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Mostrando entradas de enero, 2008

Paraísos

1 He visto el paraíso. Sentado en lo alto de la torre más alta, contemplé a los mendigos desvanecerse por el viento, arrodillarse ante obscenos ventanales que iluminan las calles de los muertos. En medio de atribuladas cinturas pude escuchar el rumor de los días, la sabia beatitud de los ancianos. Me di vuelta ante tus ojos para desnudarme como si fuese una paloma enferma. Ángeles moribundos tocaron a mi puerta. Presuroso abrí y cerré en su cara mi desidia. Me arrojé a los precipicios de la última estirpe de borrachos ciegos. Encadené sus alas a mis manos para arrastrarlos al delirio y la vergüenza. Pero fue inútil mi prédica en sus vientres y mi canto en sus entrañas. Solamente me abandonaron, como tantas veces, como tantos otros. Me faltaba el aliento, me sobraba violencia. 2 Esta es la sombra que pende del rostro cuando el alma se empoza en las calles. Esta es la cicuta, mujer desnuda, furia enfebrecida, bestiecilla diminuta que arrebata el sueño al niño ausente. El árbol fue cortad