Hace más de veinte años, la Semana Santa duraba siete días. Afortunadamente, ahora solamente dura dos. Sinceramente no recuerdo mis sentimientos de entonces, pero sí estoy claro en que conforme fui creciendo, mi aversión hacia esta época fue aumentando y aumentando.
Vengo de una famalia católica, bastante tradicional, que en la medida de lo posible cumplía con varios ritos: no se trabaja (lo cual está muy bien), no se come carne, no se usa carro el Viernes Santo, y creo que hace más de veinte años, no se prendía radio ni se usaba el televisor. Además, se asitía a todas las ceremonias (no solo misas, porque el Viernes y el Sábado no hay misas del todo, por ejemplo, digo esto solo para aquellos que no aprendieron bien su catecismo).
Para mí es terrible la sensación que experimento todavía. No sé si es odio, dolor, melancolía o pereza, lo cierto es que me embarga una profunda depresión, que se empieza a manifestar el Miércoles en la noche (los días de la semana se escriben con minúscula, pero los de la Semana Mayor con mayúscula, es decir, para mí es un prurito ortográfico, no crean que es un resabio inconsciente de mi catolicisimo reprimido) y solo empieza a desaparecer el Viernes en la noche. ¡No tienen idea del alivio que siento cuando sé que el Sábado en la mañana todo habrá acabado! Lo curioso es que el Sábado es el día más importante en el calendario litúrgico, pues es el día en que se celebra la resurrección; sin embargo, los días que permanencen como formas de tortura, en que no se vende licor, muchos comercios no abren y no sabemos qué putas hacer en la casa son los dos días de marras. ¡Quién entiende a estos católicos!
Conforme fui creciendo, logré liberarme al menos de cumplir con todos los ritos descritos (no así con la culpa que debemos cargar), hasta el punto de ir a la playa y manejar un Viernes. Claro, después de un par de veces de ir a la playa, decidí que tampoco iba a aceptar la tortura de sentarme con millones de personas que abarrotan la arena, así que opté por la montaña, pero déjenme decirles que el sentimiento de abandono que se sufre en la montaña, así sea en un resort, es igual de terrible que al de estar en una ciudad (o en Alajuela).
Recuerdo una anécdota: en uno de esos viajes a la playa, un Jueves por la noche salí a cenar, y en el restaurante ordené carne de res, y cuál fue mi sorpresa cuando el mesero me dijo que no había porque era Jueves Santo, y que en esos días no se come carne. No podía creerlo. Pero claro, ellos sí trabajaban y si lucraban con los turistas. Ni modo.
Finalmente, la opción fue no salir más de viaje, quedarme en casa, ver todas las películas alquiladas que pueda, comer lo que guste y esperar pacientemente que termine esta semana de dos días.
Nota: Para quienes gustan de la reflexión, la meditación y el recogimiento, canales 6 y 7 tienen una variada programación: Jesús de Nazareth, Rey de Reyes, La pasión de Cristo y Atila el huno.
Comentarios
Como a los 22 años dejé de ir a campamentos en Semana Mayor. Una vez me fui a Sta. María de Dota con mi mejor amigo y su novio. Llegamos a una poza que nos habían recomendado a unos cinco kms. del pueblo. Había un grupo de muchachos locales rodenado el lugar pero sin atreverse a meterse al agua. Nosotros entonces nos metimos a chapotear y a nadar para demostar que no pasaba nada. Al rato los campesinillos locales se fueron metiendo.
"¿Cómo le lllaman a esta poza?", le pregunté a uno de los muchachos.
"La poza de los pájaros", me contestó limpiándose el agua de la cara.
Volví a ver en derredor porque no había nada que sonara o pareciera pájaro y volviendo a mi interlocutor le pregunté por qué le decían así.
"Es que hace un tiempo vinieron unos pájaros de San José y se bañaron aquí", me contestó. Yo de inmediato recordé que pájaro todavía era un término muy común en CR para designar a un homosexual.
"¡De veras!", exclamé entre risas. "¿Y qué más pasó?"
El muchachillo me volvió a ver con cierto aire de travesura y me respondió: "El padre dice que no nos bañemos aquí en Semana Santa porque también nos vamos a hacer pájaros".
Yo solté la inmensa carcajada y mis dos amigos, es decir, mi mejor amigo y su novio también se cagaron de la risa.
Al muchachillo campesino le pareció muy feo no confabularse y pronto se estaba carcajeando con nosotros, al igual que sus propios amigos.
Esa tarde jugamos caballitos de guerra y yo fui muy feliz porque los guapos campesinillos, entre broma y broma, se dejaban tocar mientras jugábamos.
Espero que todavái exista "La poza de los pájaros".
Luis: como comenté en tu blog, sí es posible ironizar, y lo demostraste. Y bueno, al menos ya pasó lo peor.
Tavo: lo de la matraca está genial, jaja, no puedo imaginarte haciendo escándalo con ella (o más bien, sí puedo imaginarlo). ¿Y ahora ya no cruficiás nada?
Saludos a los tres y gracias por visitar a pesar de ser días de guardar.
La paso tranquilo, descansando, ajeno a la programación y a los ritos, pero siempre hay algo en el aire que me deprime. Pero bueno, este año ya terminó.
Saludos y gracias por pasar.
Definitivamente es un factor de identidad cultural, como dice Aléxander, aunque en la actualidad haya muchos católicos confrontando con la iglesia y sus "tradiciones", y qué bueno.
Hace como tres años estaba en Roma en Semana Santa y vi con fascinación y estremecimiento una procesión, todos vestían de negro o de muy oscuro, hacía un frío terrible y lo que más recuerdo eran los trajes al mejor estilo del KKK; parecía cómico pero no lo era...
Gracias por el rato y por las visitas.
Un abrazo!
OA
En cuanto a las capuchas negras, los capirotes, en realidad son originarios de rituales católicos, si no me equivoco. Asumo que posteriormente el KKK los tomó como parte de sus estrategias.
Saludos y gracias a vos por visitar.
Yo, por suerte, nunca he compartido esa culpa que caracteriza estos días, y si bien es cierto pocas veces paso en San José en esta época, mi gusto por la imaginería hace que cuando toque yo felizmente me apunte a llevar a mi mamá a alguna procesión, ella con la devoción del caso y yo criticando imágenes mal vestidas, lo cursi de las declamaciones o levantándole el vestido a una virgen solo para comprobar si era de bulto...
Por lo demás, la cocina de época es fundamental, y disfruto igualmente de preparar algunos de los platos tradicionales (chiverre, panes, encurtidos, palmito, pescado seco,...). Eso sí, no soporto las sardinas!!!
La cocina es precisamente de lo que menos me gusta. Para empezar, no como mariscos, apenas atún barato de lata, y solo muy recientemente tilapia o corvineta.
Durante varios años pasé peleado con el atún, hasta que me pasó el asunto y ahora lo como cuando el tiempo o el ánimo apremian, es decir, muy a menudo.
Por cierto, ¿cómo les fue este año con los feriados de Pesaj?
Saludos y gracias por pasar.
Saludos.