Ir al contenido principal

Novela I: De la renovación social y literaria en Diez días de un fin de siglo

Emilia Macaya, Diez días de un fin de siglo, San José: EUNED, 2007.

La portada de la novela Diez días de un fin de siglo, de Emilia Macaya, nos invita a ver la película de ciencia ficción Metrópolis, de Fritz Lang, y a la a vez nos “programa” para leer la novela, entonces, en clave de ciencia ficción. Sin embargo, a pesar de la ambientación futurista, de los aires escatológicos y de las referencias al siglo XX y a otros siglos como tiempos pasados, el texto es una reflexión sobre la condición humana, y más aún, sobre la situación de la mujer en culturas patriarcales. Así, a través de diversos personajes, como Flamina, Isabel o Virginia, nos vamos adentrando en un mundo donde rigen la represión y la autocensura.

Como reza la contraportada: “En medio del aislamiento al que ha obligado una catástrofe tóxica de efectos impredecibles, diez personajes, por diez días sucesivos, recontarán historias mientras develan su destino final, al tiempo que transforman y vuelven a definir sus vidas”. La novela se propone como un juego entre metatextos e intertextos, la riqueza de referencias literarias y culturales es sumamente amplia y exige un lector avisado, activo: para empezar, los diez personajes que cuentan diez relatos durante diez noches remite a Los cuentos del Decamerón de Bocaccio; luego, el relato principal se ve aumentado por las historias que se van insertando en él, y que terminan por conformar el complejo entramado. Por otro lado, la disposición y el juego tipográfico es un recurso más: dependiendo del narrador, los personajes, el momento, la historia u otros elementos, así la tipografía va cambiando, lo cual también demanda esfuerzo de parte del lector.

Diez días de un fin de siglo es una novela arriesgada (en su propuesta formal y en su temática) en un medio costarricense acostumbrado a las pautas realistas y referenciales, así como a la simpleza narrativa, pues esta novela rompe con tales esquemas: la riqueza del lenguaje, la madurez y fluidez narrativa, la gama de “citas” culturales y la fuerza y pasión que se desprende de las vivencias de los personajes femeninos convierten la historia en un todo refrescante, vivo; por ello, podemos afirmar que la propuesta explora otros territorios y anuncia nuevas tendencias.

Ahora, si bien acá tenemos novelas con énfasis en criticar la realidad social y cuestionar el papel de la mujer, tales como La loca de Gandoca, no logra ninguna conjugar la calidad narrativa junto con la verdadera profundización, como sí lo logra Diez días de un fin de siglo. Y es que ahí donde otros textos se quedan en la superficie, esta novela cuestiona los fundamentos mismos de una cultura falocéntrica, pues solamente de tal modo es posible pensar en un cambio. No en balde se cierne sobre la sociedad que se describe una catástrofe: el hombre blanco capitalista es quien nos ha llevado al borde del abismo, es él quien ha destruido todas las formas humanas de lo bello y elevado. Entonces, Emilia Macaya opta por un apocalipsis: recordemos que en mitología un apocalipsis implica un renacimiento. Solamente en una nueva sociedad es posible pensar y sentir distinto, y más aún, ser aceptado por ello.
En la tradición literaria costarricense es notoria, y me parece necesario destacar, la impronta que han dejado mujeres como Carmen Lyra, Virginia Grutter, Eunice Odio o Yolanda Oreamuno, quienes en una época más hostil se pronunciaron contra los estereotipos y prejuicios; contrario a las generaciones más jóvenes, las cuales solamente responden a lo "políticamente correcto", y escriben una "literatura feminista" más digerible por cierto público. Emilia Macaya no se deja llevar por las modas. Ella, experta en teorías de género, propone un texto desmitificador del lenguaje (fundamento de una cultura patriarcial) desde el punto de vista formal y propiamente lingúistico, no desde el mero contenido, directo y referencial.

Así, en Diez días de un fin de siglo, la autora nos invita a cuestionar los papeles tradicionales asignados a la mujer, nos invita a repensar los textos culturales que nos conforman; en última instancia, nos invita al cuestionamiento y por ende a la transformación. Contar historias es crearlas de nuevo, es convertir la palabra en el instrumento fundacional, pero no una palabra dominada y dominadora, sino una palabra que sea signo de libertad y liberación. El fin de un siglo implica renovación, cambio, y la novela es una clave para entrar en una nueva perspectiva, tanto social como literaria.

Celebramos, por todo lo anterior, la llegada de un texto con las características descritas. Queda la invitación hecha para leer, disfrutar, pensar y disentir, si se quiere, con esta novela de una destacada escritora e intelectual costarricense.

