, pero sí se trata de una actitud transgresora que no solo está en la poesía en sí misma, sino que debemos, o o podemos, manifestar cuando salimos del escritorio y llegamos a la plaza.
Si uno lee para cuatro gatos (amigos y familiares), criticar a Óscar Arias no tiene mayor valor. Los cuatro gatos estarán de acuerdo a priori. Por eso, creo que es necesario también sacudir a esos cuatro gatos con cosas que no esperan de vos.
Entonces, el asunto es que frente a un auditorio amplio y nuevo, hay muchas posibilidades. Cuando detectaba que los que estaban en las sillas no tenían relación con la poesía, pero sí con la iglesia o la política, me entraba el deseo de no callarme, de soltar un par de insinuaciones. Y esa actitud debe ser llevada también al texto, debe escribirse, debe ensayarse. El creador es creador porque ejerce una labor crítica (pone en crisis) los presupuestos.
También, debo reconocer, me molestaba esa idea que parecían manejar de que en CR todo es lindo y que no pasa nada.
¿Merece un post? Claro (pero tampoco debe caducar).
Saludos y gracias por comentar.
Aclaro:
1.Es una pregunta genuina, no una provocación
2.Desde que cambié el teclado no encuentro el signo de interrogación ni exclamación para abrir, disculpas por eso.
Yo podría decir que aunque es chepeño, y llega a públicos homogéneos en ocasiones, también siempre ha buscado la diversidad. Hay lecturas en escuelas, colegios y universidades, en cárceles, en auditorios, en hospicios de ancianos, etc. Yo, por ejemplo, en el de este año leí para un grupo de la tercera edad.
¿Cómo lo ves vos? ¿Cuál es tu percepción?
Y adelante si querés prvocar, bienvenida.
Saludos y gracias por pasar.
En localidades todavía más rurales son interesantes las lecturas porque la poesía pierde protagonismo y se le da más importancia al poeta (aquí es donde viene la buena comida).
Tal vez la diferencia entre leer dentro y fuera de CR no radica solo en el público,en otro país uno tiene dos ventajas: ser nuevo y ser extranjero, esto va a suscitar interés de por sí.
Y en cuanto al público de la tercera edad...nuevo para mí, no me imegino leer ni para mi abuelita. Cómo estuvo eso?
Con los de la tercera edad, pues hay consideraciòn, no sé... con ellos leé esta serie de poemas sobre la infancia... luego pensaba que a lo mejor eso sí era duro. Igual, algunos se acercaron y dijeron que les gustó.
Saludos y gracias por pasar.
Fue un verdadero placer conocerlos a todos, una experiencia para aprender de todo.m Espero que nos volvamos a encontrar algún día.
De parte mía y de los jovenes del taller literario que dirigo, gracias ñpor los libros, están buenísimos.
Luis Guillermo Ibáñez (Ahuachapán, por si no me recuerdas).
Gracias por visitar esta casa que ahora es tuya.
Saludos.
En cuanto pueda te envío el poema de los trenes.
Saludos
http://www.artepoetica.net/Gustavo_Solorzano.pdf
Saludos