Comentarios

Warren/Literófilo ha dicho que…
Gracias por la reseña, primero que todo, muy bien escrita, profundiza, es ejemplar, ahora bien decís algo tan cierto Gustavo: contrario a las generaciones más jóvenes, las cuales solamente responden a lo "políticamente correcto", y escriben una "literatura feminista" más digerible por cierto público. Es cierto, no solo un grupo de escritoras, sino la prosa actual cotarricense, que es una niña de rosa que se levanta las faldas de su vestidito para pasar los charcos, eso siento yo, pero bueno, sigue la reseña!!!

PD: Siempre te posteo, ;)
depeupleur ha dicho que…
Gracias por la recomendación Gustavo, estoy de acuerdo en que intentar una novela de transfondo feminista es siempre un riesgo porque es fácil caer en el cliché, el slogan o el panfleto de denuncia. En clave de ciencia ficción recuerdo un memorable cuento de Connie Willis que se llama Even the Queen, escrito con humor e inteligencia, cosa que siempre se agradece cuando se habla del tema, en el hay una reversión de roles tan violenta que la denuncia nace de la mente del lector más que del texto de la autora y creo que debería ser lectura obligatoria para todo autor que desee hacer crítica social.
José P. M ha dicho que…
Literófilo, nunca se debe hablar con desprecio de las niñas rosáceas que levantan las faldas de su vestido. Poseen, a menudo, un encanto extraordinario.
Sugiero, para la metáfora de la literatura nacional, la imagen de una anciana roída de amplio escote, que muestra siempre lo que nadie ha querido ver.

Entradas populares de este blog

“Fairytale of New York”: un clásico para Navidad

  Spotify me dice que la canción que más escuché este año fue “Tiny Tears”, de Tindersticks. Lo que no sabe es que fue “Fairytale of New York”, de The Pogues, incansablemente, pero en YouTube.   ***   El jueves 30 de abril de este año pandémico sobrepasábamos ya los 50 días de cuarentena. Ese día, Abel Limbrick subió un cover de “Rainy Night in Soho”, de The Pogues. La cuestión es que durante el confinamiento he pasado escuchando a este grupo inglés de punk celta. Aunque más bien, debería decir que he pasado escuchando incansablemente “Fairy Tale of New York” (1987): en videos, en audio, en vivo, covers, etc.. Es decir, que he pasado moqueando. Qué canción más hermosa. Terriblemente hermosa. Una obra maestra.   ***   Parece que los ingleses son expertos en dejar llegar sus mejores canciones apenas al segundo lugar. Sucedió con “Strawberry Fields Forever”, en 1967. Veinte años después sucedió lo mismo con esta pieza de The Pogues. Y en 1995 pasó de nuevo, con “Common People”. Curiosamen

Queen: "Bohemian Rhapsody"

Dos años y medio. 200 entradas. Para celebrar: “Rapsodia bohemia”, de Queen. Tres notas introductorias 1. En una ocasión, Roger Waters afirmó que probablemente los dos únicos escritores y compositores que estaban por encima suyo eran John Lennon y Freddy Mercury. Uno más, uno menos, concuerdo de alguna forma con él. Esto se hace evidente si además me atrevo a señalar que las mejores canciones de la historia de la música popular anglosajona sean, en este orden, “A Day in the Life” , “Bohemian Rhapsody”, “Shine on You Crazy Diamond” y “Stairway to Heaven” (la lista sigue, claro). 2. "Rapsodia bohemia" es definitivamente un tema excelente y una grabación pionera, innovadora. No solo lleva a nuevos territorios la estructura múltiple en la canción popular, sino que grabar tal visión (especialmente las voces) requería llevar al extremo las posibilidades que un estudio de mediados de los años setenta ofrecía. 3.    Queen ha sido catalogado usualmente como parte del mo

Un poema de Laureano Albán

Dedicado a Anónimo Inventarios terrestres A Antonio Enrique Hay delgadísimos sonidos entre las cosas y sus muertes, como un violín sonando mientras se hunde en un agua interminable. Hay casas en donde las ventanas arden siempre y la noche no puede abandonarlas. Hay tu rostro y mi mano y la incierta pasión de reunirlos. Hay un plancton solar en los cuerpos amantes que el mar no ha conocido ni comprende. Hay músicas en mí que nunca podré darte. Hay la desolación y el rostro que la aguarda. Hay pájaros ardiendo desbandados desde el canto hasta la muerte. Hay posesiones últimas, pulpas lunares, ríos que irrumpen verticales a las horas. Hay lejanías, ellas todo lo envuelven en su vasta memoria deletérea. Hay bosques esperando, como una explosión inaplazable debajo de las calles por su aire. Hay objetos mortales, espejos agresivos alrededor del hombre que no duerme. Hay flores y su fulgurante devoción. Hay el polvo y su rostro de tempestad. Riadas que se sumergen en las mareas del viento. Ad